Las cifras hablan por sí solas: en los últimos 50 años, el número de personas con miopía se ha duplicado en muchos lugares del mundo, como en Estados Unidos y Europa. Pero en otros territorios, en especial en Asia, el incremento es muchísimo más alto.
En China, por ejemplo, hace 60 años la población miope oscilaba entre el 10 y el 20 %. Hoy, en cambio, más del 90 % de los adolescentes y adultos jóvenes los son. Y en Seúl, capital de Corea del Sur, sufre miopía hasta el 96,5 % de hombres de 19 años. Algunas estimaciones apuntan que al final de esta década hasta un tercio de la población, es decir, 2,5 mil millones de personas, sufrirán de este defecto en la visión, a consecuencia del cual el ojo no refracta correctamente la luz, causando la visión borrosa de los objetos lejanos.
Australia tampoco se salva: se calcula que la cifra de miopes pasará de los 4 millones actuales a los 22 millones de afectados en 2050. Para el profesor y optometrista Kovin Naidoo, director de la entidad no gubernamental Brien Holden Vision Institute (BHVI) con sede en Sídney, estos datos evidencian que la miopía se postula como uno de los principales desafíos de la salud publica en el futuro. Algo así como una epidemia de miopía a nivel global.
"La miopía aparece durante la edad escolar y suele empeorar gradualmente hasta que el globo ocular completa su crecimiento. Lo que causa la miopía es el crecimiento excesivo del globo ocular , el cual se vuelve más largo de lo normal. En caso de que el ojo llegue a medir más de 26 mm, o presente más de 6 u 8 dioptrías, entonces se habla de miopía patológica", explica Manuel Díaz, catedrático de Oftalmología por la Universidad de Valencia y presidente de la Sociedad Española de Miopía.
Esa miopía patológica, añade, "aumenta significativamente el riesgo de sufrir cataratas, glaucoma, desprendimiento de retina y maculopatía miópica. Cabe recalcar que la miopía grave está entre las tres primeras causas de ceguera permanente en el mundo".
Mientras menos tiempo al aire libre, peor visión
Dada la dimensión del problema muchos científicos intentan desde hace tiempo comprender las causas del auge de este defecto ocular, un incremento tan grande que no puede atribuirse únicamente a causas genéticas. "Los cambios genéticos no se propagan tan rápido. Hace falta recurrir a un factor ambiental", dice la doctora Seang Mei Saw, que estudia las vinculaciones entre genética y miopía en la Universidad Nacional de Singapur.
Entonces ¿cuál es el motivo? El camino para averiguarlo no ha sido nada fácil. Hasta hace unos años se pensaba que la causa debía residir en el mayor tiempo que los niños dedicaban al estudio, algo que concuerda con la exigencia académica al alza de los chicos asiáticos. Según datos de la OCDE, los quinceañeros de Shangai dedican unas 14 horas semanales a hacer deberes, frente a las 5 que invierten los chicos británicos y 6 los estadounidenses.
Ya en los años noventa se había establecido una correlación entre el tipo de educación y la miopía tras un estudio realizado con adolescentes israelíes escolarizados en las escuelas talmúdicas judías conocidas como yeshivot. En estos centros las horas dedicadas a leer son mucho más altas y también el índice de miopía. La asociación parecía consistente, a lo que se sumaban las muchísimas horas que los niños del siglo xxi pasan frente a las pantallas de ordenadores, smartphones y tablets.
Sin embargo, los estudios acabaron por descartar que ese fuera el motivo principal. La pista definitiva no llegó hasta 2007, cuando el optometrista Donald Mutti del Colegio de Optometría de la Universidad Estatal de Ohio llevó a cabo una investigación que durante cinco años estudió los hábitos de un grupo de más de 500 niños de 8 y 9 años de edad y con visión sana. Al concluir la investigación, uno de cada cinco niños había desarrollado miopía. Y destacó un factor ambiental asociado a estos: habían pasado mucho menos tiempo al aire libre que los demás.
Unos resultados que, un año más tarde, corroboró la investigación dirigida por la experta en miopía de la Universidad de Tecnología de Sídney, Kathryn Rose, durante la cual el foco de atención fueron unos 4.000 alumnos de primaria y secundaria de la capital australiana. ¿Era la actividad física que llevaban a cabo los niños lo que les protegía de contraer miopía? No. Ni tampoco el tiempo dedicado al deporte o que esos niños pasaran menos tiempo ante las pantallas. O al menos no solo eso. El factor más concluyente resultó ser una mayor exposición a la luz brillante del día.
