Los bebés de entre cuatro y seis meses no hablan, a lo sumo balbucean sonidos, pero en cambio tienen una capacidad innata que mantienen pocos adultos: son capaces de distinguir entre dos lenguas observando el movimiento de los labios y otros gestos faciales de sus interlocutores. Sin escuchar la voz. Posiblemente no entienden lo más mínimo, pero un curioso experimento científico ha demostrado que notan algo extraño cuando se pasa del inglés al francés, que han sido las dos lenguas empleadas en el trabajo. Los detalles se publican hoy en la revista Science.
La investigación, en la que han participado especialistas de la Universidad de la Columbia Británica en Vancouver y del Parc Científic de Barcelona (PCB-UB), se realizó en Canadá con 20 bebés cuya sabiduría, por supuesto, no tenía nada que ver con la experiencia. Era natural.
Los niños, acompañados de sus padres, fueron puestos delante de una pantalla para analizar sus reacciones. En la televisión aparecían varios presentadores que recitaban pasajes de El principito, de Antoine de Saint Exupéry. Concretamente, se utilizó un procedimiento de habituación en el que inicialmente todos los videoclips que se presentaban correspondían a una única lengua.
MÁS ATENCIÓN
Cuando el interés de los niños hacia las imágenes disminuía --empezaban a ponerse nerviosos y se giraban--, se los consideraba habituados a la información visual. Seguidamente, sin ninguna pausa, se iniciaba la fase de test: se les mostraban los mismos presentadores, pero recitando el cuento en la segunda lengua. Y aquí apareció la sorpresa: los bebés percibían que los interlocutores habían cambiado de lengua porque sus tiempos de atención se volvían más largos. "De golpe, les prestaban más atención", explica una de las responsables del estudio, Núria Sebastián Gallés, del Grupo de Investigación en Neurociencia Cognitiva del PCB-UB.
Según la investigadora, entre los seis y los 12 meses los bebés dejan de percibir las diferencias entre las caras que hablan en inglés y francés salvo aquellos niños criados en un entorno bilingüe; en ese caso, prosigue, sí siguen apreciando las diferencias. Dichas habilidades innatas solo se retienen si representan una ventaja real para aprender la lengua materna; cuando el bebé se define por una lengua en concreto, deja de prestar atención a los elementos ajenos de la misma y se concentra en la suya. Salvador Soto-Faraco, otro de los autores, concluye: "Es un resultado curioso y al mismo tiempo esperable, puesto que se aprecia también en otros ámbitos del desarrollo inicial del lenguaje, como la habilidad para diferenciar entre ciertos fonemas aunque no pertenezcan a la lengua materna, como la e abierta y la e cerrada en el caso del catalán".
El periodico
18/05/2007