El adolescente se mueve alternativamente entre la cultura de los adultos y la de sus pares. Si bien existen adolescentes solitarios, en general, los caracteriza la búsqueda de grupos de pares que tienden a ser grupos homogéneos por los gustos e intereses comunes.
El adolescente y la familia:
A medida que el adolescente va perfilando su identidad independiente debe ir rompiendo lazos basados en la autoridad, el respeto, el trato íntimo, el dinero, el impulso, el impulso posesivo y la cotidianeidad. En esos momentos, de tener un ámbito propio, es posible que se refugie en él, lo que le permitirá autoobservarse, meditar y registrar su crecimiento ensayando posturas, gestos y estilos de vestimenta. En la base de la conflictiva vincular suele estar la ambivalencia o ambigüedad afectiva. Así se suscitan sentimientos encontrados respecto del propio cuerpo y la inseguridad acerca de mantener conductas de niño o abandonarlas. Esta ambivalencia es la lucha que se produce entre los sentimientos amorosos y de hostilidad o resentimiento. Por otra parte el mundo del adulto resulta anhelado por el adolescente pero también temido por lo cual es probable que el adolescente cuestione todo en su búsqueda de valores a alcanzar por él mismo los que, paradójicamente, son en muchos casos coincidentes con los que cuestiona cuando intentan trasmitírselos sus mayores.
En los padres el crecimiento de los hijos adolescentes puede reactivar temores y conflictos no resueltos de la propia adolescencia y, en algunos casos puede producirse un sabotaje de la autonomía de los hijos con carácter afectuoso y bien intencionado pero que no deja de ser conflictivo. El joven no siempre puede asimilar las “lecciones de vida” que sus padres pretenden brindarles porque no conoce todavía lo suficiente del medio externo a la familia como para que adquieran sentido para él y cree que sus padres viven del pasado.
Es bueno destacar que no siempre la ausencia de conflictos visibles es un indicador de que todo marcha bien, ya que puede corresponder a un sometimiento a una educación autoritaria o a una dependencia afectiva exagerada que no permite la maduración. El sacrificio ante el que se encuentran tanto los padres como los hijos es a la renuncia de la dependencia y serán los primeros los que deban ayudar al hijo a separarse de ellos. Aunque a los padres comúnmente los invaden temores, en general, la mayoría de los adolescentes no tienen graves problemas si se deposita en ellos confianza y respeto de sus acciones. Los padres deben aprender a diferenciar si el adolescente exige libertad porque siente que está preparado para asumirla o para probar si lo está, ya que en este caso el hijo puede sentir que lo abandonan si ceden a sus reclamos.
La gratitud del adolescente sobrevendrá cuando el joven alcance la estabilidad y compruebe que los padres lo prepararon para la vida mejor de lo que creían. Un término medio es que los padres fijen un punto en que las decisiones les correspondan a ellos dejando un margen de libertad al adolescente para ensayar cosas y cometer errores.
Respecto a la sexualidad es conveniente que los jóvenes ya estén informados por sus padres antes de la pubertad y que durante la adolescencia se pueda dialogar acerca de ansiedades, temores, dudas y la problemática que generan los enamoramientos.
El adolescente y sus pares:
El adolescente se mueve alternativamente entre la cultura de los adultos y la de sus pares. Si bien existen adolescentes solitarios, en general, los caracteriza la búsqueda de grupos de pares que tienden a ser grupos homogéneos por los gustos e intereses comunes.
En esta etapa tan particular de la vida los jóvenes tratan de estar cada vez menos en su hogar y si lo está lo pasa sumido en sus ocupaciones y para los que estudian la mayoría del tiempo diurno se pasa en la escuela compartiendo con pares no sólo tareas sino distracciones.
El tema fundamental entre los grupos de pares es el de la búsqueda de reconocimiento, prestigio y de identidad en cuanto al grupo en sí. En general son selectivos en la elección de grupos y éstos se conforman por la orientación respecto del futuro, por nivel social, tipos de personalidad o la combinación de estos factores. Los grupos marginados suelen ser conformados por aquellos jóvenes que han sido rechazados por otros grupos.
También los adolescentes tienen gran número de conocidos y de relaciones casuales ya que adquieren la habilidad de relación por intercambio de saludos que los afianzan en el sentimiento de popularidad con el que gozan. Otros jóvenes prefieren amistades más directas e individualizadas y es común que aún extendiendo el círculo al grupo de pares se mantenga un vínculo de amigo o amiga intima.
Al fin, el adolescente se va volviendo independiente de las normas y valores del grupo de pares hasta alcanzar el mundo adulto pero estos les valen como apoyo en la concreción de su identidad.