Los trastornos del espectro autista (TEA) son una alteración del neurodesarrollo que afecta a 1 de cada 54 personas, según los últimos datos, una prevalencia que supone ya un problema de salud pública. La UE y Estados Unidos han puesto en marcha ambiciosos planes de financiación para dar respuestas sobre el origen, diagnóstico y manejo de los pacientes.
En los últimos 20 años el aumento es exponencial y, en la mayoría de los casos, no se conoce la causa, aunque lo más probable es un origen multifactorial sobre una base genética.
Las personas con TEA pueden presentar muchos síntomas y con distinta intensidad, aunque se centran en problemas en la comunicación y las relaciones sociales y una conducta inflexible, con resistencia a los cambios y con intereses obsesivos o reiterativos.
Además de síntomas «nucleares», existen trastornos «comórbidos» que empeoran el trastorno significativamente. Algunos son la ansiedad, la irritabilidad, la baja autoestima, los problemas alimentarios o de integración sensorial o el trastorno por déficit de atención, con o sin hiperactividad (TDAH).
La falta de sueño perjudica el funcionamiento diario de las familias que lo sufren y las desestabilizan emocionalmente
Sin duda, en los niños, uno de los trastornos más frecuentemente asociado al TEA, y que más afecta a la calidad de vida, son los trastornos del sueño. Se estima que el 80 por ciento de los niños con TEA los presentan y los continúan sufriendo de adolescentes y adultos.
En general, los niños con TEA tienen una latencia del sueño más larga y les cuesta más dormirse. Además, se despiertan más veces durante la noche y sus despertares son más largos que en los niños de desarrollo estándar. Hay que decir también que, en estos últimos niños, el sueño se regula solo, y en los niños con TEA sucede únicamente en el 8 por ciento de los casos.
Dichos trastornos de sueño afectan a los niños, como pacientes, y a su entorno familiar más cercano. La falta de sueño perjudica el funcionamiento diario de las familias que lo sufren y las desestabilizan emocionalmente.
Los padres, que no pueden conciliar el sueño, presentan elevadas tasas de absentismo laboral, disminución de la productividad y bajas recurrentes; y los hermanos, una reducción del rendimiento escolar.
El manejo básico se basa en fomentar una adecuada higiene del sueño (pautas y recomendaciones), asociada, en muchos casos, al uso de fármacos
Desde la neuropediatría, los trastornos del sueño en niños con TEA no tienen tratamiento específico. El manejo funbdamental se basa en fomentar una adecuada higiene del sueño (pautas y recomendaciones), asociada, en muchos casos, al uso de fármacos.
La melatonina es la opción más utilizada por su efectividad, facilidad de uso y, sobre todo, seguridad. Pero no siempre funciona, porque en el formato disponible su efectividad en niños es buena para favorecer el inicio del sueño y las primeras fases, pero no para mantenerlo a lo largo de la noche.
Por tanto, se necesitaría una melatonina concreta, de liberación prolongada, que a día de hoy no está disponible para la población pediátrica. Esto prolongaría su efecto y favorecería un adecuado descanso durante toda la noche.
Una mejora del sueño de estos pacientes beneficiaría la sintomatología de su enfermedad y la calidad de vida tanto de los niños como de sus familias.
La Nueva España
30/04/2021