Una campaña de la Federación de Consumidores en Acción (Facua) en 2004 advertía de que el uso compulsivo del móvil podía derivar en importantes desórdenes propios de la adicción. Y no se equivocaba ni un ápice. Hoy en las consultas de los psicólogos crece el número de personas que presenta trastornos de conducta derivados del uso sin control del terminal y de las nuevas tecnologías. Éstos exhiben sentimientos de ansiedad cuando el teléfono no funciona o se queda sin batería y serias dificultades para alejarse de él durante poco tiempo. Además, emplean el móvil como principal vehículo para comunicarse. A estos síntomas no se escapan los niños de la provincia, y ya suena como una de las principales adicciones del siglo XXI.
Muchos jóvenes usan sus teléfonos como una prolongación de sí mismos, como un atributo permanente de su identidad. Y eso sucede en la provincia bajo el nombre de «problemas de conducta». Pero cuando los profesionales escarban un poco en el menor llegan a la raíz del problema: el mal uso del móvil. Y con ello ya se ha topado la asociación especializada en toxiconomanías Proyecto Hombre, que ha tratado a cinco adolescentes por este tipo de adicción.
«Todo surgió hace cuatro años, cuando nos vino una chica joven que era consciente de que no podía controlar el uso del móvil», aseguró el presidente de Proyecto Hombre, Luis Bononato. Después de este caso llegaron otros con el mismo problema como también lo han hecho a la Coordinadora Comarcal Alternativa de Gibraltar. Y esas muestras de alteraciones de conducta y aislamiento social también las ha visto el neuropsicólogo clínico Gabriel González, que señaló que «han aumentado los casos de fobia y agorafobia en la provincia y, eso se está produciendo en chavales que cumplen años, pero que no maduran socialmente ni culturalmente». De ahí que este especialista calcule que tres de cada diez chicos están en situación de riesgo.
Lo principal para Proyecto Hombre es especificar que no tratan las adicciones como sustancias u objetos, sino que examinan a la persona en sí. «Los padres, en este caso, se deben dar cuenta de que el problema no es el móvil, sino que el conflicto parte del mismo chico». La familia, en el caso de los jóvenes, es un elemento crucial; por eso, el proceso para recuperarse atiende el área familiar, laboral y social. «Son tres pilares fundamentales, pues los padres han de reconocer que con frecuencia se trata de una forma de llamar la atención».
Diario de Galicia
17/12/2006