Lissette Cerda, docente Carrera de Educación Física de la Universidad Andrés Bello explica los niños deben ser estimulados desde su gestación y que desde el momento de su nacimiento deben tener la mayor cantidad, calidad y variedad de experiencias motrices.



Correr, saltar, trepar o patear una pelota, son conductas que cualquier niño debería poder hacer a los siete años. Sin embargo hay pequeños que por diversas razones llegan a esa edad sin poder lograr esos ejercicios que para sus compañeros son cotidianos.



Lissette Cerda, docente de la Carrera de Educación Física de la Universidad Andrés Bello, explica que durante su infancia, entre los dos y los siete años, los niños deben alcanzar una serie de movimientos que les permiten interactuar, jugar y desarrollarse en un futuro en lo deportivo.



En este caso la observación es clave para darse cuenta cuando un menor no ha logrado el desarrollo de sus habilidades motrices o qué tan evolucionados están sus movimientos. Los niños con problemas de psicomotricidad presentan, por ejemplo, torpeza en sus movimientos, dificultades para relajar el tono de sus músculos en forma voluntaria e incluso, en algunos casos, en vez de relajarlos los contraen exageradamente, inestabilidad motriz y tartamudeo.



La especialista agrega que en general los trastornos psicomotrices están muy ligados al mundo afectivo de la persona; por lo que en la valoración se debe contemplar la globalidad del individuo, buscando que el niño consiga un mayor dominio sobre su propio cuerpo y, por tanto que logre más autonomía.



Por ello, es importante que el pequeño sea estimulado desde su gestación y que desde el momento de su nacimiento tenga la mayor cantidad, calidad y variedad de experiencias motrices. Es aconsejable facilitarle un espacio seguro para que puedan explorar y conocer su entorno, diferentes formas, colores, texturas y distancias, lo que ayuda a la apertura del pensamiento cognitivo. En este sentido el juego es una gran oportunidad para que los niños puedan explorar en estos ámbitos.



Se recomienda especialmente que los menores puedan trepar, escalar distintas alturas, correr y perseguirse. Y, en ese aspecto es importante que los padres no los limiten en sus actividades. Que les brinden un espacio seguro y la oportunidad de exploración. “A mayor exploración motriz, habrá un mayor desarrollo de las habilidades motrices y lo más probable es que si un adulto les prohíbe trepar o subirse a un árbol, cuando estén solos lo hará de todas formas, con el riesgo de accidentarse si no han tenido la experiencia de hacerlo”, explica Lissette Cerda.

La Segunda
20/11/2006