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Arteterapia, eficaz para la atención del autismo

La sensación de la pintura en sus pequeños dedos es algo que disfruta mucho. Diego acaba de cumplir tres años y, aunque parece tímido, es risueño y todo el tiempo busca qué hacer y descubrir. Como cualquier otro niño, cuando juega se aísla del mundo, pero él lo hace con mayor razón porque, al parecer, padece alguna clase de autismo.

No suele verse a esos niños como lo que son: unos nenes, asevera María José Olvera Huerta, una de las terapeutas de Diego. “La mayoría los mira como pacientes o como autistas”. Parece una revelación cuando asegura: “Si dejas a un lado los síntomas, lo que queda es su verdadera personalidad, como la tiene cada niño”.

La pedagoga Olvera Huerta, de 23 años, y la sicóloga Alejandra Iturbe Ormaeche Ochoa, de 25, son pioneras en México de la arteterapia, que combina los juegos y el arte para desarrollar habilidades cognitivas, sociales y emocionales.

La vida de esos niños gira en torno a terapias, sin momentos o espacios recreativos y casi sin convivir con otros, señala en entrevista Alejandra Iturbe, quien, como Olvera, es egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Al darse cuenta de que los métodos convencionales para abordar el trastorno del espectro del autismo (TEA) no consideran el derecho al juego, fundaron en 2014 el Centro Terapéutico Integral Crea tu Mundo. Atienden, por el momento, a 12 pacientes; el más pequeño tiene tres años y la mayor, 32. Ahí desarrollan actividades como pintura, música, círculo de lectura y expresión corporal.

El autismo no es una enfermedad y clínicamente se denomina trastorno, pero Olvera e Iturbe lo explican como “una forma diferente de desarrollarse, una condición de vida y neurodesarrollo. Es una manera distinta de ser”. Algunos dicen que viven en su propio mundo, pero abreviar así lo que les ocurre sólo los segrega más, considera Olvera. “¿Quién no vive en su propio universo?”, cuestiona.

En el país casi 400 mil niños y adolescentes viven con TEA, según un estudio de la McGill University Health Centre, de Canadá, y la Clínica Mexicana de Autismo. El documento estima que uno de cada 115 menores tiene esa condición. La investigación se dio a conocer este año y es la primera elaborada para conocer la prevalencia.

Sentada frente a la mesa de trabajo, la pequeña Natalia respira hondo y mira el rompecabezas: le falta colocar tres piezas. Las orejas de conejo que lleva sobre sus rizos también están atentas a completar la imagen. De pronto, se pone de pie y camina hacia la pared, donde está dibujado un árbol azul. Como si bajo su sombra pudiera reflexionar mejor.


Alejandra Iturbe la regresa a la mesa. Ahí sigue el ejercicio, moviendo a veces los hombros al ritmo de la música que se oye en el aula y sonriendo ante los aplausos de la joven. “Le encanta jugar y bailar. Adora ser el centro de atención”, cuenta la terapeuta.

El origen del autismo “es un gran misterio”, comenta Iturbe. Se mencionan factores genéticos y neurológicos; otros hablan incluso de la dieta o de vacunas, refiere, “pero hasta ahora no se ha demostrado”.

Los síntomas varían en cada niño. Algunos tienen dificultad para comunicarse, nunca hablaron o lo hacían, pero de pronto ya no se expresaron más. En el caso del síndrome de Asperger –incluido entre los TEA–, al contrario, tienen un lenguaje mucho más amplio que los niños de su edad. Otros repiten movimientos sin aparente lógica, como balanceos, y no mantienen contacto visual. Por ello todos tienen dificultad para socializar.

Parte de lo que aprenden en Crea tu Mundo es a poner atención en el ambiente, por ejemplo, para cruzar la calle, “y eso sólo se logra interactuando con otros”, asevera. Es difícil que asimilen conceptos abstractos como las normas sociales, el lenguaje corporal o el sarcasmo; en algunos casos, imposible, apuntan. A eso les ayudan las clases de teatro, al escenificar la vida diaria, comentan.

Carlos está aprendiendo a interpretar las expresiones faciales o los ademanes que indican que no quieren jugar con él. Es un adolescente de 16 años y fue el primer paciente de las jóvenes. Cuando lo conocieron acudía a un plantel de educación especial, pero lo tenían aislado porque era agresivo.

Los desafíos que ellas afrontan ahora son varios. Las instalaciones son pequeñas, cada vez tienen más solicitudes de atención y muchas vienen de familias pobres, así que planean constituirse en asociación civil para obtener recursos y otorgar becas, así como para ampliar su infraestructura.

Mientras lo logran han iniciado una campaña en la plataforma Fondeadora para recaudar donativos (bit.ly/24coh4a). Tienen muchos planes y el dinero “no ha de frenarnos”, coinciden. En el pizarrón del aula escribieron una frase, para ellas o para los niños: “Los límites, como los miedos, son sólo una ilusión”.

Unam.mx
23/06/2016

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