Los resultados muestran que la adulta mayor utilizó auto-reparaciones y hetero-reparaciones, siendo capaz de iniciar, mantener y cerrar el tópico a pesar de manifestar fallas en la selección de palabras y en el ordenamiento de hechos.
Cabe destacar además, que el relato de vida emerge como un medio para construir la interacción social, dar cuenta de quién soy y cuáles han sido los hechos que han marcado mi biografía, en definitiva este tipo de narración debe ser considerada como parte imprescindible del discurso cotidiano que desplegamos cotidianamente en diferentes contextos. Pero además, es necesario considerar que esta narración tiene como fin presentarle una información a otro, quien participa activamente en esta construcción narrativa a través de diferentes vías: asintiendo, preguntando, completando información o parafraseando. En otras palabras quien narra lo hace para alguien que a su vez se convierte en coconstructor de ese discurso. Esto sucede en los actos reales de habla, en esas conversaciones desarrolladas en el parque, en el hogar, en el café, en la calle, contextos diarios y verdaderos de actuación lingüística.
La narración en la persona con queja de memoria
Diversos autores apoyan la tesis de que a pesar del paso del tiempo, la capacidad de narrar es una posibilidad discursiva que tiende a mantenerse en el anciano (Kemper, 1986, Tun, 1989, Obler, 1991). Sin embargo, los efectos del envejecimiento pueden producir un efecto negativo sobre el recuerdo de la información y en la elaboración del discurso coherentemente estructurado (Juncos Rabadán, 1998)
La información que poseemos de cómo se manifiesta el acto de narrar los relatos de vida de adultos mayores en este tipo de escenarios nos señala que esta capacidad sí se conserva en los ancianos, aunque sus historias presenten una forma más simple y menor contenido (Juncos Rabadán, op. cit.). Por otra parte, los resultados de algunas investigaciones (Obler, op. cit.; Tubero, 1999; MacKay, 2007) confirman que al envejecer la capacidad para narrar se verá afectada en lo cuantitativo y en lo cualitativo por las alteraciones en diferentes funciones tales como la atención, concentración y memoria, lo que provoca fallas en el uso de los pronombres y en la recuperación o recuerdo de algunos eventos.
Estas fallas terminan produciendo limitaciones en la capacidad para procesar el discurso narrativo. De acuerdo con Juncos Rabadán y Pereiro (1998) estas alteraciones pueden deberse a variaciones en las funciones ejecutivas, a fallas en la inhibición de la información relevante, al enlentecimiento de la velocidad para procesar los datos y a dificultades para coordinar las tareas. Todo esto puede interferir la manera como el adulto mayor construye su discurso narrativo, especialmente en el contexto de la conversación. Mas aun en el caso de presentar queja de memoria o un trastorno cognoscitivo leve, el cual se refiere a las limitaciones que presentan los individuos que tienen un impedimento cognoscitivo evidente, pero que aun han desarrollado una demencia (Petersen, 2004).