Seguro que os habéis dado cuenta de que hoylos sentimientos de los demás parecen no importar, mientras que los nuestros siempre están a flor de piel. Tenemos un mundo en el que con un clic, podemos decirle a alguien que no nos cae bien, que nos gusta o que no nos interesa en absoluto. Y no tenemos que dar la cara, ocultos tras un circuito de ceros y unos.
Pero a la vez, en este mundo ya deshumanizado, quien busca el contacto y la sonrisa directa valora más que nunca a las personas empáticas. Y dando un paso más, los hay que quieren copiar esa característica tan humana a las máquinas para conseguir que esa masa de cables ordenada simule emociones y pueda interactuar con nosotros.
La startup detrás de esto es la ilicitana Aisoy Robotics, que está desarrollando robots sociales con inteligencia artificial para la educación y para acompañar a personas mayores y niños con autismo.
Estos pequeños autómatas, de 22 centímetros de altura, tienen sensores por todas partes que recogen información del entorno e interactúan en función de ella. Y lo más importante, han sido diseñados para mostrar emociones, algo que hacen, como los humanos, cambiando el tono de voz o el gesto. Así, pueden aparentar alegría, sorpresa o enfado. Tiene que ser gracioso ver a uno de estos pequeñajos enfadado llamando al orden. Además, se pueden programar fácilmente para crear robots a medida que se adapten a las necesidades de su dueño.
Esta innovación que hoy ya es un caso de éxito ha sido probado como "material de apoyo" en más de 100 centros educativos del mundo. En ese momento, la empresa decidió dar un paso más. Ya se conocían los beneficios de la robótica social en terapias para niños con autismo, así que decidieron probar con el suyo. Y cuando sales de tu zona de confort, aunque hay miedo, siempre ocurren cosas. Han publicado los resultados de estas interacciones; ayudan a los niños a desarrollar habilidades sociales.
Por si te planteas tener uno, quiero destacar que lo puedes programar en casa gracias a código preprogramado y un manual de instrucciones. Nada más cómodo que realizar las terapias en tu hogar. Ya hay muchos casos. Uno que me ha llamado la atención es el de una madre que ha conseguido que su hijo autista diga sus primeras palabras. Y como el niño le responde al robot, no a ella, trata a la máquina como si fuese su intérprete; lo importante es que puede comunicarse con su hijo.
La innovación, inversión tras inversión, va ampliando sus sueños. En ciencia no existen lámparas mágicas, hay que hacerla poco a poco. Pero el momento ha llegado. El siguiente paso de esta startup, para el que necesitan más financiación, es un estudio clínico para probar la eficacia de estos pequeños robots en 50 hogares. Sintamos, innovemos, el futuro ya ha llegado.
La Razón
23/05/2019