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Episodios como el accidente cerebrovascular hemorrágico o isquémico producen un aumento de los requerimientos calóricos diarios pero a la vez se asocian con una baja en la ingesta por trastornos deglutorios. Incluso más de un tercio de las personas con ACV pueden estar malnutridos o deshidratados al ingresar en el hospital debido a enfermedades previas. Por eso destacan la importancia de diagnosticar y tratar en forma temprana los trastornos deglutorios para disminuir las complicaciones clínicas, reducir la discapacidad y la tasa de mortalidad y los costos de internación y rehabilitación.
En el marco del Día Mundial del ACV, que se conmemora el martes 29 de octubre, los especialistas destacaron que pese a que el ataque cerebrovascular (ACV) representa la tercera causa de muerte en nuestro país, cerca del 90% de los casos se pueden prevenir con hábitos de vida saludables, como realizar actividad física regular, llevar una dieta equilibrada y con bajo contenido de sodio, no fumar, reducir la ingesta de alcohol, mantener un peso saludable, identificar y tratar la presión arterial, mantener el colesterol en niveles aceptables y controlar la diabetes.
Asimismo, ante un episodio, aseguran que reconocerlo tempranamente ayudará a mejorar el pronóstico, por lo que es recomendable prestar atención a síntomas como: imposibilidad de mover una parte del cuerpo, entumecimiento u hormigueo en las extremidades, dificultad para hablar, alteraciones en la visión, incoordinación o falta de equilibrio o dolor de cabeza intenso.
“En ese sentido, usamos la escala FAST, que evalúa los siguientes parámetros: simetría facial, la debilidad de un miembro superior y las dificultades para hablar. Si se percibe alguna anomalía en alguno de estos puntos, es recomendable llamar en forma urgente a los servicios de emergencia para ser trasladado rápidamente a un hospital”, aseguró la Dra. María Cristina Zurru, jefa del Área de Enfermedad Cerebrovascular del Hospital Italiano de Buenos Aires.
Ante un episodio agudo, es una patología tiempo-dependiente: cuanto antes se evalúe al paciente y se inicie el tratamiento, mayores serán las posibilidades de que su evolución sea favorable. Una vez que ya pasó el estadio agudo, se deben analizar sus causas para evitar un nuevo evento. “Quienes presenten alguna discapacidad luego del ACV deberán asistir a algún programa de rehabilitación, ya sea ambulatorio o con internación, de acuerdo al nivel de sus secuelas”, agregó la Dra. Zurru.
Entre las principales precauciones que deben tenerse en cuenta en los días posteriores al evento se encuentra el estado nutricional. Cerca del 50% de las personas que sufrieron un ACV experimenta dificultades para tragar (disfagia)[1]. Afortunadamente, la mayoría logra recuperar la función de deglución luego de 7 días, aunque entre el 11 y el 13% continúa con esta condición luego de los 6 meses[2].
Los pacientes con enfermedades neurológicas agudas como el accidente cerebrovascular hemorrágico o isquémico, incrementan el riesgo de malnutrición por múltiples factores: el organismo aumenta sus requerimientos calóricos diarios que, asociados a una baja ingesta por trastorno deglutorio, imposibilidad muscular para llevar a cabo las actividades cotidianas o deterioro del estado de conciencia, crean un ambiente propicio para la malnutrición.
Sin embargo, más de un tercio de los pacientes con ACV puede estar malnutrido o deshidratado ya al ingresar en el hospital, debido a comorbilidades previas. Esta condición complica su evolución y empeora el pronóstico, causando trastornos musculares como la disfagia que, a su vez, aumenta el riesgo de infecciones respiratorias, poniendo en peligro la vida de la persona.
Por eso los especialistas destacan la importancia de la pesquisa del trastorno deglutorio. La disfagia puede afectar la calidad de vida: sólo el 45% de los pacientes con disfagia se sienten cómodos con la alimentación y el 41% experimenta ansiedad o pánico al alimentarse.
Más de un tercio evita comer con otros debido a la disfagia. Los pacientes con riesgo alto de malnutrición tienen un riesgo más alto de muerte y de prolongación de la internación. El diagnóstico y el tratamiento temprano de la disfagia y los trastornos nutricionales se asocian a una disminución de las complicaciones clínicas, reducción de la discapacidad, la tasa de mortalidad y los costos de internación y rehabilitación.
“Para iniciar la rehabilitación, los pacientes deben estar adecuadamente nutridos. Si no se lleva adelante un plan nutricional adecuado, los individuos internados en terapia intensiva pueden perder hasta un kilo de masa muscular por día, debido a que necesitan proteínas para recuperarse y, al no recibirlas desde la alimentación, deben tomarla de los músculos”, consignó la Dra. Zurru. “En contrapartida, quienes tengan un buen estado nutricional, contarán con mayores posibilidades de realizar una rehabilitación funcional y volver al estado previo al ACV”.
Una de las estrategias para combatir la malnutriciónconsiste en actuar para asegurarse que el estado nutricional sea el mejor posible, evaluando cómo se encontraba previamente el paciente, cómo está ahora y ajustando la alimentación según esta información.
Por ejemplo, las personas pueden presentar dificultades para tragar líquidos, lo que conlleva un riesgo para la salud, ya que involuntariamente pueden aspirarlos. Por este motivo, el equipo médico puede tomar alguna resolución para evitar estas complicaciones.
En los últimos años, se han desarrollado distintos productos que modifican la consistencia de líquidos y alimentos triturados; incluso algunos mejoran el sabor y aspecto de las bebidas o comidas. Contienen almidón de maíz y distintos tipos de goma (tara, guar y xántica) que ayudan a que los alimentos tengan la consistencia adecuada prescripta por el especialista en deglución, contribuyendo a que el acto de ingesta de alimentos sea más segura.
CNdigital
21/11/2019