Desde la ventana se divisan unas diez personas sentadas frente a pantallas de computadoras encendidas... pero en blanco.
Al entrar a esa antigua mansión del barrio Providencia, al oriente de la capital chilena, el ruido que entremezcla voces humanas y metálicas indica que este no es un "ciber-café" cualquiera.
Un bastón acompaña a un "mouse" sobre el escritorio, un perro descansa junto a una silla y, a diferencia de otros lugares para conectarse a Internet, de las paredes no cuelgan carteles, sino sólo estantes con libros escritos en braille.
"Este no es un ciber-café, nosotros decimos acá que es un "no-ver café"", bromea Mario Hiriart, presidente de la fundación privada Biblioteca Central de Ciegos y gestor del primer "cibercafé" para invidentes del país.
"Según la información que hemos podido sacar de la red, no sería sólo el primero de Chile, sino que ésta debiera ser la primera experiencia de un ciber-café para no videntes en Latinoamérica y no tenemos antecedentes de que existan muchos otros en el mundo", comentó.
La idea surgió de la fundación privada chilena Biblioteca Central de Ciegos, como una respuesta a la falta de comunicación que reclama gran parte de los 250.000 invidentes de Chile, que viven entre una masa de 15 millones de habitantes.
De ellos, entre 40.000 y 50.000 son invidentes totales y, en su gran mayoría, requieren de asistencia económica para capacitarse y educarse, según consignan los informes oficiales.
"Me ha costado, es difícil. Pero lo único que quiero es aprender para navegar, para comunicarme con los demás, para interactuar", comenta el estudiante de derecho, Fabián Rodríguez, mientras aprende a "abrir páginas web".
Pagan 1.000 pesos chilenos, casi 1,5 dólares, para que un monitor les enseñe.
Deben pasar varias semanas de entrenamiento antes de lanzarse solos a navegar, lo que pueden hacer gratis, pues la fundación asume el costo de la línea telefónica y de la conexión a la web.
Utilizan un programa informático especial, llamado "Jaws", que, pese a su alto costo, consiguieron a través de donaciones particulares, ayuda estatal y el aporte de una agrupación de ciegos de España.
Los usuarios deben abrir "Jaws", teclear sus órdenes y recibirán la información a través de sus auriculares o de parlantes adosados a la pantalla.
Pese a su ceguera, un brillante chispazo surca los ojos de Hiriart cuando recuerda que sólo hace unos meses planteó la idea en la fundación y hoy ya cuenta con 30 ciegos que regularmente se sientan a revisar correos electrónicos, leer páginas o bajar música en los 12 computadores de la sala.
"El principal problema del ciego es su soledad. Y esta es una herramienta para vencerla y comunicarnos", comentó saliendo de la cafetería, otra diferencia con los cibercafé tradicionales, pues el café está separado de la sala de computadores para prevenir accidentes.
Si caminar con bastón o leer braille puede ser una tarea titánica, manejarse diestramente en una internet para ciegos es un obstáculo adicional. Los alumnos, en su mayoría jóvenes, coinciden en que la tarea es complicada, pero al final el esfuerzo vale la pena.
La sorpresa es un profesor ciego de 70 años, Fernando Henríquez, quien se gana la vida como vendedor en las calles. Ya diestro en dactilografía y cibernética, en el grupo se le considera un avezado en el tema.
Pero pese a su avance en la tecnología, Henríquez no olvida su pasado lector. Mientras con una mano teclea el computador, con la otra lee en braille.
Fuente: Reuters.
11/11/2002