“Respecto de los derechos de las infancias, la pandemia puso en escena la desigualdad”. La afirmación es de Fernanda Felice, docente, escritora y licenciada en fonoaudiología, quien invitada a reflexionar sobre este año atravesado por la pandemia, afirma que no todas las niñas y niños gozaron de los mismos derechos. Y que esta desigualdad también dejó mucho más en evidencia el trabajo de las y los docentes por garantizar la educación a las infancias.
—¿Qué nos enseñó este tiempo respecto del cuidado de las infancias?
—Desearía que este tiempo nos haya enseñado que las infancias son nuestra responsabilidad, y el lugar que ocupa la escuela en ese sentido. Sabemos, por ejemplo, que niñas y niños transitan situaciones de abuso, maltrato, violencia y abandono en el contexto del hogar. Y las maestras y maestros cumplen un rol fundamental en ese acompañamiento, así como otras organizaciones que resguardan los derechos de las infancias. Por eso este tiempo en el cual niñas y niños han tenido que quedarse exclusivamente en el hogar en muchos casos ha sido una gran preocupación. Porque no han podido expresar sus malestares y preocupaciones. Otro aprendizaje que me parece importante es que muchas veces se insiste con la inclusión de la tecnología en la escuela, como si eso fuese a sustituir recursos pedagógicos y didácticos de las y los docentes. Bueno, esto confirmó que el proceso de enseñanza y aprendizaje presentó dificultades porque faltaba ese lazo afectivo pedagógico imprescindible para construir nuevos aprendizajes. De todos modos, ha sido interesante que podamos comprender que la tecnología es una herramienta que nos permite trabajar contenidos pedagógicos valiosos.
—De las experiencias o debates que circularon en este tiempo sobre las infancias. ¿Alguno te preocupó más?
—Lo que más me preocupó de lo que se puso en debate es que muchas actividades que de a poco se fueron abriendo siempre han tenido que ver más que nada con la economía o con el mundo adulto. A partir del mes de agosto podríamos decir que las personas grandes empezamos a poder desarrollar casi todas nuestras actividades: ir al gimnasio, a un culto religioso, a la peluquería o a un bar. Sin embargo todas las actividades que tienen que ver con la infancia fueron postergadas. Quizás en nombre del cuidado de la salud física de las niñas y los niños, no se pudieron pensar protocolos y en la habilitación de actividades fundamentales para la infancia que tienen que ver con el tiempo libre, la recreación, el juego y el deporte. Es decir, no pudieron pensarse medidas de cuidado y protocolo, por ejemplo, para que las niñas y los niños disfruten de los juegos, las plazas y los parques al aire libre, o de otros espacios culturales tan preciosos que tiene esta ciudad como el Tríptico de la Infancia. Lógicamente el mercado y la economía suelen generar sus propias presiones. No vamos a negar que muchas personas han visto afectados sus ingresos por esta situación, pero lo que trato de decir es que en algún punto siempre la mirada está puesta en el universo adulto y las infancias quedan relegadas.
—¿Y sobre el debate de la vuelta a clases presenciales?
—Lo que más me preocupa es cuando la atención queda exclusivamente puesta en la salud física, cuando en realidad la salud es un concepto mucho más complejo que se expresa en distintas dimensiones: biológica, psíquica, social y racional. Por supuesto que hay que tomar medidas de cuidado para que las niñas y los niños no se contagien ni se enfermen. Pero además tenemos que tener en cuenta que este virus impuso una pandemia signada por el aislamiento, el distanciamiento y nuevos modos de comunicación a la distancia. Eso ha impactado en otros aspectos de su salud, si entendemos que se trata de una concepción más bien integral. Por eso cuando escucho hablar del uso de barbijos, mascarillas, aulas burbuja, distanciamiento, disposición en aulas y patios —en los cuáles parece muy difícil poder compartir—, habría que reflexionar que eso no va a ser sin consecuencias. Tenemos que cuidar la subjetividad y la construcción de lazos que suceden en el contexto de la escuela y que son tan fundamentales para los aprendizajes de niñas, niños y adolescentes. Pienso sobre todo en los más pequeñitos y pequeñitas, porque lógicamente muchas de esas reglas se les pueden volver muy difíciles de cumplir después de tanto tiempo lejos de sus compañeras, compañeros y docentes. Han transitado un año muy difícil, han extrañado mucho la escuela y se necesita de la construcción de esos vínculos en el contexto del aula y de los recreos para poder seguir aprendiendo.
