Las anomalías visuales —o ametropías—, como la miopía, la hipermetropía o el astigmatismo, no se curan; son simples defectos funcionales de la visión, por lo que su incidencia no sólo no disminuye sino que se ve acrecentada por el progresivo aumento de la escolarización en los países desarrollados y su detección más temprana.
Un escolar que tenga serias dificultades para realizar sus actividades cotidianas, como leer, escribir, estudiar, dibujar, hacer deporte, ver la televisión o manejar un ordenador, entre otras, le surgirán una gran cantidad de limitaciones sociales que irán en perjuicio de su desarrollo y de sus oportunidades, de su personalidad y de su carácter.
Estos niños necesitan de forma urgente un perfecto estudio de sus capacidades y deficiencias visuales, un adecuado tratamiento de estas últimas con compensaciones ópticas —bien gafas o lentes de contacto— o terapia visual, o ambas cosas a la vez. Una vez que el problema visual haya desaparecido, estos escolares dejarán de presentar dificultades visuales y se sentirán mucho más capaces de afrontar los duros retos de esta etapa de la vida.
“En este sentido —afirma Juan Carlos Martínez Moral, decano del Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas de España— es muy importante que tomemos conciencia, tanto profesionales, como padres y educadores, de la necesidad de una detección precoz de las deficiencias visuales, en beneficio de una disminución de las estadísticas que señalan cifras de bajo rendimiento e incluso fracaso escolar”.
alcorcon
3/09/2006