María Fux habita un cuerpo de 94 años que se mueve a su propio ritmo, que aún da clases de danzaterapia, que llena el aire de sinestesias y a veces se sienta. Pero que nunca se queda quieta.
María creció junto a una madre fuertemente limitada en el movimiento. Y por eso ha dedicado su vida a la gente que busca la danza que le viene de adentro.
El documental, filmado entre 2010 y 2014, la muestra haciendo barra, eligiendo música, recordando los inicios de la danzaterapia. Y también recupera fragmentos de archivo donde baila unos solos muy personales para una televisión en blanco y negro.
En el origen del film, una alumna es capaz de cruzar el Atlántico para danzar con María. Y un director de cine decide sumergirse en ese viaje, respetando el espacio y el ritmo de esos cuerpos.
Las clases de María son muy concurridas y el movimiento muchas veces es tan interior que es casi imperceptible para la cámara. Y felizmente, la cámara también es casi imperceptible para los alumnos. En las imágenes captadas por Iván Gergolet y David Rubio no hay golpes bajos. Sí hay emoción, porque hay relatos con pequeñas victorias sobre los propios límites.
Es imperdible el cierre, donde tantos alumnos y alumnos de alumnos de María se reúnen a agradecer la vida desde el movimiento.
Danzar con María gira en torno de ella como danzaterapeuta, con gente que explora las posibilidades de la danzaterapia y sus propias posibilidades. Gente que va a danzar no para presentarse en un escenario, sino para encontrar su movimiento. Gente con síndrome de Down o que ha sufrido polio en su infancia. Gente que baila a pesar de carecer del sentido de la vista o del oído.
Porque cada cual encuentra su propio movimiento, se trata de un documental donde se ve gente que es feliz cuando baila. Gente que baila como si nadie estuviera mirando
La nación.
20/04/2016