El 38,9% de los trabajadores españoles se quejaba en 2003 de que en su puesto de trabajo existía un ruido molesto, elevado o muy elevado, según la V Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo. Curiosamente, en el estudio anterior, de 1999, la cifra era menor (36,5%); pero en la de 1995, todavía era más bajo (35,7%). Se podría pensar que se va a peor en cuanto a la calidad acústica de los centros de trabajo. Sin embargo, hay que matizar que el porcentaje de los que consideraban en 2003 el ruido como elevado (7,5%) o muy elevado (1,8%) -los niveles verdaderamente preocupantes- sí se han reducido.
Así pues, el ruido, también en el mundo laboral, no es una cuestión baladí. Tal es su importancia que la Comisión Europea aprobó una directiva cuya transposición, en forma de real decreto, acaba de ser aprobada por el Gobierno. La norma, que sustituye una de 1989, reduce a la mitad los máximos de ruido permitidos en la empresas.
Decibelios y ruido
Así, hasta ahora en ningún centro laboral podían superarse de media -tomando como periodo una semana- los 90 decibelios. El nuevo decreto lo rebaja a 87 que, aunque a la vista de los profanos no parece una reducción ambiciosa, en realidad supone reducir a la mitad el ruido, pues el decibelio es una medida logarítmica que supone que cada tres decibelios se duplica el ruido que se soporta.
Por tanto, desde todos los sectores se valora como un gran avance. Sin embargo, los sindicatos encuentran una pega considerable. 'El trabajador no puede sobrepasar los 87 decibelios de media pero, para medir este ruido, el real decreto permite que se haga contabilizando los protectores individuales del trabajador. Puesto que hay algunos que llegan a amortiguar hasta 30 decibelios, podría darse el caso de que en el ambiente de trabajo se estuviese produciendo un ruido de hasta 117 decibelios, lo cual es un atraso', explica Tomás López, responsable de salud laboral confederal de UGT. Miguel Izquierdo, de CC OO, coincide totalmente.
El anterior real decreto, el de 1989, establecía como máximo los 90 decibelios, pero este límite no se podía superar en el ambiente, sin contar el efecto de los protectores individuales.
Esta preocupación pone de manifiesto una forma distinta de afrontar las medidas para atajar los niveles acústicos en las empresas. Por una lado, la de los sindicatos que defienden las medidas colectivas que reduzcan el ruido ambiente. Por otro, la de muchos empresarios que prefieren los sistemas individuales como tapones o cascos. Los sistemas colectivos como apantallar las máquinas ruidosas, crear cabinas para operarios o cambiar máquinas ruidosas por otras más silenciosas suponen inversiones más voluminosas que comprar tapones. Por contra, los trabajadores se resisten a tener que llevar los molestos cascos.
Sin embargo, Mario Grau, subdirector técnico de Instituto Nacional de Salud e Higiene en el Trabajo (INSHT), que negoció la directiva y ha trabajado en el Real Decreto explica que se llegó a una posición de consenso: 'En Bruselas se reconoció que en muchos casos no se podía reducir técnicamente el ruido ambiente por debajo de los 90 decibelios por lo que el compromiso fue rebajar a 87, pero considerar realmente lo que llega al oído del trabajador'. Desde los sindicatos alegan que el ruido no sólo afecta al oído, sino a otras partes del cuerpo que no se protegen con cascos. Jesús Velasco, higienista de la Mutua Fremap matiza que la adopción de sistemas individuales no exime al empresario de tomar medidas técnicas para reducir el ruido del ambiente. En cambio, el técnico de Fremap resalta como negativo del nuevo real decreto la obligación de que las empresas tengan que medir todos los años los niveles de ruido en sus centros de trabajo. 'Este dinero se podría emplear en medidas preventivas', remarca.
En cualquier caso, todas las partes consideran que el problema no reside tanto en la legislación, como en el incumplimiento. 'No se adoptan medidas seriamente hasta que no se producen los primeros casos graves de hipoacusia', dice Miguel Izquierdo, de la federación regional de Madrid de CC OO. El mismo subdirector del INSHT reconoce que las empresas pequeñas y medianas son más laxas a la hora de crear sus programas técnicos de control del ruido.
Y todos apuntan al papel determinante de la Inspección de Trabajo, que como señala Tomás López, de UGT, tiene 'una insuficiencia flagrante de medios'.
Mario Grau desvela que en estos momentos se está trabajando en un acuerdo para aumentar los inspectores y para que los técnicos de Salud Laboral de las distintas comunidades autónomas refuercen a la Inspección de Trabajo.
cincodias.es
27/03/2006