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La disgrafía es una discapacidad de aprendizaje que se debe a un trastorno neurológico y que caracteriza por problemas con la escritura. Puede afectar tanto a niños como adultos y niños. El síntoma más común es la escritura ilegible, al que se suman una mala ortografía, mezcla de letras, dimensionamiento y espaciado inapropiados de las palabras y dificultad para copiar palabras y para visualizar palabras antes de escribir, entre otros.
Otra de las consecuencias que sufren las personas con disgrafía es que tienen problemas para concentrarse en otras cosas mientras escriben, por eso suelen tener muchas dificultades para tomar notas, por ejemplo, en una clase o en una reunión. Normalmente estos síntomas afectan a la autoestima de los que lo sufren y generan ansiedad, falta de confianza y actitudes negativas.
Cuando la disgrafía se produce en la infancia, se suele deber a un problema de la codificación ortográfica, debido al cual les cuesta recordar permanentemente las palabras escritas y la forma en que sus manos o dedos deben moverse para escribirlas. En el caso de los adultos, la causa suele ser un derrame cerebral u otra lesión en el cerebro. En particular, la lesión del lóbulo parietal izquierdo del cerebro puede conducir a una disgrafía.
Hay algunos casos en los que existe un mayor riesgo de padecer disgrafía. Por ejemplo, en las personas que tienen trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), la dislexia y la discapacidad de aprendizaje del lenguaje oral y escrito, que provoca problemas para colocar las palabras en el orden correcto en una oración y dificultad para recordar palabras.
Aunque la dislexia es un trastorno de lectura y la disgrafía es un trastorno de escritura, a veces pueden confundirse entre sí, porque generalmente, las personas con dislexia también pueden tener problemas con su escritura y ortografía. El diagnóstico de la disgrafía, tanto en el caso de los niños, se realiza mediante una serie de pruebas la evaluación de trabajos escritos, coeficiente intelectual y copiar palabras, entre otras.
Una vez diagnosticada, la terapia ocupacional puede ser útil para mejorar las habilidades. Algunos ejercicios típicos consisten en enseñar a coger bien el lápiz o el bolígrafo para facilitar la escritura, trabajar con plastilina, trazar letras con los dedos en arena u otra superficie, dibujar líneas dentro de laberintos, conectar los puntos, etcétera. También hay varios programas de escritura que pueden ayudar a niños y adultos a formar letras y oraciones en papel.
Si hay otras discapacidades de aprendizaje o problemas de salud, las opciones de tratamiento también deberán abordar esas condiciones. Es posible que se necesiten medicamentos para tratar el TDAH, por ejemplo. Generalmente, todas estas terapias pueden ayudar a mejorar la capacidad de escribir. Pero siempre es importante trabajar en conjunto, sobre todo en caso de los niños, con la escuela y los maestros para realizar adaptaciones y seguir el ritmo del afectado.
El Nacional
22/02/2020