Los hijos son el espejo de los padres, hacen con otros lo que aprenden o no en casa. Por eso es importante enseñarles a comunicarse de manera positiva.
Ya comentamos antes sobre la importancia de enseñar a nuestros hijos a esperar y marcar límites claros y firmes. Ahora tocaremos el tema de la comunicación.
Pero primero te invito a preguntarte a ti mismo: ¿Sabes comunicarte?, ¿Por qué es tan importante saberlo hacer?, ¿Qué factores impiden que haya una buena comunicación? No siempre es fácil lograrlo porque esto implica hablar de nuestros sentimientos, nuestros deseos, necesidades; pero saberlo hacer tiene el beneficio de llegar a acuerdos, buscar soluciones, expresar, defender o ajustar puntos de vista.
En la secundaria nos enseñaron que hay un emisor, un receptor y un mensaje. Analicemos un poco más estos elementos: generalmente los padres son emisores, dan órdenes, marcan límites y consecuencias, regañan, animan, sermonean, motivan, gritan, cantan, aconsejan, contestan y mucho más. Los hijos generalmente son receptores: escuchan, acatan las órdenes, reciben los mensajes.
Valdría la pena preguntarse si les permitimos en la misma medida expresarse, dar su opinión, defender su punto de vista, reclamar, involucrarse en las decisiones. A veces pensamos que porque son pequeños y los estamos educando solo deben ser receptores, sin embargo, desde temprana edad es importante que les permitamos expresarse, para que con confianza y respeto hablen de su sentir. Que no les suceda lo que a muchos adultos que no saben o no pueden expresar porque solo aprendieron a escuchar.
El mejor momento para comunicarse con ellos, es cuando están tranquilos, receptivos; no cuando están enojados. Después de un berrinche o un malentendido, lo mejor es esperar a estar calmados y después dialogar. Exponer qué siente y qué piensa cada uno, aceptar y escuchar al otro y llegar de manera gentil a acuerdos.
Recordemos también que hay lenguaje verbal y no verbal. ¿Sabías que tus gestos y tus movimientos tienen una influencia mayor que tus palabras? Por eso debemos darnos cuenta y cuidar la manera en que los miramos, nuestros ademanes, muecas, para expresarnos correctamente, ser coherentes con nuestro actuar y nuestro decir.
El lenguaje no verbal puede ser positivo: cuando les damos tiempo de calidad, cuando los abrazamos, cuando jugamos con ellos, cuando los escuchamos, al compartir momentos de gozo, al carcajearnos juntos.
También puede ser negativo: los golpes, los jalones, los gestos de enojo, los berrinches.
Hay niños que no saben autocontrolarse y explotan cuando no se les otorga lo que piden. Esto es común cuando se les sobre protege o cuando se les da lo que piden sin medida. Cuando un niño está en esta situación lo mejor es esperar a que acabe su sentir, alejarlo de la situación que lo provocó y destinar un lugar seguro para que se desahogue. Es necesario intervenir cuando puede hacer daño a otros o a sí mismo. Es muy importante no ceder a sus peticiones: algunos papás ceden con tal de que deje de hacer el berrinche, pero esto solo incrementa la persistencia; si el niño ve que el berrinche le funciona para obtener lo que quiere, insistirá en hacerlo.
Los hijos son el espejo de los padres, hacen con otros lo que aprenden o no en casa. Por eso es importante enseñarles a comunicarse de manera positiva.
También la comunicación verbal puede ser positiva o negativa; pero de eso comentaremos en el siguiente artículo.