—En tus redes sociales siempre destacás el trabajo de las y los docentes en este tiempo. ¿qué opinás de los ataques a su trabajo y a la escuela que cada tanto se escuchan?
—Provocan enojo pero no demasiada sorpresa. Estamos acostumbradas y acostumbrados a ese discurso que tiende a poner en tela de juicio a las y los docentes, que se pusieron al hombro a las escuelas, que no solo pusieron en juego todos los saberes con los que contaban, sino que además tuvieron que aprender nuevos conocimientos. Algunos que tienen que ver con la tecnología. Pero también otras docentes y maestros que saben que la virtualidad no es posible, porque sus estudiantes no tienen los mismos derechos que otras niñas y niños y tuvieron que ingeniárselas para crear otro tipo de herramientas y recursos que les permitan sostener el vínculo afectivo y pedagógico. Y confirmarles que es preciso seguir enseñando y aprendiendo. Sabemos que hay docentes que han acercado el material a pie, en bicicleta, con los bolsones de alimentos, en merenderos o radios comunitarias. Y en los mejores casos hay quienes han podido sostenerlo a través de clases virtuales o de plataformas educativas.
—También es cierto que hubo una tensión entre docentes y grupos de padres que pedían la apertura de las escuelas. Fue complejo eso también.
—Sí, fue complejo. Y me parece que muchos medios de comunicación colaboran para que siempre surja esta disputa entre familias y escuelas. Porque sigue funcionando en el imaginario colectivo, por lo menos de parte de la sociedad, que las maestras y maestros deben cumplir con todos esos mandatos impuestos. De esa manera nos olvidamos que en realidad son trabajadores que tienen derecho a reclamar por lo que corresponde, por sus salarios, por las condiciones de trabajo. En este caso particular, tenía que ver con el resguardo de toda la comunidad educativa. Que eso incluía además a las niñas y los niños.
—En este tiempo de vacaciones, alguna palabra que le quieras dejar a los padres y madres.
—Deseo que este tiempo nos permita poder comprender que los aprendizajes se construyen siempre con otras personas que no saben andar apresurados. Que es más importante estar atentas y atentos a los aprendizajes que van construyendo las niñas y los niños antes que los contenidos, la currícula escolar y el calendario que va marcando la agenda. Muchas veces nos perdemos de respetar los tiempos de las infancias. También deseo que les podamos confirmar a las niñas y a los niños que nos sentimos muy orgullosos y orgullosas por el trabajo y el enorme esfuerzo que han hecho estando lejos de las aulas, de sus compañeras, compañeros y docentes. Y ojalá que todas estas estrategias que las maestras y los maestros han puesto en juego, donde además han recuperado el valor del diálogo, la literatura y el juego como herramientas y recursos para para construir aprendizajes, sean tenidos en cuenta cuando volvamos a las escuelas y a las aulas. Sobre todo porque va a ser necesario dedicar mucho tiempo para que circule la palabra, para que las niñas y niños puedan contar las vivencias y experiencias que han tenido, porque esto no ha sido nada fácil. Sería bueno que además aprendamos que si bien estamos muy ocupados y preocupados por las salud en el sentido del bienestar físico y biológico, este tiempo también ha impactado en otras dimensiones de la salud que tienen que ver con lo psíquico, con lo social y con lo racional. Necesitamos cuidar a las niñas y a los niños en todos esos aspectos.
La Capital
31/12/2020