En un mundo orientado hacia el éxito, una persona con necesidades especiales, nos confronta día a día con nuestros propios limites y discapacidades internas, que preferimos ocultar o disfrazar, pero es precisamente la discapacidad enfrentada la que nos permite descubrir nuestras más importantes capacidades.
A través del tiempo, se han utilizado diferentes términos para referirse a la condición de baja inteligencia, tales como “idiota”, “imbécil”, “defecto Mental”, “incapacidad mental” y “retardo mental”, entre otros. Tales términos son históricamente significativos, pero resultan ofensivos cuando se utilizan en una conversación cotidiana.
La OMS (Organización mundial de la salud) en su décima revisión dice: “La deficiencia mental es un trastorno definido por la presencia de un desarrollo mental incompleto o detenido, caracterizado principalmente por el deterioro de las funciones concretas de cada época del desarrollo y que contribuyen al nivel global de inteligencia, tales como las funciones cognitivas, las del lenguaje, las motrices y la socialización. La adaptación al ambiente siempre está afectada.
La determinación del grado de desarrollo del nivel intelectual
debe basarse en toda la información disponible, incluyendo las manifestaciones clínicas, el comportamiento adaptativo del medio cultural del individuo y los hallazgos psicométricos”.
La Asociación Americana sobre Retraso Mental (AARM) señala que, además del funcionamiento intelectual significativamente inferior a la media, se presentan limitaciones asociadas en dos o más de las siguientes áreas de habilidades adaptativas:
1. Comunicación.
2. Cuidado personal.
3. Vida en el hogar.
4. Habilidades sociales.
5. Utilización de la comunidad.
6. Autogobierno.
7. Salud y seguridad.
8. Habilidades académicas funcionales.
9. Ocio y trabajo.
Existen diversos factores que pueden originar retraso mental, entre ellos, las causas de origen genético, que toman parte en la etiología del retraso mental antes de la concepción y en el mismo momento en que esta se realiza, y producen, por una parte, defectos y aberraciones cromosómicas, y por la otra, alteraciones o errores en el metabolismo en general. La trisomía 21
(Síndrome de Down) es la causa mas común, y quizás la más conocida, de Retraso Mental, sin embargo, también existen otras alteraciones genéticas como el Síndrome de Edwards, el Síndrome de Patan, el Síndrome del grito o maullido del gato, el síndrome del cromosoma 4, el Síndrome del cromosoma 18, el Síndrome de Turner y el Síndrome de Hipercalcemia Infantil entre otros.
Particularmente los virus, pero también algunos parásitos, dan lugar a graves enfermedades que atacan al sistema nervioso central durante la vida uterina, y producen determinados padecimientos congénitos en el recién nacido, y en el niño pequeño diversas meningoencefalitis, ya sean primitivas, o como complicación de una fiebre eruptiva (sarampión). En algunos casos, esas lesiones alcanzan el encéfalo para producir deficiencia mental.
Numerosas intoxicaciones afectan al sistema nervioso central, y en particular al encéfalo, generando una deficiencia mental. Las intoxicaciones pueden ser de orden exógeno (tabaco, alcohol, drogas enervantes, algunas sales de deshecho industrial como las del plomo, el mercurio o el óxido de carbono, algunos medicamentos por prescripciones inadecuadas o por dosis excesivas, etc.) o pueden ser de orden endógeno (diabetes, acetonuria, etc.), o por una intoxicación alimenticia (Botulismo); y cuando se trata de lactantes, los productos tóxicos de un cólera infantil o su desequilibrio electrolítico pueden lesionar el encéfalo dando origen a una deficiencia mental.
El traumatismo obstétrico ocupa uno de los primeros lugares para producir una deficiencia mental, al igual que los traumatismos craneales en la primera y segunda infancias.
Con respecto a los traumatismos de orden psicológico, la madre, durante los tres primeros meses de embarazo, puede tener trastornos psicosomáticos graves, y puede influir negativamente en la psicopatología cerebral del feto.
Por otra parte, se cree que la ansiedad, que disminuye el funcionamiento mental y produce desórdenes emocionales, al igual que distorsiones y defectos del desarrollo del Yo, puede afectar la potencialidad de la esfera intelectual, y bajo la presión de factores psicógenos, determinan en el niño una verdadera deficiencia mental.
Además de los problemas psicopatológicos que negativizan el ambiente familiar del deficiente mental, la vida antihigiénica, la promiscuidad, las privaciones y carencia económica extrema y la falta de educación en general, promueven directa o indirectamente la deficiencia mental.
Otros factores que producen retraso mental, son los llamados factores pre-concepcionales .Estas causas se presentan antes de la concepción humana, y la deficiencia mental es el resultado de las modificaciones y transformaciones que anormalmente sufre el material genético, o de los desórdenes metabólicos de las proteínas, glúcidos, lípidos y diversos metabólitos; o en otros casos, por la negatividad del ambiente (el consumo de LSD antes de la concepción, alcoholismo y sífilis).
Las carencias nutricionales y la edad de la madre también son factores de riesgo.
El desarrollo de las personas con RM es tipicamente más lento, además, de presentar dificultades en el aprendizaje y el ajuste social.
También, se presentan trastornos de la inteligencia en cuanto a la atención, concentración, memoria, aprendizaje, imaginación, juicio, razonamiento, cálculo y elaboración mental.
Pueden existir trastornos somatopsíquicos tales como deformaciones óseas del cráneo (macro y microcefalias, asimetrías craneofaciales), del tórax, la cadera y los miembros superiores e inferiores. Probablemente existan anomalías cardiacas y sensoriales, así como alteraciones de la respiración o el pulso.
