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Musica para tratar afasia, autismo y Alzheimer

La música estuvo siempre presente en todas las épocas de la historia y en todas las culturas, probablemente desde el principio de la humanidad; persistió a través de los siglos y continúa presente en todas las situaciones importantes de la vida.

Así se comprueba en las manifestaciones religiosas, personales –cumpleaños, casamientos, funerales–, eventos deportivos o políticos, en expresiones artísticas –cine, teatro– o ante toda situación en que se necesite expresar un determinado estado anímico.

En la Biblia ya existen afirmaciones sobre su poder positivo y curativo, un hecho que hoy por un lado avala tanto la medicina moderna como la psicología por la importancia que tiene en el desarrollo de la personalidad y de la inteligencia.

A diferencia del lenguaje escrito, el vínculo que establece la música es exclusivamente con la parte emocional del cerebro.

Es por eso que en el lenguaje hablado siempre impacta más cómo se dicen las cosas que el propio contenido del mensaje: una misma palabra genera reacciones distintas según el tono con que sea expresada.

La música tiene distintos efectos terapéuticos: disminuye la ansiedad, el dolor, mejora la evolución de los enfermos y ejerce acciones protectoras sobre el desarrollo cerebral, razón por la cual se la utiliza, por ejemplo, en recién nacidos prematuros internados en terapia intensiva.

La música actúa sobre la parte antigua del cerebro (no el racional), que se encarga de controlar las funciones corporales automáticas. Por lo tanto, regula la frecuencia cardíaca, el pulso, la presión arterial, la temperatura corporal, la conductancia de la piel y la tensión muscular. Los acordes estimulantes aumentan la función cardiovascular, mientras que los relajantes la disminuyen.

A nivel hormonal, la música relajante reduce los niveles de cortisol, ACTH y adrenalina (hormonas del estrés) en pacientes que serán sometidos a cirugía o durante la misma en caso de no recibir anestesia general (en operación de cataratas o prácticas odontológicas). Incluso, resulta más efectiva que los tranquilizantes. Cantar aumenta los niveles de oxitocina, conocida como la hormona del amor y de la confianza.

En el sistema inmunológico, incrementa el nivel de anticuerpos y de las células responsables de las defensas del organismo en su lucha contra gérmenes y bacterias, efecto que resulta independiente de qué tipo de música se escuche.

La musicoterapia es muy útil en pacientes con dificultad para comunicarse con palabras o movilizarse, por ejemplo en quienes padecen de afasias, autismo, enfermedad de Alzheimer o de Parkinson.

“Las actividades sincronizadas, como la música, fomentan sentimientos de conexión social, confianza interpersonal y vinculación. Muchas actividades humanas y animales son rítmicas: caminar, hablar, aplaudir, bailar, mecer a un bebé o la actividad sexual. Y las actividades rítmicas realizadas por grupos de personas tienden a ser sincrónicas y reflejan una coordinación social”, afirman Mona Lisa Chanda y Daniel J. Levitin, del departamento de Psicología de la Universidad McGill de Montreal, Canadá.

Clarín
16/01/2017

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