Muchas veces se suelen escuchar frases como: “es un ... con todas las letras...” o “ se mueve como un ...”, “tiene una mirada perdida como un ...”, “todos los .... son iguales”... Esa pequeña muestra puede servir para darse cuenta de que se está encasillando al usuario/a, olvidando que detrás de estos rótulos hay una persona con gustos, preferencias, demandas, inquietudes, necesidades, etc.
Etiquetas diagnósticas
El aprendizaje está enmarcado por la suma de la genética y el ambiente en el que el niño/a se desenvuelve.
Las capacidades de adaptación del niño/a son muy amplias, porque es como una “esponja” capaz de absorber varios estímulos simultáneos. Es importante, que desde el gabinete interdisciplinario, se estimule el éxito de los pequeños y los logros o adquisiciones; se apueste a las facetas positivas de la rehabilitación, a los progresos y etapas de afirmación de conductas.
Una vez se accede al diagnóstico del usuario/a, se tiene que comenzar a programar la actuación de una manera global, no perdiendo detalle de todo el material que el niño/a y su familia nos otorgan. Implica una gran responsabilidad para los terapeutas. Es como un mapa, al que hay que descifrar, sobrecargado de información, la cual se tiene que observar y despejar con el máximo profesionalismo.
La utilización de etiquetas diagnósticas puede traer ciertos riesgos, tal vez el mayor es: someter al paciente al proceso de estereotipación.
Muchas veces se suelen escuchar frases como: “es un ... con todas las letras...” o “ se mueve como un ...”, “tiene una mirada perdida como un ...”, “todos los .... son iguales”...
Esa pequeña muestra puede servir para darse cuenta de que se está encasillando al usuario/a, olvidando que detrás de estos rótulos hay una persona con gustos, preferencias, demandas, inquietudes, necesidades, etc.
No se debe quedar solamente con su etiqueta diagnóstica, ya que limita, oscurece la totalidad del niño/a, crea desconfianza, inseguridad, inestabilidad, impide ver sus producciones y de alguna manera se lo encapsula en un nombre, en un rótulo, en una etiqueta, en un diagnóstico.
A veces es engorroso mantener una actitud positiva cuando las dificultades se repiten, se multiplican, una y otra vez, por ello, se debe tener al alcance de las manos, suficientes recursos, para continuar estimulando a la persona que está a nuestro costado. En casos extremos, se debe pensar en la contención y supervisión por parte del equipo interdisciplinario.
En la sesión de logopedia se debe buscar actividades, estrategias, recursos para que el niño/a se sienta a gusto con su imagen, con disponibilidad para hacer, crear, modificar, equivocarse, volver a internarlo, etc.
Se deben ofrecer oportunidades para que cambie su concepto. Ello repercutirá positivamente en el niño/a, incrementando su autoestima y en el proceso de rehabilitación.
Usar etiquetas, marca, avergüenza, limita, crea estigma y conlleva hacia una fase extrema de discriminación.
Remarcar las equivocaciones, omisiones, ausencias, los despistes, olvidos, inseguridades, errores, solo sirven para afirmar la apatía, la desmotivación, la descentración en la sesión, la desconexión, el abatimiento, la negación a participar, el temor a probar, etc.
¿Cuáles son las estrategias que se pueden utilizar?
Cuando hay una etiqueta muy señalada, es conveniente mostrar al niño/a otra imagen de si mismo, una imagen más positiva, más productiva. El dibujo es un gran aliado. Es importante dar rienda suelta a la expresión gráfica (dejar a disposición del niño/a papeles de diferentes tamaños, lápices, material fungible, etc) y luego, cuando el niño/a indica que ha finalizado, se puede promover en forma prudente, para que explique su ilustración, dando todo el tiempo que necesite, respetando los silencios, registrando su mundo imaginario, etc.
Es sorprendente descubrir el contexto espacial, el lugar que ocupa su imagen, la acentuación y transformación de los colores en las diferentes sesiones, la mirada de “los otros” que lo hacen menos autónomos e inseguros, etc.
No es conveniente centrarse taxativamente en las palabras tan contundentes como: “Nunca” o “siempre”, porque éstas expresiones en vez de abrir al niño/a, lo cierran y sentencian las posibilidades de aprendizajes.
Es interesante poner al niño/a en situaciones o actividades diferentes a las que realiza habitualmente, por ejemplo: técnicas de corpografía (contornear las manos, los pies, dibujar con tizas su figura, etc.), dactilopintura, seguir ritmos simples con distintas partes del cuerpo, etc, que faciliten una nueva mirada, más profunda de lo que es y aquello que está haciendo.
Por ello, se debe fortalecer para que los niños/as almacenen y registren de alguna manera: adjetivos calificativos, logros, comentarios positivos, avances, etc.
Otro elemento a destacar, es captar la atención de los niños/as para que nos oigan, cuando decimos algo favorable sobre su persona, sobre la propuesta realizada, por el hecho de haber llegado a término una consigna, etc.
Recordar que ante sus ojos somos modelos a seguir.
Al comienzo de la sesión, mientras se presentan las consignas nuevas, se debe hacer referencia, sobre los logros o adquisiciones de las sesiones anteriores, con la finalidad de reafirmarlas y poder avanzar hacia nuevas.
Cuando el niño/a insiste en una conducta de lenguaje incorrecta, se debe hacérselo saber y ofrecer nuevos caminos, nuevas alternativas, nuevos modelos, para que supere la dificultad.
Cuando se realiza la devolución diagnóstica a la familia, se debe crear un ambiente de confianza y seguridad, en donde se facilite la información pertinente adecuada al caso y por otra parte, se fomente el diálogo.
Referencias
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