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La disfagia es una afección que altera la deglución, impidiendo a los pacientes que la padecen tragar de forma segura y eficaz. Se trata de un síntoma altamente prevalente en personas mayores, afectando también, y en gran medida, a pacientes que conviven con una afectación neurológica como el ictus, demencias o párkinson, entre otras, o a aquellos con cáncer de cabeza y cuello.
Es de alta importancia adaptar las texturas de los alimentos en los pacientes con disfagia, de manera que facilite de forma significativa la seguridad y eficacia en la deglución.
Este mes, del 9 al 15 de diciembre, se celebra la semana internacional de la disfagia. La disfagia orofaríngea es un síntoma común de muchas enfermedades, que también se da en personas mayores, caracterizada por conllevar dificultades para tragar. Las principales consecuencias que conlleva esta patología son la desnutrición, la deshidratación, complicaciones respiratorias y neumonía por aspiración, incrementando con ello el riesgo de mortalidad en estos pacientes[i].
La prevalencia de la disfagia orofaríngea es mayor de lo que se suele conocer. De hecho, la mitad de las personas que han sufrido un ictus tendrá problemas de disfagia. Pero no es la única causa que produce este síntoma, y puede surgir como consecuencia de otras enfermedades o condiciones del paciente que dificultan la deglución como por ejemplo demencias, enfermedad de párkinson (la prevalencia oscila entre el 52-82%), enfermedad de alzhéimer (57-84%), enfermedad de la neurona motora (30-100%), cirugía de cáncer de cabeza y/o cuello (44-50%), etc. Otro factor importante que causa disfagia es la edad. En España, afecta al 40-50% de las personas mayores[ii] y hasta al 60% de los mayores institucionalizados[iii] (que viven en una residencia). Pese a su alta prevalencia, el 90% de los casos no están diagnosticados.
La importancia de adaptar las texturas de los alimentos en los pacientes con disfagia
La deglución es uno de los mecanismos neurológicos más complejos del cuerpo humano, y puede verse alterada en las personas que tienen afectación neurológica. La disfagia puede poner en riesgo a la persona que la padece, ya que si no se ponen medidas para facilitar una deglución segura se pueden producir consecuencias graves para su salud.
Los alimentos para pacientes que presentan disfagia deben tener una textura adaptada, que facilite de forma significativa la seguridad y eficacia en la deglución. Esto se consigue adaptando la dieta en una triple vía: adaptación de la textura de los sólidos y de la viscosidad de lo líquidos; adaptación del contenido calórico y proteico; y palatabilidad, gusto y sabor para proporcionar calidad de vida.
Debido a su textura específica, estos alimentos tienen una imagen de puré, lo que puede hacerlos menos apetecibles para los pacientes. Además, requieren de espesantes, elementos que reducen el riesgo de broncoaspiración y garantizan una adecuada seguridad en la deglución[iv]. Los espesantes basados en gomas amilasa resistentes, mejoran el resultado terapéutico de los espesantes basados en almidón y sus características organolépticas son mejores.
Medicina
27/12/2019