La familia de Martín, un niño cántabro con TEA, ha lanzado un crowdfunding para conseguir un can de estas características que ayude a mejorar la calidad de vida de su hijo, y cuyo coste, para el que no hay subvenciones públicas, ronda los 15.000 euros
“Su hijo tiene una sintomatología y unos comportamientos compatibles con el Trastorno del Espectro Autista (TEA)”. Muchos padres han tenido que enfrentarse a esa frase en algún momento de su vida y, aunque puede llegar sin esperarlo, en este caso llegó tras unos meses intuyendo que había algo que no marchaba como debía. Así, de esta forma tan obtusa, una sola frase logró cambiar por completo la vida de toda la familia de Martín, pero sobre todo la de sus padres.
Ellos, que prefieren no dar sus nombres, son los responsables de buscar incansablemente cualquier mecanismo que pueda mejorar la vida de su hijo de tres años, y a pesar de la atención especial en el colegio y de las visitas -ahora telefónicas- a la psiquiatra, sus padres aspiran a algo más: un perro de asistencia social.
Quizá el concepto suene novedoso pero realmente no es así. El ejemplo más conocido es el de los perros guía de las personas con discapacidad visual, pero hay muchos más casos como este en los que los canes son considerados como ayuda técnica o esencial para las personas con alguna diversidad funcional.
Ahora, tras años de estudios que lo confirman, algunos padres están empezando a conocer que este tipo de perros son “muy beneficiosos” para los niños con autismo. “Aumentan las habilidades sociales, evitan que los niños se escapen en una crisis y disminuyen su estrés y la ansiedad ante los cambios, uno de los rasgos más significativos en los TEA”, comenta Rocío Marín, adiestradora de la Fundación Kuné.
“Hay personas que nos han acusado de querer algo muy caro y hay otras que nos han dicho que nos vamos a quedar con el dinero, ¡si yo solo quiero mejorar la calidad de vida de mi hijo!”, señala la madre del pequeño con cierta rabia. Y es que estos perros, tal y como cuentan desde Kuné, deben someterse a un adiestramiento de dos años. “No es un precio tan alto como el de los perros guía, por ejemplo, que llega a los 36.000 euros, pero es que nuestro proyecto es social por lo que nos encargamos también de buscar parte de la financiación. Aquí lo importante es conseguir darle al niño la herramienta que necesita” explica Rocío Marín.
Y llegar a conseguirlo es el principal problema que ven ahora estos progenitores que tras tres años de lucha no tienen entre sus planes dejar de hacerlo para que su hijo consiga tener una vida lo más normal posible: “La mayoría de las madres con las que he hablado terminan por frustrarse con el sistema porque parece que ya no hay más opción que verlos como niños con discapacidad, y muchas no optan a estas cosas por lo difícil que es económicamente”, afirma la madre de Martín.
Diario
6/10/2020