La lengua escrita tiene funciones propias, únicas e insustituibles. Hay conocimientos que sólo se adquieren a través de la lengua escrita; sólo el dominio de la lengua escrita permite acceder a ciertos niveles de reflexión teórica (científicos y humanísticos); solo a través de la lengua escrita es posible acceder a un pensamiento complejo.
El aprendizaje de la lectura y escritura en los sordos sigue constituyendo un problema, habida cuenta de las grandes dificultades que a diario se observa en la comprensión lectora de muchos niños y adultos sordos, así como el escaso interés que demuestran por la lectura.
Nadie podría soslayar la importancia sustancial que tiene para las personas sordas ser buenos lectores; el acceso a la información requiere de la lectura como condición excluyente, más aún dada la imposibilidad impuesta por su condición de sordera que impide otra forma de acceder a las noticias o hechos que suceden a su alrededor, como podría ser a través de la radio y la televisión, de las cuales se nutren las personas oyentes. Pero la lectura no solamente cumple una función informativa, la lectura tiene una función reflexiva, una función de goce y disfrute necesarios para el desarrollo de la personalidad, y lamentablemente la gran mayoría de los sordos no alcanzan ni mínimamente ese nivel.
Numerosas investigaciones en el mundo muestran que el rendimiento en lectura y escritura de los sordos es casi siempre inferior al de los oyentes. En ese sentido desde investigaciones precursoras como la de Conrad (1979) en lengua Inglesa, quien investigó el nivel lectura de todos los estudiantes sordos profundos de 15 a 16 años en Inglaterra y el País de Gales, demostrando que ninguno alcanza un nivel de lectura correspondiente a su edad , dado que el nivel medio se encuentra a un nivel de 2° y 3° curso de primaria y solamente un 15 % alcanza un nivel equivalente a 6° año de primaria; hasta las investigaciones realizadas por el Centro de Evaluación y Estudios Demográficos de la Universidad de Gallaudet en EE.UU. entre las que se pueden mencionar los estudios de Gentile y Di Francesca (1969); Di Francesca, (1972); Tribus y Karchmer, (1977); Allen, (1986); CADS, (1991); y Holl, (1995). Todos coincidiendo en afirmar que la mayoría de los sujetos sordos poseen un nivel lector por debajo de su edad cronológica.
Otros estudios en diferentes países refieren situaciones similares, como el caso de Uruguay, (Behares y Brovetti, 1994), o Brasil (Skliar, 1999) y Argentina (Massone, Simón y Gutierrez, 1999).
Profundizar en la lengua escrita y sus características es un primer paso importantísimo para llegar a comprender de qué se trata ese objeto de conocimiento que pretendemos que nuestros niños adquieran. “La lengua escrita tiene funciones propias, únicas e insustituibles. Hay conocimientos que sólo se adquieren a través de la lengua escrita; sólo el dominio de la lengua escrita permite acceder a ciertos niveles de reflexión teórica (científicos y humanísticos); solo a través de la lengua escrita es posible acceder a un pensamiento complejo” (Sánchez, 2001).