La psicomotricidad, como técnica terapéutica o de trabajo de estimulación, nace de los avances que se han obtenido en las neurociencias y se han aplicado en distintas áreas, obteniendo resultados favorables cuando se trata de progresos en el método de entrenamiento deportivo, reducción de los tiempos de recuperación de personas con daño neurológico, entre otros. Pero, además, la psicomotricidad se está aplicando en educación y forma parte de los programas de integración escolar y de otros que se utilizan en Chile como un nuevo método de aprendizaje basado en neurociencias.
Desde una perspectiva generalizada, la psicomotricidad nace a principios del siglo XX por el médico neurólogo Ernest Dupré, quien basó sus estudios de trastornos del desarrollo psicomotriz, relacionando anomalías neurológicas y psíquicas con las motrices.
Una de las increíbles ventajas es que la psicomotricidad debe ser abordada considerando todas las características de los niños, es un error utilizar las mismas estrategias para trabajar con todos los niños por igual. La Educación Psicomotriz no sólo incluye la calidad del movimiento, también se da mayor hincapié a la personalidad con la que se está desarrollando el niño(a), el entorno que lo rodea, su conducta, su forma de interactuar con el medio, sus necesidades y su motivación o si presenta alguna necesidad educativa especial como TEA, TDAH, Síndrome de Down, espectro autista, siendo éstas las que se encuentran más presentes en los establecimientos educacionales.
Su aplicación va dirigida a desarrollar de manera integral los procesos de aprendizajes en las habilidades escolares, considerando al niño(a) como un todo, un ser integral que no sólo debe memorizar, también debe leer, escribir, vestirse, opinar, tener una idea, colocarse en el lugar de otro, adaptarse, comprender información entregada y crear una opinión atingente, debe tener amigos, ser parte de una familia y un ser social.
Para lograr estos objetivos, la educación psicomotriz ha considerado lo más importante que tienen todas las personas cuando son niños y que es la base de muchos de nuestros aprendizajes: el juego. Si piensas en las mejores experiencias de tu infancia, ¿Qué recuerdas? En su mayoría, estos recuerdos provienen del momento en que te encontrabas jugando con amigos. Por ejemplo, al jugar a la escondida aprendiste a contar hasta diez, aprendiste a jugar adaptándote a las reglas del juego, aprendiste a manejar la ansiedad y controlar tus movimientos para no ser encontrado o buscaste la manera de aprender a diferenciar siluetas por la falta de iluminación para encontrar a los demás, entre muchas otras habilidades que se adquieren jugando.
El jugar nos ayuda a sociabilizar, nos enseña a adaptarnos a los cambios, nos ayuda a superar la frustración, es entretenido, es dinámico e inclusive espontáneo. Desde la infancia nos forma como persona porque incluye todas nuestras características que nos hacen únicos. Jugando puedes aprender lógica matemática, potenciar funciones ejecutivas, formar líderes, crear lazos con los demás, ser parte integral de la sociedad, por lo que el juego cubre todas las áreas que forman a una persona y, lo más importante, el juego también motiva. Es importante dejar un tiempo disponible en el día para jugar con los niños(as) y realizar diversas actividades como el juego de roles o jugar al pillarse.
La constante práctica hará que los niños potencien todas sus habilidades motrices, favorezcan el desarrollo de nuevas conexiones neuronales, disminuyan sus niveles de estrés y optimicen las habilidades de aprendizaje. Para el caso de los niños con alguna necesidad educativa especial, el que aprendan a jugar y lo practiquen constantemente potenciará sus habilidades cognitivas, motrices y socioafectivas, observando resultados positivos en el corto tiempo.
Rancaguino
24/09/2020