"La luz solar estimula la producción de dopamina intraocular a través de las células amacrinas de la retina", explica Manuel Díaz. La dopamina es un neurotransmisor que bloquea el alargamiento del ojo durante su desarrollo y se produce sobre todo durante el día. Se estima que si la iluminación es tenue, lo que ocurre en los ambientes de interior, su ciclo se interrumpe, lo que tiene consecuencias en el crecimiento de los ojos.
Al menos 10.000 lux diarios
Ian Morgan, un investigador especializado en la miopía de la Universidad Nacional de Australia en Canberra, estima que los niños necesitan pasar alrededor de tres horas por día bajo niveles de luz de al menos 10.000 lux para estar protegidos contra la miopía, una cantidad de luz similar a la que recibiríamos permaneciendo bajo la sombra de un árbol en día de verano. Algo difícil de igualar en un interior: una oficina o un aula que esté bien iluminada no supera los 500 lux.
En 2009, Morgan se propuso probar si pasar más tiempo al aire libre ayudaría a proteger la vista de los niños chinos. Él y un equipo del Zhongshan Ophthalmic Center lanzaron en Guangzhou un experimento en seis escuelas seleccionadas al azar en las que añadieron una clase al aire libre de 40 minutos de duración al final de cada jornada escolar para los niños de seis y siete años; los niños de otras seis escuelas no tuvieron cambios en el horario y sirvieron como referencia.
De los más de 900 chavales que asistieron a la clase al aire libre, el 30% desarrolló miopía entre los 9 y 10 años, un 10% menos que los alumnos de las escuelas de control. En una escuela de Taiwán, donde se les pidió a los maestros que los niños permanecieran al exterior durante 80 minutos diarios, los resultados fueron mejores. Tras un año, los médicos detectaron miopía solo en un 8% de ellos, en comparación con el 18% de los niños que fueron diagnosticados en una escuela cercana.
Sol y gotas de atropina
"La miopía siempre tiende a progresar. Solo la frena la exposición a la luz solar y las gotas de atropina", dice Manuel Díaz. Díaz es uno de los autores de un estudio científico que está a punto de ser publicado, en el que a lo largo de 5 años se ha podido comprobar que la atropina superdiluida (al 0.01%), aplicada diariamente por la noche, resulta también muy útil para ralentizar la progresión de la miopía. En el 80% de los tratados se consiguió frenar el avance de la miopía, que no aumentó más allá de las 0,25 dioptrías por año.
La atropina es un fármaco que lo que hace, entre otras cosas, es aumentar la producción de dopamina en las células amacrinas de la retina por lo que, en combinación con una correcta exposición a la luz solar, puede ser una herramienta de gran utilidad para controlar este indeseable auge de la miopía en el mundo.
Según el profesor asociado de Oftalmología en la Universitat de Girona Joaquim Tarrús, médico adjunto del servicio de Oftalmología del Hospital Josep Trueta y del Hospital de Olot, hoy por hoy la atropina parece ser la opción más efectiva, aunque su altísima dilución es esencial para evitar efectos indeseables locales, algo que se está monitorizando en la actualidad.
"Hay otras propuestas, como unas lentes de contacto diseñadas para regular el crecimiento del ojo, pero los resultados no son comparables", dice Tarrús, que también resalta la importancia que tiene la exposición a la luz solar en este asunto."Ya sabíamos que en épocas de menor luz ambiental, es decir en invierno, el incremento de la miopía en los niños aumenta más que en verano. Según indican las estadísticas realizadas en Estados Unidos, Australia y en los países asiáticos, que por el momento son muy amplias y poco concretas, la implementación de esos modelos de “educación intensiva” no hacen sino empeorar la situación», añade.
Desde hace mucho tiempo se conocen los múltiples beneficios que el aire libre genera en las personas, en especial entre los más jóvenes. Ahora, el freno de la miopía es otra razón de peso que no deberíamos obviar. Además, como recalca Kathryn Rose, estar al aire libre "seguramente redunda en un aumento de la actividad física, lo que a su vez disminuye la probabilidad de sufrir obesidad y mejora el estado de ánimo", dice Rose. ¡Y es gratis! ¿Qué más se puede pedir?
El Pais
27/01/2018