Adoptar es darle un buen nombre al abandono de un niño. Nombre que no viene sino por el Nombre del Padre, legado en el linaje de una familia y una cultura. El Nombre del Padre hace marca y permite un legado; inserta en la serie de significantes que se sumergen en lo S-R, cuerpo y psiquismo, deseo y ley confluyen en un imaginario lastimoso.
Un niño es traído al mundo por efecto del significante: familia simbólica. Un niño es un Sujeto.
Un sujeto llega a su análisis provisto de una gramática y una sintaxis, su narrativa da forma a su fantasma, dicha gramática es el código con que puede leer los actos propios y los de los otros. La novela familiar del adoptado es la misma novelar familiar de la del neurótico biológico dice Lacan en “La Familia”, fantasía mediante, siempre y cuando haya podido hacer una elaboración de los duelos; lo cual es claro cuando vemos su dificultad para acceder al deseo de tener un hijo. “En el principio fue el Verbo”, no implica acción ya que el verbo puede funcionar como tal, o no; como predicado verbal, o como predicado nominal, pero en ambos casos: determina al sujeto.
Hay un sujeto, producto de los padres adoptivos, un predicado para el niño adoptado, marcado por ambos significantes: “padres biológicos” y “padres adoptantes”, que no dejan de nominarlo como tal y, por lo tanto, si fue adoptado, esto siempre llevará implícito el abandono, uno no es SIN el otro. Recordemos que ningún significante puede significarse a sí mismo. De este modo un niño adoptado tendrá que hacer el duelo por 1) haber sido abandonado por sus progenitores y 2) por no ser el hijo carnal de la madre adoptiva. Doble pasaje por el A, doble pasaje por un imaginario que no permite una adecuada inscripción simbólica. Lacan se pregunta “¿Qué es un efecto de lo simbólico en el campo de lo imaginario?” y responde fuertemente: ESTO ALCANZA AL SUJETO. El abandono es una circunstancia real que sobrecarga el precario aparato psíquico de un bebé. Si la relación al objeto es incognoscible sino a través de un análisis, es EN análisis que el paciente adoptado podrá a través de su palabra, de su discurso, volver a ese momento originario y crucial para reconstruir el doble agujero en el espejo para que deje de agujerear su cuerpo, lugar de la mismidad. Lo Imaginario se certifica en lo Simbólico. Un niño adoptado desmiente y denuncia con su presencia la infertilidad de los padres adoptivos. La familia pasará a estar compuesta de este modo por: 1) padre, 2) madre, 3) hijo, 4) el fantasma de los padres carnales que tendrá mayor o menor peso según el caso y que generará o no patología (según la elaboración del duelo que haya podido hacer el niño y sus padres adoptivos).
Adoptar es darle un buen nombre al abandono de un niño. Nombre que no viene sino por el Nombre del Padre, legado en el linaje de una familia y una cultura. El Nombre del Padre hace marca y permite un legado; inserta en la serie de significantes que se sumergen en lo S-R, cuerpo y psiquismo, deseo y ley confluyen en un imaginario lastimoso.