Desde siempre se ha valorado mucho el que una persona pueda hablar más de un idioma. En la edad adulta se abren más puertas a nivel laboral. Lo mismo en la relación e interacción con personas de diferentes nacionalidades. “El bilingüismo aporta una gran cantidad de beneficios, por ello, muchas familias deciden hablar a sus hijos en varios idiomas desde su nacimiento”, declara Virginia Company de Lucas, pedagoga especializada en logopedia. No obstante, algunas hipótesis, como que los niños hablen más tarde o confundan palabras, generan preocupación para fomentar esa habilidad en sus hijos. “Estudios sobre bilingüismo en edades tempranas (K. Oller en 1997 | F. Genesee et L.A. Petitto), demostraron que el niño que aprende a hablar más de un idioma, consigue hacerlo y combina palabras alrededor del año o los dos años, lo mismo que aquel que solo hable uno”, menciona Elena Martínez Campayo, logopeda.
Al nacer, el bebé aprende a hablar la lengua materna sin problemas, pero consigue acceder a otras. “En el aprendizaje de las diferentes idiomas, se observará la intención comunicativa y el uso -en ocasiones- de ambas lenguas, porque existe un doble recurso, algo que niños que solo hablan un idioma no poseen”, manifiesta Martínez Campayo. “El bilingüismo en el bebé no causa retraso en la adquisición del lenguaje ni en el desarrollo del habla”, afirma la logopeda. “Pero, sí afecta positivamente a su capacidad cognitiva, así como a las estructuras cerebrales que la sustentan”, asevera Sandra García, psicóloga sanitaria. “Me daba miedo que mi hija naciera conviviendo con dos idiomas, el noruego y el castellano. Había escuchado que se evidenciaría cierto retraso y que mi hija hablaría más tarde que el resto de niños de su edad. Actualmente el desarrollo está siendo normal. Posee un registro de unas 10 palabras”, aclara Belén Muñoz, madre de una niña de 15 meses, que trabaja en Noruega.
Es importante una correcta interacción lingüística desde el nacimiento
Expertos aseguran que a los cuatro meses de edad -la etapa más receptiva a nivel lingüístico-, el cerebro del bebé logra albergar todos los sonidos posibles y discriminar dos lenguas diferentes. “Esto es posible en esa etapa, gracias a su capacidad auditiva y visual, con los movimientos faciales (elementos no verbales), (Sebastián Gallés y Bosh, 2001)”, manifiesta García.
Cuánto más tiempo se tarde en introducir una segunda lengua, existirá una mayor dificultad para su comprensión y asimilación. “Los bebés se benefician de no presentar una lengua registrada. Esperar más allá de los 11 meses dificultará la adquisición”, declara Martínez Campayo. “Para que el aprendizaje de una segunda lengua sea real por parte de un nativo, más allá de los 2-3 años del niño podría observarse, algún aspecto en la pronunciación que las personas nativas no tienen”, refiere la pedagoga.
“A partir de los ocho meses, los bebés son capaces de diferenciar otras lenguas con las que no han tenido contacto, lo que les permite recibir la información más relevante para discriminar una de otra. Esto denota una adaptación específica del sistema atencional del cerebro. Otro aspecto a destacar es el control ejecutivo de la flexibilidad mental, ya que a esa edad, incluso cuando aún no han comenzado a hablar, pueden adaptarse a los cambios de idiomas respecto si les habla un familiar u otro (Costa, Hernández y Baus, 2015)”, subraya la experta en psicología.
Investigadores de la Universidad de Washington con Patricia K. Kuhl a la cabeza descubrieron que el que un bebé aprendiese fonemas y vocablos de una segunda lengua sucede por la interacción social.
Si los padres del niño, hablan dos lenguas perfectamente e interactúan con el niño en las dos, él es capaz de reconocer los sonidos de cada una de ellas. Esa exposición va acompañada de un componente emocional y comunicación personal. La sola exposición auditiva no es suficiente. “Con el tono, los gestos o las expresiones y gracias a la neuroplasticidad del órgano, el bebé se moverá libremente en su ambiente”, argumenta García.
El cerebro de un niño bilingüe debe esforzarse más
El cerebro en un niño que hable dos idiomas tiene que esforzarse más (existen probables cambios estructurales), para discriminar las diferentes lenguas y elegir en cada momento. Esto se incrementa si se inicia en un tercero (idioma). Estudios sobre bilingüismo hablan de una ralentización en la enunciación del concepto. “Tal y como indican Costa et al. 2015, el desarrollo lingüístico de los bebés bilingües y monolingües transcurre de forma similar. Sin embargo, uno de los retos más importantes para los niños bilingües es aprender a diferenciar las dos lenguas. Los primeros años del niño y de forma involuntaria, se puede observar alguna mezcla en los idiomas, pero este es un fenómeno transitorio”, sostiene Company de Lucas.
Los niños necesitan organización y que se asienten las conexiones cerebrales para interiorizar cada idioma. “Giulia dice pocas palabras y en italiano. Nosotros le hablamos italiano en casa y nuestros amigos en castellano. Es curioso que combina la palabra “aquí” en castellano y en italiano (cui), formando “acui”. Mi hermana vive en Alemania. Su hija habló con unos dos años. Decía frases en italiano donde colocaba una palabra en alemán. Con tres años ya no mezclaba y con cinco años que tiene ahora, habla perfectamente ambos idiomas”, declara Federica Forino por su hija y sobrina respectivamente.
Martínez Campayo quiere animar a las familias a acudir a un logopeda si notan retraso en el habla en sus hijos: “Cuando el niño que convive con dos o más lenguas, ha hablado más tarde o incluso presenta un retraso en el área del lenguaje, es importante aclarar que esta situación no se ha producido por enfrentarse a varios idiomas”.
El País
13/11/2020