Las personas con ictus necesitan del núcleo familiar, de los amigos/as, de los conocidos/as, de sus compañeros/as de trabajo, de sus compañeros/as de vida, para comunicarse, crear vínculos.
El tratamiento de logopedia deberá hacer transiciones: desde el abordaje individual, a la actuación en pequeños grupos hasta adaptarse en grupos más amplios.
La emoción es otro elemento que se incluye en el abordaje terapéutico. Las personas con ictus suelen ser muy generosos y agradecidos cuando contemplamos este aspecto.
“La flexibilidad, la resistencia y la incertidumbre, esa especie de aventura, están en nuestro sistema nervioso, forman parte de la vida”.
Oliver Sacks.
“Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo”.
Paulo Coelho. El alquimista.
El abordaje de logopedia en las personas que presentan ictus, está enmarcado en un foco que pone su objetivo en diversos espacios que pueden reflejar y crear un perfil de las necesidades, inquietudes y demandas comunicativas de estas personas.
Podemos decir que hay una prevalencia en trastorno de la comunicación, ya sea en mayor o en menor escala, ya que pueden verse implicadas: la disfagia, los trastornos del lenguaje y habla, expresión y comprensión, lectura y escritura.
Cada persona requiere que se le mire como una unidad dinámica y funcional, biopsicosocial y cultural.
Las personas con ictus, como todas las personas, tienen sus peculiaridades, su propia percepción de lo que le ha pasado, de su entorno más inmediata, sumado a que traen consigo un bagaje de experiencias, vivencias, antecedentes e implicaciones, que le hacen irrepetible, únicos.
Podemos decir que, hasta los silencios de las personas con ictus, tienen un peso importante en la comunicación, porque cualquier impacto, cualquier intercambio, cualquier pausa, deberá ser basada en el respeto, en la escucha activa, en la paciencia. Es un proceso que paulatinamente, se deberá componer el lenguaje y el habla, ofreciendo todo el tiempo que sea necesario, poniendo énfasis en el diálogo, cuando lo solicite; dejando espacios para poder navegar con el timón de la semántica (lo que los signos quieren significar al referirse a algo), sintáctica (relación formal de los signos entre sí) y la pragmática (analizar formas y estrategias de expresiones comunicativas); todo ello, sin juzgar, sin interpretar, y sobre todo promoviendo el diálogo extensible, la inclusión comunicativa y quitando el hierro cuando se comete un error, un fallo, una equivocación. Ello les hace entrar por la puerta grande de la comunicación.
La postura corporales de las personas que presentan ictus, como si fueran capitanes de su comunicación, nos dicen mucho de situación actual; nos permiten hacer una lectura de cómo esta sentado, cómo se dispone y gana espacios a la hora de dirigirse a los otros/as, como siguen o se dispersan cuando otra persona les habla.
La persona se muestra como si fuera un mapa de navegación que debe trazar su recorrido, observar hasta dónde puede llegar su mar de palabras. Por ello, siempre como logopeda, hablo de hacer sugerencias, orientaciones, en vez de pautas estáticas o posturas metodológicas meramente profesionales. Sumado a ello, considero que se deberá ofrecer pistas claras, anticipar temas para que busquen y vislumbren sus contenidos y que intenten perder el miedo ha hablar o temor a que no surja la palabra adecuada. No se deberá estigmatizar la comunicación de las personas con ictus, ya que ellos los daña, los encierra más en sí mismos.
El habla tiene sus luces y sombras en las personas, ya que suelen presentar anomias (dificultad para reconocer o recordar el nombre de las cosas). Esta dificultad para denominar, de alguna manera sencilla, podríamos hablar de que nuestro lenguaje etiquete palabras que conforman nuestro lenguaje y en el caso de las personas con afasia, se ve alterada la producción.
¿Qué se necesita para denominar? Pues todo un encadenado de producciones, que irá desde la imagen o idea dirigida a la semántica verbal, para poder acceder al léxico y construir fonológicamente la palabra.
Nuestro protocolo de actuación logopédica deberá contemplar:
De allí la necesidad de detenernos a mirar la persona que ha padecido un ictus, observar la profundidad de su mirada, la intensidad, el color de su voz e incluso las llamadas de atención forzadas, cuando ponen en juego gestos, expresiones, intenciones en vez de palabras. Se deberá dar un refuerzo y dar sentido significativo a lo que desean comunicar, unido a un reaprendizaje social y funcional.
Las personas con ictus necesitan del núcleo familiar, de los amigos/as, de los conocidos/as, de sus compañeros/as de trabajo, de sus compañeros/as de vida, para comunicarse, crear vínculos. Nosotros como interlocutores podemos hacer muchas cosas, como, por ejemplo: darle importancia a los matices comunicativos. Muchas veces tenemos que componer desde las partes al todo aquello que nos quieren expresar. El color de lo que se dice, cómo se dice, a quién se dice, con qué intensión se dice, son los puntos de partida para comunicarnos en el amplio sentido de la palabra.
Son muy necesarios los apoyos, la motivación, la contextualización de aquello que se dice lo que dará un amplio contenido en sus comunicaciones.
El tratamiento de logopedia deberá hacer transiciones: desde el abordaje individual, a la actuación en pequeños grupos hasta adaptarse en grupos más amplios. Progresivamente, se deberá promover la opinión, hablar de sus creencias culturales, escuchar las de otros/as parafrasear, tararear una canción, ponerse de manera empática en la piel de otros/as que han vivido situaciones similares a la propia, desarrollar afrontamientos creativos, todo ello, empoderará y le dará un amplio sentido al habla.
La emoción es otro elemento que se incluye en el abordaje terapéutico. Las personas con ictus suelen ser muy generosos y agradecidos cuando contemplamos este aspecto.
La autonomía comunicativa se fortalecerá si las palabras surgen con emociones. Es necesario destacar que el ictus, suele arrastrar secuelas como, por ejemplo: labilidad emocional, que a veces, se ve cargada de frustración, impotencia, inseguridad y desanimo. Todo ello, se solapan con el déficit de atención y dificultad para iniciar y finalizar actividades de la vida diaria. En muchas ocasiones, el esfuerzo y el desgaste energético, que tienen que soportar las personas con ictus, desproporciona su expresividad. El agotamiento se instala y no deja paso a la comunicación espontánea. También en las primeras fases del ictus, suelen presentar una visión catastrofista de lo que les ha sucedido, no tienen claro como salir de esa visión y se instalan posturas de apatía comunicativa, que en ocasiones es difícil salir.
La comunicación y las funciones ejecutivas están estrechamente ligadas. En muchas situaciones al no poder resolver situaciones propias de la vida, aparecen conductas hostiles, mezclada con irritabilidad e inflexibilidad, que impiden que estos procesos de planificación, monitoreo, seguimiento y revalorización se vea poco enfocado.
Las personas que no presentamos ictus deberíamos ser más generosos y receptivos y ofrecer espacios comunicativos en donde:
Las personas con ictus no son marines, pero si deberán tener la valentía suficiente para embarcar sus vidas, registrar nuevos acontecimientos y crear su propio cuaderno de bitácoras, como bien dice la RAE habitaculum-de (dar y recibir).
Como corolario, en este cuaderno de bitácoras, se guardarán las inclemencias vitales, las mareas emocionales desajustadas, las fortalezas, las ilusiones. El timón de las personas con ictus, deberán apuntar en el cuaderno de bitácoras, todas las incidencias, reflexiones, las maniobras, averías y ajustes nuevos con el que deberán convivir.