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Se calcula que en torno a un 6% de alumnos tienen dislexia en España

Durante muchos años, la dislexia ha sido un trastorno oculto, y los alumnos con esta dificultad eran considerados vagos, despistados, o con una capacidad baja. «Pero ni vagos, ni tontos, ni despistados. Son niños con bajo nivel de lectura y escritura debido a un problema que tiene un origen neurobiológico, y que no tiene nada que ver con las habilidades intelectuales del niño», aclara Luz Rello, investigadora, fundadora de Changedyslexia.com y autora del libro «Superar la dislexia». Se trata de pequeños con un patrón de dificultades del aprendizaje que se caracteriza por problemas de reconocimiento de palabras, que deletrean mal y tienen poca capacidad ortográfica, fácilmente traducible en bajo rendimiento escolar.

En España, el porcentaje de alumnos con dislexia se calcula en torno al 6% de niños con esta dificultad por aula, es decir, que en una clase de 25 niños existen dos o tres alumnos con dificultades en el proceso de lecto-escritura. «Y si un niño no lee y escribe correctamente, es muy fácil que se quede por el camino y termine engrosando las filas del llamado fracaso escolar», añade Rello.

El diagnóstico

Para Rello es importante trasmitir que, pese a que la dislexia «es una condición neurobiológica, y esto la convierte en permanente, sí tiene solución. Pero para eso, cuanto antes se detecte y se trabaje, mucho mejor». Así lo corrobora Ángeles Álvarez-Cendrón, logopeda del colegio Sagrado Corazón de Don Pedro, 14 (Madrid), quien estima que «una pronta detección permite que los alumnos puedan desarrollar una serie de estrategias (como habilidades fonológicas, memoria de trabajo, funciones ejecutivas, procesos perceptivos...) que compensarán sus dificultades».


La cuestión es que muchos, denuncia Rello, no están diagnosticados, «cuando son niños que con ayuda y técnica mejorarían mucho sus resultados escolares». No obstante, no es fácil hacerlo y se suele tardar en poner nombre y apellidos a esta dificultad. En la etapa de Infantil, cuando el niño tiene entre 3 y 6 años, es precisamente cuando se da comienzo a la lectura y escritura pero, tal y como explica Ángeles Álvarez-Cendrón, «cada niño tiene su propio ritmo de aprendizaje, y algunos presentarán dificultades que serán madurativas. Por tanto, a esa edad no se puede determinar todavía. Digamos que en este momento, lo más importante es la estimulación del lenguaje».

Malas notas

La realidad es, prosigue Rosa García Bermejo, orientadora del colegio Sagrado Corazón (Madrid), «que como hay que respetar el proceso de maduración, hasta los 7 años no se puede hacer un diagnóstico certero». Esto es así, explica, «porque es en la etapa de Educación Primaria donde llega el momento en el que se consolida la adquisición del proceso de lecto-escritura, y se hace más evidente este problema en el aula: son estudiantes que leen lento, se saltan líneas, vacilan, no respetan puntos, ni comas... Escriben palabras en espejo, realizan sustituciones u omisiones e inversiones de letras en una palabra... Son alumnos que se fatigan con facilidad al leer o escribir, y que llevan malas notas a casa».

Pruebas aplicadas

Una vez que el profesor o la familia observa síntomas como los mencionados, se debe poner en conocimiento del departamento de orientación del centro escolar, para que realice la evaluación psicopedagógica correspondiente, en colaboración con el especialista externo (logopeda, psicopedagogo, psicólogo...).

Pese a todo, «la vida escolar de estos niños requiere de mucho esfuerzo por su parte», reconoce Rello. Concretamente, en la Comunidad de Madrid, existen instrucciones para la aplicación de medidas en los exámenes con niños con este problema (previa detección de los especialistas), parecidas a las que se aplican en casos de TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) como son la adaptación de los tiempos, exámenes con una tipología y fuente de letra más grande, lectura en voz alta de las preguntas...

Sin embargo, puntualizan estas profesionales, «al nivel metodológico, las pautas para facilitar y potenciar el aprendizaje de estos alumnos dependen en gran medida de la buena disposición y empatía del profesorado responsable».

Tanto García Bermejo como Álvarez-Cendrón opinan que «queda mucho camino por recorrer para que el sistema educativo español ofrezca respuesta a las necesidades de estos alumnos», pese a que el colegio Sagrado Corazón, donde ellas trabajan, es un ejemplo por los programas de intervención puestos en marcha en Infantil y Primaria.

ABC
8/11/2018

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