La XX edición de los Premios de Arquitectura de la Región de Murcia ha decidido reconocer el trabajo del profesor de la Universidad de Alicante Javier Sánchez Merina. El profesor de Proyectos Arquitectónicos del Departamento de Expresión Gráfica, Composición y Proyectos ha dado vida a la primera casa del mundo diseñada para ayudar a la inserción de un niño autista de 8 años y de sus padres.
El proyecto parte del concepto de arquitectura terapéutica, que el profesor Sánchez Merina ha empleado en diferentes iniciativas y ha supuesto una investigación de más de cuatro años en el que han participado arquitectos, psicólogos, neurólogos, logopedas y la Asociación TEA Astrade (Asociación para la Atención de Personas con Autismo y otros Trastorno Generalizados del Desarrollo) de la Región de Murcia.
La vivienda, que se encuentra en la localidad murciana de Cabezo de Torres, alberga a la familia desde hace un año y ofrece una serie de soluciones a los problemas que genera al niño el trastorno que padece y ha pasado a formar parte de su terapia.
La iniciativa partió de la propia familia, quienes tras conocer el trabajo que desarrolla el profesor de la Universidad de Alicante a través del concepto de arquitectura terapéutica, le propusieron que diseñara y ejecutara una vivienda unifamiliar que pudiera mejorar las condiciones de vida del menor autista. La respuesta de Sánchez Merina a la familia fue la de crear una casa que no sólo mejorara su calidad de vida, sino que además sus estancias estuvieran proyectadas para ayudar al desarrollo del niño.
La vivienda cuenta dos plantas y un total de 150 metros cuadrados y se ha construido siguiendo un recorrido previsible, desde el vestíbulo hasta el dormitorio del niño con autismo, donde atajos, ventanas a distintas orientaciones o muebles diseñados le ayudan a tomar decisiones, a entender el paso del tiempo y a reconocer emociones que fortalecen habilidades sociales.
Este hogar presenta los objetos de cada estancia con una visión frontal y lectura de izquierda a derecha, lo que facilita a la persona con el trastorno a entender su entorno sin la ayuda de fichas con pictogramas. Le enseña en su contexto natural destrezas para ordenar procesos, como quitarse el abrigo y zapatos al entrar en casa, la secuencia de lavarse las manos o la de preparar una ensalada cogiendo un tomate del huerto frente a la cocina, y habilidades como la hasta ahora conflictiva elección de la ropa al vestirse o poner la mesa.
El dormitorio del niño, por ejemplo, cuenta con dos ventanas, una de las cuales está orientada al este y la otra al oeste, de manera que esta estancia hace que el pequeño, cuando se despierta, vea el amanecer y, por las tardes, como anochece. En este mismo sentido, desde la cocina se puede contemplar el huerto, donde se cultivan verduras y le permite observar el paso del tiempo, al percatarse de cómo crecen las plantas, florecen, dan fruto y maduran.
El profesor de la UA explica que “las rutinas brindan a la persona con TEA una estrategia para comprender y predecir el orden de los eventos, lo cual disminuye la agitación y le ayuda en el desarrollo de destrezas” y ha destacado que, aunque el “proyecto marca una ruta con claridad lineal, la arquitectura presenta una flexibilidad de uso a través de atajos. Y es que las rutinas enseñadas deben ser flexibles porque esto refleja la realidad de nuestra cultura”.
UA
23/12/2019