La revista de psicología Frontiers ha publicado un informe con sello español (de la Universidad de Deusto) sobre la prevalencia que entre los profesores hispanos hay sobre los mitos de la neuroeducación. La falta de conocimientos suficientes, la escasa comunicación entre docentes y científicos y la comercialización de productos con la etiqueta «neuroeducativos» están detrás de la proliferación de estas creencias.
A veces se simplifica tanto una idea para que se entienda que se acaba aceptando a pies juntillas lo que tal vez no sea más que una hipótesis o una probabilidad; es decir, los neuromitos suelen tener una base real, y eso hace que también sea más difícil derribarlos una vez se meten en el imaginario social.
Los investigadores han hecho estudios en Reino Unido, Países Bajos, Grecia, China, Turquía y en diferentes lugares de América Latina. Y llegó el turno a España y Portugal. El objetivo era saber qué mitos son más o menos populares y que factores predicen la creencia en los neuromitos. Curiosamente, en muchos países leer literatura popular o científica de neurociencia se asocia en los maestros a una mayor aceptación de ideas erróneas,
Muestra española
Para realizar la encuesta se reclutó a 284 profesores de 15 comunidades autónomas y, siguiendo el perfil de los docentes, el 72% eran mujeres y el 18%, hombres; y el 65% eran escuelas públicas, el 27% concertadas y el resto, sobre el 6%, privadas. Más o menos el reparto fue equilibrado por etapas: infantil (23%), primaria (33%) y secundaria (34%),
El 95% de los encuestados consideraba que el conocimiento científico sobre el cerebro era muy importante para la práctica docente, y el 30% dijo leer revistas populares sobre ciencia, el 43% sobre educación y un 7%, científicas. El 71% dijo haber encontrado enfoques educativos que afirmaban estar basados en el cerebro en sus respectivas escuelas.
Los neuromitos más populares
De un total de 12 neuromitos presentados, cinco fueron creídos por más del 50% de los educadores:
«Entornos ricos en estímulos mejoran los cerebros de los niños en edad preescolar». Lo piensa prácticamente el 95% de los docentes.
«Los individuos aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido», dice el 91% de los maestros.
«Los ejercicios que ensayan la coordinación de las habilidades de percepción motora pueden mejorar las habilidades de alfabetización», cree el 82% de los maestros
«Los niños deben adquirir su idioma nativo antes de que se aprenda un segundo idioma», tuvo diferente grado de creencia según la comunidad autónoma tuviese o no lengua propia; en el caso de que sí, el 77% de los docentes creía que la frase era acertada y en el otro grupo, solo lo veía aceptable el 52%.
En lo que hubo menos engaño fue en «Los problemas de aprendizaje asociados con las diferencias de desarrollo en la función cerebral no pueden remediarse con la educación» (el 78% dijo que era algo falso) y «si los estudiantes no beben cantidades suficientes de agua, sus cerebros se encogen», señalado como erróneo por el 65%.
En el análisis demográfico de las respuestas, parece claro que los más propensos a creer falacias neuroeducativas son: las mujeres, los que leen revistas educativas y los tienen más conocimientos generales sobre el cerebro. El único factor que vinculaba a los que más acertaron es leer revistas científicas. El resto de variables no afectaron al resultado.
Otros países
El resultado es muy similar a los patrones observados en profesores británicos y holandeses y solo un poco mejor que los de América Latina y Turquía. Por el contrario, la puntuación media en preguntas de conocimiento general sobre el cerebro fue de casi el 60% entre los educadores españoles. Este resultado es peor que el obtenido en el Reino Unido, los Países Bajos y América Latina, y podría deberse a la calidad y cantidad de los materiales educativos disponibles en España.
El neurólogo Javier Cudeiro, divulgador de cuestiones de neuroeducación, explica al respecto de las creencias en los neuromitos: «Lo más preocupante es que con la apariencia de grandes avances tecnológicos, que en muchos casos no son tales, y arropados de un halo de ciencia sólida y muy sesuda, se quiera colar al ciudadano un bonito fraude, porque carece del mínimo filtro científico necesario y se quiera crear una necesidad que no existe. En definitiva, hay que estar vigilantes ante las posibles neurotonterias, porque la pseudociencia puede adoptar bellos ropajes».
Otros neuromitos y su nivel de creencia:
«Las diferencias en el hemisferio dominante pueden explicar diferencias individuales entre los alumnos», lo cree (o no lo niega) el 89%.
«Ha sido científicamente probado que los suplementos de ácidos grasos tienen un efecto positivo en el aprovechamiento académico», lo cree el 45%, pero hay un 44% que no sabe si creerlo.
«Solo usamos un 10% de nuestro cerebro», que fue un mito muy repetido hace años, ya tiene un 33% de detractores entre los maestros, aunque todavía queda un 44% que lo cree y un 23% que lo duda.
«Los niños prestan menos atención después de tomar un refresco con azúcar o un snack» también tiene un sorprendente índice de credibilidad: es cierto para el 34%, posible para el 38% y falso solo para el 28%.
«Hay períodos críticos de la infancia después de los cuales ciertas cosas no se pueden aprender», inexactitud que cree uno de cada tres maestros y un 13% duda.
El último ejemplo demasiado optimista
Las compañías Progrentis y BrainCo han creado FocusEdu a partir de un algoritmo diseñado por la NASA,una cinta de aspecto futurista que se coloca en la cabeza y en teoría mide la concentración de los alumnos. ¿Es el claro ejemplo de un producto excesivamente optimista? Javier Cudeiro explicaba recientemente el matiz, que es importante: «El sistema que utilizan no es más que un registrador de señales electroencefalográficas miniaturizado y con un diseño impresionante. La lógica debajo de esto es que desde hace mucho tiempo se ha estado buscando un marcador EEG fiable para medir la atención. Por el momento no hay ninguno infalible que yo conozca, pero sí hay evidencias de que, dependiendo del tipo de ritmos cerebrales que se registren y su potencia (mayor o menor intensidad), se puede decir si una persona está dormida, adormilada, en actitud reflexiva o atenta. En general, se puede decir que si alguien tiene un EEG dominado por ritmos beta (rápidos) y poca actividad alfa, probablemente este pendiente de algo. El problema es que no existe un único tipo de atención, hay una variabilidad intersujeto y puede estar condicionada por muchos factores, como el estrés o los medicamentos. Por otra parte es difícil decir de qué tipo de atención hablamos, dado que un alumno puede estar en un estado de atención sostenida en relación con lo que dice el profesor o en relación a otros eventos externos completamente diferentes»
La voz de galicia
14/12/2018