La pandemia de coronavirus está impactando notablemente en la salud mental de la población. No solo aumentan el número de personas con trastornos como la ansiedad o la depresión, sino que también se agravan aquellos casos diagnosticados antes de la llegada del virus. Pero esta realidad esconde también su lado más oscuro: las tentativas de suicidio han aumentado este año después del confinamiento, tras la "contención" que se produjo de marzo a junio. En paralelo, suben también el consumo de ansiolíticos, antidepresivos y analgésicos.
No hay cifras actuales al respecto, entre otras cosas porque el Instituto Nacional de Estadística (INE) las actualiza cada dos o tres años. Pero los psiquiatras y las entidades atestiguan esta realidad. "No hay datos objetivos porque no hay estudios aún de cuánto han incrementado. La sensación es que estamos viendo más intentos de suicidio desde el desconfinamiento", señala Aina Fernández Vidal, de la Unitat de Prevenció del Suïcidi del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau (Barcelona).
Según datos de la consultoría farmacéutica Iqvia, de enero a septiembre de este año, en España, han aumentado un 4,8% el consumo de antisicóticos, un 3,2% el de hipnóticos y sedantes, un 4,2% el de tranquilizantes y un 4,1% el de antidepresivos
Durante los dos meses y medio de cuarentena que España vivió la pasada primavera, en Catalunya se redujeron los suicidios, como reveló en septiembre la Conselleria de Salut con los datos en la mano de Codi Risc de Suïcidi (CRS). En los meses de encierro, hubo una bajada abrupta de pacientes que iban a las urgencias de los hospitales (a no ser que tuvieran covid-19 o fueran sospechosos de ello). Hubo "más contención" en las familias. No poder salir a la calle limitaba los métodos para ejecutar el suidicio, certifica Vidal.
Pero ahora la situación se ha invertido. Desde el desconfinamiento y especialmente durante los meses de junio y julio, aumentaron las visitas a las urgencias de los hospitales "por todos los motivos", incluidos las tentativas de quitarse la vida, dice Vidal. Los pacientes que después pasan a ser tratados en la Unitat de Prevenció del Suïcidi de Sant Pau son "casos graves" que, no obstante, no requieren de un ingreso hospitalario.
Esta psiquiatra está viendo "de todo". "Personas que ya tenían un trastorno de base y han recaído, personas que han debutado con un síndrome ansioso-depresivo debido a una situación estresante -dificultades económicas, irse al paro, un erte, la muerte de un familiar...-. Hay muchos duelos", destaca Fernández.
Y subraya, además, que también se constata un "agotamiento" en los profesionales del hospital, a quienes el centro ha hecho un seguimiento. "Es como que no hay tanta energía. Después del trabajo que se hizo, las vacaciones fueron limitadas", añade. Fernández advierte de que la actual situación hará que aumenten las personas con síntomas ansiosos y depresivos, lo que aumentará el riesgo de conductas suicidas.
A partir del verano
La Associació Catalana de Prevenció del Suïcidi (652 873 826) está teniendo este año entre un 20% y un 30% más de solicitudes. Esta entidad acompaña a familiares y amigos de personas que, o bien verbalizan la posibilidad de quitarse la vida, o bien lo han intentado. "Nos contactan más familias que necesitan recursos", dice Clara Rubio, la presidenta.
"Desde verano, la mayoría de ellas menciona el covid-19, el cual ha empeorado la situación de malestar del afectado/a. Hablan de pérdidas de trabajo. Los factores de riesgo asociados al suicidio se han acentuado o empeorado debido a la pandemia", añade.
La tesorera de la entidad, Laura Horcajo, destaca también que están teniendo muchos usuarios que aseguran que su familiar no había experimentado antes ni ansiedad ni depresión. Y que, además, esta situación se está notando especialmente durante esta segunda oleada de coronavirus, más que en la primera.
El Teléfono de la Esperanza (682 300 003 / 682 900 500 / 681 101 080), un servicio con más de 50 años de experiencia de la Fundació Ajuda i Esperança, recibió un 26% más de llamadas desde el 14 de marzo al 30 de junio con respecto al mismo periodo del año anterior. Si antes del covid-19, el Teléfono de la Esperanza recibía una llamada de alguien que se quería suicidar cada tres días, ahora está recibiendo una media de cinco al día relacionadas con esta problemática.
La franja de edad más presente en las llamadas es la de las personas de entre 50 y 59 años (26,6%), seguida la de los 40 a 49 años (19%). La mayoría de quienes llaman son mujeres (un 63%, frente a un 27% de hombres). Y un 43,3% de quienes llaman viven solos.
"El principal motivo de las llamadas es la salud mental [un 48,7%]. Después, la soledad [un 36%] y, por último, el covid-19 [un 25,7%]. La crisis del covid agrava las problemáticas ya existentes", asegura el psicólogo de la fundación Sergio García.
La Fundación Ajuda i Esperança también gestiona el Telèfon de Prevenció del Suïcidi (900 925 555) del Ayuntamiento de Barcelona, que es gratuito y funciona las 24 horas. Se puso en marcha en agosto, por lo que no se pueden hacer comparativas con años anteriores. Desde entonces y hasta el 11 de noviembre, recibió 446 llamadas, 18 de ellas por un suicidio inminente. La mayoría de los que llaman a este número son jóvenes de entre 18 y 29 años, en los que se observa, según García, "principalmente trastornos de ansiedad o sintomatología ansiosa".
El Periódico
6/12/2020