También es posible que el niño sufra enuresis, tics o convulsiones.
Entre los trastornos de la comunicacion encontramos oligolalia y puerilidad, disfonias, dislalias, disatrias, disgrafias y dislexias. En las personas con retraso mental profundo su lenguaje se limita a veces a expresiones guturales o labiales.
Las personas con esta discapacidad tienen problemas visuales, y presentan una conducta de inseguridad y agresividad. Ocasionalmente se refugian en su mutismo, soledad y en prácticas masturbatorias.
Hay diferentes grados de retraso mental.
La OMS propone la siguiente
clasificación:
GRUPO CI
- Leve 50-69
- Moderado 35-49
- Grave 20-34
- Profundo <20
Las características clínicas y evolutivas que corresponden a los distintos grados de la deficiencia mental son:
Grado de RM Edad Preescolar (0-5).
Maduración y Desarrollo Edad Escolar (6-20).
Aprendizaje y Educación Adulto (21 o más).
Adecuación Social y Vocacional.
Profundo Retraso importante; capacidad mínima para funcionar en áreas sensoriomotoras; necesita cuidados básicos; requiere ayuda y supervisión constantes. Desarrollo motor mínimo; puede responder a un aprendizaje limitado de autocuidados.
En el desarrollo motor y del lenguaje; puede conseguir algunos autocuidados ; necesita soporte.
Grave Desarrollo motor escaso; lenguaje mínimo; generalmente incapaz de progresar en el aprendizaje; poca o ninguna capacidad de comunicación. Puede hablar o aprender a comunicarse; puede aprender los hábitos de higiene elementales; incapaz de aprender un oficio. Puede contribuir parcialmente a su mantenimiento bajo supervisión completa; puede desarrollar habilidades de autoprotección en un nivel mínimo pero útil en un entorno controlado.
Moderado: Puede hablar o aprender a comunicarse; conciencia social; desarrollo motor; progresa en el entrenamiento de autocuidados; puede manejarse con supervisión moderada. Puede progresar en el aprendizaje de habilidades ocupacionales y sociales; improbable que progrese más allá del 2° curso de primaria; puede aprender a viajar solo en lugares
familiares. Puede conseguir mantenerse en un trabajo no especializado o semi-especializado bajo condiciones de protección; necesita supervisión y guía para hacer frente a un estrés social o económico.
Leve: Puede desarrollar habilidades de comunicación y sociales; retraso en áreas sensoriomotoras; a menudo pasan desapercibidos hasta edades mas tardías. Pueden lograr un desarrollo académico hasta el 6° curso de primaria a los 18 o 19 años; puede lograr integrarse en la sociedad. Normalmente puede conseguir habilidades sociales y laborales adecuadas para mantenerse, pero puede necesitar ayuda y consejo cuando se encuentre en situaciones de estrés económico y social fuera de lo normal.
Las recomendaciones más comunes para los padres y profesores son, en primer lugar, el control médico; enseñar a los padres a entender los retrasos en el desarrollo de sus hijos, para que ellos puedan utilizar estrategias para estructurar el entorno, para motivar a sus pequeños, y prevenir la sobreestimulación, pues, generalmente, traer al mundo a un niño con discapacidad genera culpa y rechazo, que posteriormente puede transformarse en un exceso de consentimiento o protección que a la larga perjudica al niño, principalmente en su trato con los demás.
Su discapacidad hace que nos volvamos excesivamente indulgentes y no le exigimos una actitud reciproca en la medida de sus posibilidades, dañándolo así para el futuro, futuro en el que probablemente no estemos para defenderlo, y entonces el tendrá que vérselas con sus impulsos, y si no se le ha enseñado que se pueden dominar, quedará a merced de su ira o frustración por no obtener inmediatamente lo
que desea.
Excluir a un niño con discapacidad del castigo por algún acto que amerite corrección, es marginarlo, haciéndolo sentir que es débil.
Debido a que las personas con retraso mental presentan un lenguaje acelerado, con ritmo desordenado, dispraxia, articulación pobre, y habla tangencial, es recomendable acudir a una terapia tanto para el habla como para el lenguaje, así como terapia para desarrollar el vocabulario y el lenguaje social.
Transmitirle al niño frases cortas y simples.
Proporcionarle espacios para que participe en actividades de pequeños grupos e incluirlo en un entorno educativo de apoyo.
La medida preventiva antes de la concepción es un consejo genético a tiempo para determinar el riesgo de alteración, o la repetición de un trastorno especificamente genético, o un desorden del cromosoma. La adecuada nutrición de la madre puede contribuir a la base de un buen funcionamiento metabólico del niño.
La edad de los padres también debe tomarse en cuenta.
Durante la gestación, se sugiere el monitoreo fetal, evitar el consumo de alcohol o algún tipo de droga, así como los análisis para detectar alguna alteración cromosómica como la aminocentesis, la muestra del cordón umbilical (CVS) y el ultrasonido, por ejemplo.
La prevención en la infancia temprana consiste en la intervención ambiental.
Referencias
CORONADO, G. Tratado Sobre Clínica de la Deficiencia Mental. Ed. Continental. Mexico. (1984).
PATTON, J.R. Mental Retardation. Ed. Merril Publishing Company. Estados Unidos (1990).
Reciprocidad. Dra. Anna Rosa Navarro. Revista ARARU. No. 20 nov.97-ene-98.