«Ante niños con problemas que son complicados no sirve cualquier persona; hay que tener a profesionales especialistas que te entiendan». Maria Antònia Vidal tiene un hijo de 13 años con autismo asociado a una discapacidad intelectual. Es usuaria del gabinete terapéutico de la Fundación Asnimo que se basa en una intervención individualizada. Este método de apoyo lleva en marcha más de un año y medio, y se constituyó a petición de varias familias que quedaron en cierta manera desamparadas cuando la entidad Gaspar Hauser cerró por motivos económicos.
«Tras el cierre se quedó un vacío, desaparecía la entidad de referencia en autismo durante más de cuarenta años en Balears y muchas familias acudieron a Asnimo, una fundación especializada en Síndrome de Down y con experiencia también en la atención temprana de personas con autismo. Empezamos a recibir la demanda», relata Rita Coll, coordinadora del gabinete terapéutico. «Me puse en contacto con los trabajadores que lo llevaban allí, personas que durante toda su vida se dedicaron al autismo», añade. Y es que «mantener a los referentes», en este transtorno «es importantísimo».
Así fue cómo muchos usuarios de Gaspar Hauser pudieron dar continuidad a un servicio especializado. La prevalencia del espectro autista en Balears es del por ciento. «El diagnóstico es enorme. Lo que antes era un niño introvertido ahora se diagnostica. Además los padres están más informados y se han convertido en grandes especialistas», explica el psicólogo Gabriel Bonet.
Ahora atienden a unos 70 usuarios. «El autismo es un trastorno del desarrollo que se manifiesta en las dificultades de comunicación e interacción social, con una serie de conductas e intereses muy restringidos y repetitivos», añade este experto. «Hay diferentes grados, de ahí que se llame espectro, y no tiene cura, es una condición. Nosotros trabajamos con ellos para reducir la cantidad de ayudas que necesitan. La terapia favorece su autonomía», defiende su importancia.
La irrupción de la pandemia de la COVID-19 supuso una ruptura total de los hábitos en personas que necesitan una estructura para poder predecir qué pasará. «El confinamiento destruye cualquier rutina en la que se trabaje durante años que les ayuda a organizarse y a relajarse».
Si bien el centro cerró, «seguimos trabajando de forma telemática», recuerda Rita Coll. Videoconferencias, llamadas, pautas frente a nuevas conductas... «Nosotros les enviábamos material y ellos trabajaban en casa». Este sistema se mantuvo hasta el pasado mes de septiembre cuando de forma paulatina, y con todas las medidas de seguridad, se fue retomando la normalidad.
Ultima Hora
18/12/2020