La adolescencia tiene un hilo conductor, que aunque de la impresión de estar fragmentado, presenta un recorrido en el que se van acoplando diversas etapas, que sumadas forman éste interesante período de mutación, descubrimiento y apertura.
Es necesaria esta transición para que el niño que deja de serlo, pueda formar nuevas estructuras, cimentadas en los parámetros familiares, culturales, escolares, etc. Esta coyuntura de cambio, por un lado, tiene una porción de inestabilidad e incertidumbre y por otro, apostar a fondo por nuevos aprendizajes, en definitiva, poner en marcha un itinerario evolutivo.
Para algunos autores (Rascovan, S. 2000), la adolescencia presenta diferentes conceptos, en donde se habla de “un segundo nacimiento” y “un período vital”, donde los niños se presentan a un mundo caótico, reivindicándolo y haciéndose notar con posturas radicales donde se reactivan conflictos.[1]
Es "la etapa de la vida durante la cual el individuo busca establecer su identidad adulta, apoyándose en las primeras relaciones objetales-parentales internalizadas y verificando la realidad que el medio le ofrece, mediante el uso de los elementos biofísicos en desarrollo a su disposición y que a su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un plano genital, lo que sólo es posible si se hace el duelo por la identidad infantil". [2]
La adolescencia tiene un hilo conductor, que aunque de la impresión de estar fragmentado, presenta un recorrido en el que se van acoplando diversas etapas, que sumadas forman éste interesante período de mutación, descubrimiento y apertura.
La primera manifestación se da en la etapa de la preadolescencia, (que va desde los 9 a los 11 años de edad) en donde ya se comienzan a percibir cambios físicos, en el crecimiento de huesos, músculos y órganos.
A nivel general, comienza a tener mayor número de responsabilidades, a sentirse como una persona mayor y le agrada que lo traten como tal.
Muchas veces, se observan en los preadolescentes, movimientos torpes, inconexos al caminar, al intentar hacer alguna actividad física o deportiva. En ésta etapa están propensos a las caídas.
A nivel cognitivo, se manifiestan pensamientos lógicos y se comienza a desvalorar aquellos pensamientos imaginativos, muy relacionados con la etapa infantil.
En ésta etapa, suele desarrollarse la negociación, se involucran más en la toma de decisiones, aunque se mantiene una conducta egocéntrica. Se percibe en los adolescentes, como desorganizados; tienden a plantear objetivos, planificar sus actuaciones, aunque muchas veces, se ven desbordados y tienen tendencia a no finalizar sus actividades.
El concepto que tienen sobre sí mismo, se ve relacionado con los conceptos que tienen los familiares, maestros, grupo de amigos, etc., tienden a imitar estereotipos, especialmente los niños, de los modelos masculinos.
[1] Rascovan S., Los jóvenes y el futuro, Psicoteca Editorial, Buenos Aires, 2000, pág. 23
[2] Knobel M., El síndrome de la adolescencia normal, incluído en Aberastury A. y otros, "La adolescencia normal", Paidós, Buenos Aires, pp 39-40