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Imagen corporal de las personas con parálisis cerebral.

El esquema corporal es una realidad de hecho, en cierto modo es nuestro vivir carnal al contacto con el mundo físico. Nuestras experiencias de la realidad dependen de la integridad del organismo, o de sus lesiones transitorias o indelebles, neurológicas, musculares, óseas y también nuestras sensaciones cenestésicas.
Imagen Corporal

El esquema corporal es una realidad de hecho, en cierto modo es nuestro vivir carnal al contacto con el mundo físico. Nuestras experiencias de la realidad dependen de la integridad del organismo, o de sus lesiones transitorias o indelebles, neurológicas, musculares, óseas y también nuestras sensaciones cenestésicas.

Afecciones orgánicas precoces pueden provocar trastornos del esquema corporal y pueden acarrear modificaciones pasajeras o definitivas de la imagen del cuerpo.

El aspecto físico de las personas afectadas por parálisis cerebral se encuentra alterado por deformidades, ortesis y otros indicadores que los sitúan como entes extraños dentro de la sociedad. Su forma de hablar es nasal, palatal o inteligible; su postura o forma de andar son estereotipadas o incoordinadas y quizás también tengan problemas auditivos. El aspecto físico y la discapacidad del niño limitan su participación o actividad, pues se juzgan de acuerdo a su apariencia externa que atrae la atención hacia el propio cuerpo, fomentando así el inadecuado concepto de sí mismo. (López-Arce A.; 1997).

Dolto menciona que aun cuando estos niños no recuperen un esquema corporal sano, íntegro desde el punto de vista motor y neurológico, su invalidez puede no afectar su imagen del cuerpo. Para ello es preciso que, hasta la aparición de la discapacidad, en el curso de ésta, y durante la reeducación, su relación con la madre y con el entorno humano haya sido flexible y satisfactoria, sin excesiva angustia por parte de los padres; una relación adaptada a sus necesidades, de las que hay que hablar siempre como si los propios niños pudieran satisfacerlas, aunque la afección muscular los haya incapacitado para ello. Mediante este juego verbal el niño proyecta una imagen sana del cuerpo, simbolizada mediante la palabra y las representaciones gráficas. La evolución sana, simbolizada por una imagen del cuerpo no inválida depende de la relación emocional de los padres con su persona y de que éstos hayan aceptado o no la invalidez del cuerpo de su hijo.

La no estructuración de la imagen del cuerpo se debe en gran parte al hecho de que los padres, al no obtener las respuestas esperadas según la edad de su hijo, ya no intentan comunicarse con él de otra manera que mediante un cuerpo a cuerpo dirigido solo a satisfacer las necesidades y abandonan su humanización.

El niño con parálisis cerebral tiene las mismas necesidades emocionales y sociales de cualquier niño. Necesita amor pero no mimos, cuidados, pero no consentimientos, y ante todo, oportunidades para desenvolverse, ser dueño de sí mismo y alcanzar el crecimiento integral como persona. La familia, principalmente los padres, pueden motivarlo, estimularlo e interesarlo, y así dentro de todo este proceso, él irá creciendo y mejorando interna y externamente. Es necesario afrontar la situación de un modo en que la dependencia física y emocional hacia los padres vaya disminuyendo a medida que el niño evoluciona. Para lograr esto hay que tratar de desenvolver desde el principio parte de su vida independiente y a medida que el niño crece procurar que también él logre lo mismo; en todo esto conociéndolo, comprendiéndolo y aceptándolo como es.

Todo esto poco a poco va ayudando a desarrollar un sentimiento de perspectiva sobre su trastorno, a medida que crece va siendo capaz de contemplar su problemática con objetividad sin la necesidad de cerrar por completo sus horizontes, y a la vez va adquiriendo conciencia de sí mismo como persona dotada de inmensos potenciales para crecer en espíritu y facultades y a la vez ir entablando relaciones con otras personas a quienes enriquecer y quienes lo enriquezcan.



 

Referencias

Bobath, B., Bobath, K. (1987). Desarrollo Motor en Distintos Tipos de Parálisis Cerebral. Buenos Aires. pp. 11-115.
Bobath, K. (1982). Base Neurofisiológica Para el Tratamiento de la Parálisis Cerebral. 2a. edición. México. Ed. Médica Panamericana. pp. 13; 69-95.
Bottinelli, M. (2002). Metodología de Investigación. Herramientas Para un Pensamiento Científico Complejo. Buenos Aires. pp. 1-67.
Bowlby, J. (1997). La Pérdida Afectiva. Tristeza y Depresión. México: Paidós.
Calderón, N.G. (1990). Depresión Causas, Manifestaciones y Tratamiento. México: Trillas. pp. 11-17.
Campero, C.M. y Lahud, R. (1981). Participación de la Familia en el Manejo y Cuidado del Niño con Parálisis Cerebral. México: Regional de Estimulación Temprana UNICEF. pp.1-10; 122.
Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE-10). Trastornos Mentales y del Comportamiento. Descripciones Clínicas y Pautas Para el Diagnóstico. (1992). Madrid: Meditor. pp. 152-158.
Cohen, R.J. y Swerdlik, M.E. (2000). Pruebas y Evaluación Psicológicas. Introducción a las Pruebas y la Medición. México: Mc Graw Hill.
De Uslar, E.(1998). "Florencia Sánchez. Presencia y Compañía". Ararú, Revista Para Padres con Necesidades Especiales. (20). 10-11.
Diccionario Corona. México: Everest.

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