La tartamudez es la alteración del lenguaje más común en la edad pediátrica y la que más desconcierto y dudas genera en los padres. En España, hay alrededor de 500.000 personas que tartamudean y 72 millones en el mundo. De ellos, un 5% son niños. No obstante, “hasta un 80% de ellos atraviesan una etapa de alteración en el habla, entre los 2 y los 5 años, que puede ser evolutiva y desaparece de forma espontánea, pero no en todos los casos, por eso es preferible no esperar. El mejor momento para consultar con los especialistas siempre será cuanto antes”, explica Yolanda Sala Pastor, vicepresidenta de la Fundación Española de la Tartamudez (TTM),que ahora tiene 41 años y rememora su infancia como niña con tartamudez. “Dediqué más tiempo a esconderme, a intentar parecer normal, que a aprender. Con 16 años, en el instituto, únicamente buscaba la posición más alejada de la primera fila, aquella que me permitía desaparecer, no estar, no ser. La palabra tartamudez era tabú. Una representación de vergüenza, asco, dolor con la que tenía que convivir cada día y así fue como me convertí en mi propia víctima y verdugo”.
La tartamudez es un trastorno del ritmo del habla que se caracteriza por frecuentes repeticiones o prolongaciones de sonidos, sílabas y palabras. El individuo sabe lo que quiere decir, pero el discurso queda interrumpido de manera involuntaria, lo que puede generar: estrés, inseguridades o baja autoestima. El tartamudeo tiene un componente neurológico y puede haber una predisposición genética. Pero, el desarrollo de esta alteración del habla no depende de factores psicológicos o externos, como las experiencias vitales o el entorno familiar. "Hasta un 50% de los niños que desarrollan disfemia o tartamudez tienen antecedentes familiares de primer, segundo y tercer grado, por lo que el riesgo de ser un tartamudeo persistente aumenta si el niño/a tiene predisposición genética. Se ha demostrado que en estos pacientes se produce un funcionamiento deficiente de los centros del habla del hemisferio izquierdo, que se intenta compensar con un mecanismo propio del hemisferio derecho”, explica Cristina Cordero Castro, Médico adjunto de Neuropediatría en el Hospital Universitario Rey Juan Carlos.
Las niñas tienen mayor posibilidad de remisión de la tartamudez que los niños. En la edad adulta, hay 4 hombres por una mujer con este trastorno del ritmo del habla. No obstante, “a partir de los 12 años, es muy poco probable que se manifieste la tartamudez. La detección temprana de la tartamudez infantil es fundamental para ofrecer cuanto antes al niño/a herramientas para desenvolverse con las menores dificultades posibles en su entorno y que se sienta arropado y acompañado”, recomienda Abel Domínguez, psicólogo infantil. El trabajo conjunto de logopedas, psicopedagogos o psicólogos es importante para ayudar al niño/a con tartamudez, pero también lo es el esfuerzo conjunto y coordinado del entorno familiar, social y escolar del pequeño/a.
Mitos y verdades sobre la tartamudez
Los mitos y el contexto peyorativo que han rodeado a las personas con tartamudez contribuyen a la desinformación sobre cómo tratarles. Por ello, conviene saber que:
No hay dos formas de tartamudez iguales.
El tartamudeo no es constante. Es variable, porque hay momentos en lo que no se manifiesta.
No se produce por la ansiedad. Puede ser una consecuencia, pero nunca una causa de la tartamudez.
Comentarios como: cálmate, respira antes de hablar contribuyen a que los niño/as con tartamudez se bloqueen, porque se sienten cuestionados y presionados.
La tartamudez no es una enfermedad, sino una alteración del habla.
Cuando se detecta tartamudez en el niño, sobre todo si va acompañado de señales físicas, como tensión en la mandíbula y el cuerpo, conviene intervenir cuanto antes para evitar que aparezcan conductas como la ansiedad o la evitación de situaciones en las que haya que hablar en público.
El niño/a no tartamudea para llamar la atención, nunca. Tampoco lo desarrolla por imitación.
Unos padres exigentes no provocan la tartamudez en sus hijos. No obstante, los progenitores influyen de manera positiva si interactúan de manera adecuada con ellos.
Forma adecuada de actuar con los niños con tartamudez
La manera de comportarse desde casa con los niños que presentan tartamudez es extrapolable a todos los contextos en los que se tenga que utilizar el lenguaje oral. Estas pautas consisten en:
Ser generosos con el tiempo que necesitan los niños con tartamudez para expresarse.
Tener paciencia, escuchar y no interrumpirles ni acabar sus frases cuando se presentan bloqueos con las palabras.
Dar importancia a lo que dice y no a cómo lo dice, con frases como: Qué interesante lo que cuentas.
Cero burlas. La tartamudez ha sido tratada de manera peyorativa en la sociedad, lo que no contribuye al bienestar y autoestima de estas personas.
La música y el teatro como inhibidores de la tartamudez
El canto y el teatro, actúan como facilitadores de la comunicación en los niño/as con tartamudez. “Está comprobado que la persona que canta no tartamudea, como en el caso de los conocidos cantantes Ed Sheeran y Marc Anthony. Se debe a que cuando se canta, interviene el hemisferio derecho del cerebro, mientras que las alteraciones del habla se producen en el hemisferio izquierdo. Aunque no de manera tan generalizada, cuando se actúa en una obra de teatro, el tartamudeo puede remitir, ya que al interpretar un papel realizamos un habla aprendida, ficticia y deja de ser espontánea”, explica la vicepresidenta de la Asociación Española de la Tartamudez (TTM), Yolanda Sala Pastor.
El Pais
3/03/2018