Hasta el momento, la enfermedad de Alzheimer sigue plagada de incógnitas para los especialistas. De hecho, el diagnóstico certero llega, en muchas ocasiones, después de practicar la autopsia al paciente y constatar la acumulación de placas de proteína beta amiloide en su cerebro (una de las señales inequívocas de este trastorno). Es decir, que hasta que no se hace un trabajo 'posmortem' es complicado diferenciar esta patología de otro tipo de demencias o de las alteraciones propias del envejecimiento.
No obstante, la última edición de la revista 'Annals of Neurology' publica una investigación que arroja un poco de luz en este sentido. Un equipo de científicos de la Universidad Cornell (EEUU) ha identificado 23 proteínas, presentes en el líquido cefalorraquídeo, que han resultado ser biomarcadores específicos del mal de Alzheimer.
«Esencialmente, hemos usado una tecnología muy sofisticada para comparar los proteomas [todo el conjunto de proteínas que expresan los genes de un individuo] de pacientes afectados de Alzheimer, con los de otros sujetos que padecían otras formas de demencia y con participantes sanos», explican los responsables del seguimiento.
El resultado ha sido la identificación de estas 23 proteínas que, si bien individualmente no se relacionan necesariamente con el Alzheimer, cuando se encuentran todas juntas forman una especie de huella dactilar específica de esta patología.
Algunos de estos marcadores están implicados en la vasoconstricción arterial, otros van ligados a la inflamación y el resto intervienen en las disfunciones sinápticas típicas de la enfermedad neurodegenerativa.
El caso es que, gracias a pruebas como las que han desarrollado los investigadores estadounidenses (que han resultado tener una sensibilidad de más del 90% en la detección del Alzheimer) se podrán hacer diagnósticos mucho más precoces que en la actualidad, así como evitar la mayor parte de los falsos positivos.
Asimismo, los científicos afirman que sus hallazgos son útiles para evaluar la eficacia de los tratamientos que se están investigando para paliar esta enfermedad. «Puedes tener una terapia muy prometedora, pero en realidad no puedes estar seguro de que está actuando en la raíz de la patología o sólo está aliviando sus síntomas; tal y como hacen el resto de medicamentos disponibles hasta ahora», aclaran los autores. «Tenemos la esperanza de poder monitorizar los cambios que se presentan en estos marcadores cuando se administra una molécula en investigación y verificar su eficacia», afirman.
De hecho, este equipo de expertos está empleando este procedimiento para valorar el efecto de una terapia experimental para el Alzheimer que consiste, básicamente, en la administración intravenosa de inmunoglobulinas. «Hemos detectado un impacto positivo en la evolución de la enfermedad», apuntan.
El mundo
1/01/2007