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Convencido de que todo lo que sabemos sobre el cerebro puede aprovecharse en educación, aboga porcambiar el formato de las clases. ¿La razón? El tiempo máximo de atención con buen rendimiento mental de quien asiste a una conferencia o escucha a un profesor oscila entre 10 y 20 minutos, pero nuestras clases duran 50.
Catedrático de Fisiología Humana en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, Francisco Mora clausuró el ciclo ‘Educar para el futuro’ de Ibercaja.
¿Qué mensaje daría a profesores y padres para educar en el siglo XXI?
Debería existir una institucionalización de la relación familia-colegio porque, cuando hay un divorcio, existe una rotura de la formación en hábitos éticos. Si un mensaje emocional es A en la familia y B en el colegio, aquello va mal. En este país, eso va mal.
¿Qué es la neuroeducación?
Es tan simple como aprovechar cómo funciona el cerebro para alcanzar una mejor instrucción, aprender y memorizar, y una mejor educación, que significa fundamentalmente valores, normas y lo que yo llamo hábitos éticos. Conocer la naturaleza humana –los códigos cerebrales que expresa y también el origen evolutivo del cerebro– nos permitirá entender cómo podemos hacer el ser humano que entre todos queremos hacer.
¿Y qué conclusiones de la neurociencia se pueden aplicar en el aula?
Hay mucha prisa por enseñar a leer cuanto antes, pero hoy sabemos que el territorio de Vernicke, la parte del cerebro que pasa de grafema a fonema, la letra que ves a sonido, en la mayoría de los niños –el 70%– no está madura antes de los 6 años. En los colegios de Finlandia nadie aprende a leer antes de los 7 años porque no cuesta, porque es una alegría aprender a leer cuando el área esencial de la lectura está madura.
Parece que los tiempos de atención se acortan. ¿Hay que cambiar el formato de las clases?
Sin duda. Muchos estudios muestran que el tiempo atencional con buen rendimiento mental de quien escucha una conferencia o al maestro oscila entre 10 y 20 minutos, pero nuestras clases duran 50. Los MOOC (Massive Open Online Courses) gratuitos de las mejores universidades del mundo duran 10 minutos. Si el profesor rompe el discurso programático cada 10-15 minutos con 2 minutos de algo que no tenga que ver: una broma, algo que haga sonreír, algo emocionante que recuerde..., tendrá otros 10-15 minutos de máxima atención.
Memorizar está hoy denostado.
Error, error grave. Cuando uno estudia o hace un discurso queremos que lo haga de manera crítica, analítica y si es posible, creativa. Un discurso que nazca de él, no copiar lo que dice internet. Internet como memoria solo debe servir para datos puntuales que incorporar a tu propio discurso. La elegancia de tener una memoria explícita también significa que, a partir de los 60-65 años, se habrá creado una reserva cognitiva, un aumento de las conexiones. Quien memoriza bien, habla varios idiomas, come poco, hace ejercicio físico aeróbico y tiene intensas relaciones sociales empáticas hace árboles dendríticos muy grandes. La demencia o el alzhéimer asoman cuando se pierde el 40% de esas conexiones; si tienes muchas, se tarda en llegar a esa pérdida; si tienes pocas, afloran los síntomas.
¿Qué papel desempeñan las emociones en el aprendizaje?
Fundamental. Las emociones son la naturaleza y el núcleo que embebe casi toda la conducta. Nacieron en nosotros hace más de 250 millones de años. Somos seres emocionales y apenas un poquito racionales. Hoy ya no se habla, como decía Aristóteles, de la razón y la emoción; no hay razón sin emoción, es una unidad. No se puede pensar, decidir, alcanzar la belleza o memorizar sin emociones; son la base.
¿Cómo puede el maestro hacer uso de esto que sabemos?
Dándose cuenta de que no puedes enseñar nada aburrido. Hay que crear en el niño un interés. La curiosidad es la puerta que abre la atención en el cerebro. La atención es lo que pone en marcha la maquinaria de aprender y memorizar. Y después, si se clasifica bien, se crea el conocimiento. Aprender tiene que significar placer y hay que enseñar siempre con alegría.
¿Hay una neurociencia útil para padres de adolescentes? ¿Conocer el cerebro del adolescente nos puede ayudar a entender esa complicada etapa?
La adolescencia es un periodo tremendamente difícil del cerebro humano porque hay una poda sináptica, de conexiones: el cerebro se adapta a un nuevo mundo después de estar invadido por las hormonas de la pubertad. Hay incluso muerte neuronal en algunos puntos. El adolescente necesita constantemente placer y recompensa, ser complacido, y está frustrado siempre porque no lo consigue. Para educar a un adolescente hay que empezar desde el nacimiento.
Las nuevas tecnologías han irrumpido en la educación.
La tablet, internet, el ‘smartphone’... deben estar fuera del colegio y de la familia hasta los 10 años como poco. Cuanto más te equivoques, más y más sólidamente aprendes y eso está siendo interferido por la tecnología. La realidad es plurisensorial, no la de la tablet.
¿Peligra la relación humana con el maestro?
Solo un ser humano puede enseñar humanidad. El maestro debe ser la joya de la corona de un país. Las palabras del maestro, si son vehículo de emoción, son una varita mágica que transforma la física y la química del cerebro del niño o la niña. A veces para siempre.
Heraldo
5/09/2019