Cuando era un adolescente, Jeison Aristizábal debía estudiar en medio de las burlas de sus compañeros del colegio Humberto Jordán Mazuera, quienes lo molestaban porque hablaba enredado y cojeaba al caminar. Había nacido con parálisis cerebral. Pero él dice que en lugar de ser una humillación, todas esas ofensas se convirtieron en una motivación para auxiliar a los demás.
Hoy, Jeison ayuda a niños y jóvenes que, como él, deben vivir con limitaciones cerebrales o que nacieron con Síndrome de Down o hidrocefalia.
Esta labor la adelanta en la Asociación de Discapacitados del Valle (Asodisval), institución que él fundó hace cinco años en el garaje de su casa, situada en el barrio Ricardo Balcázar. Lo hizo poco después de conseguir su diploma de bachiller y de haber intentado convertirse en locutor de una emisora de la ciudad.
Comenzó con 20 jóvenes, y a pesar del poco espacio que tenía en la vivienda, se las arreglaba para darles terapias y otros tratamientos médicos. También hacía las veces de "todero" y se desempeñaba como director y mensajero.
Este año, gracias a la ayuda de un canal privado de televisión nacional, logró mudarse a una casa de dos pisos, construida en el mismo barrio.
La sede de la asociación creció y también sus pacientes. Ya tiene a su cargo 180, entre niños y jóvenes con parálisis, no mayores de 22 años, a quienes les brinda servicios médicos y apoyo en fonoaudiología y odontología.
La asociación también funciona como un colegio, donde pueden estudiar la primaria.
Lograr este sueño no fue un objetivo que consiguió fácilmente.
Sobre una vieja bicicleta, que maneja a la perfección, Jeison ha recorrido parte de la ciudad y ha visitado empresas públicas y privadas con el fin de lograr la financiación necesaria para darle vida a su obra.
Resiste jornadas de más de diez horas de trabajo, que también se han ido en lograr el compromiso de algunos padrinos que, por 20 mil pesos, se le miden a subsidiar los servicios para los pacientes, que son en su mayoría de escasos recursos.
Los habitantes del barrio del oriente de Cali que han sido testigos del trabajo de Jeison, no ponen en duda que lo que a él le falta en destreza física para moverse y hablar, le sobra en arrojo y empeño.
Zapatos para los niños descalzos
“Quédese aquí, no saque todas las cosas”, le dijo Miriam Aristizábal a su hijo cuando supo que Asodisval tendría sede propia. En el garaje de la casa todavía funcionan los talleres de panadería, pastelería y costura que se les ofrece a las madres de los niños discapacitados .
Allí también permanecen los 3.300 pares de zapatos que hacen parte del Banco del Calzado. Esa fue una idea que Jeison pudo concretar después de que conoció el caso de unos niños de Ibagué que se turnaban los zapatos para ir al colegio.
En unos días repartirá esos pares de zapatos entre menores de los sitios más apartados de la ciudad.
Pero la tarea de Jeison no termina, ya que en el barrio Decepaz, otros 57 niños también empezaron a recibir atención de la Asociación de Discapacitados.
Colombia Universal
24/04/2006