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La neuróloga infantil Anna Sans ha dedicado parte de su vida profesional a luchar en favor de los pacientes con trastornos de aprendizaje como la dislexia o los trastornos de la atención, entre ellos el TDAH, colaborando con las administraciones en la elaboración de protocolos. Ha sido responsable de la unidad de trastornos de aprendizaje escolar del hospital de Sant Joan de Déu, cargo que dejó hace unos meses para impulsar la división de neurodesarrollo del hospital Universitario Sagrat Cor (Grupo QuironSalud). En su opinión, la educación inclusiva está lejos de alcanzarse en Catalunya. “Cada día visitamos niños con dificultades de aprendizaje a los que no se está atendiendo de forma adecuada en la escuela”, afirma, crítica. En el seno de la Societat Catalana de Pediatria, ha impulsado, junto con los pediatras Anna Gatell y Vicente Morales, un grupo de trabajo para mejorar la vida de niños con trastornos de aprendizaje, una “diversidad invisible” pero extensa (un 15% del aula) y dañina por la incomprensión que genera. “Queremos que también los pediatras puedan detectar en el seguimiento de los niños aquellos signos de alerta de la existencia de problemas de aprendizaje”, manifiesta.
¿Cómo es el grupo de trabajo?
Somos unos 50 profesionales voluntarios –pediatras, neuropediatras, psicólogos, psiquiatras, maestros, educadores especiales– interesados en sensibilizar a la sociedad y a las administraciones de la situación actual. Un 15% de los niños padece algún tipo de trastorno de aprendizaje que, detectado a tiempo, le permite progresar y le ahorra mucho sufrimiento. Si sumamos otras psicopatologías el alumnado alcanza al 25%.
¿Una cuarta parte del aula tiene necesidades especiales?
Esta es la estadística de todos los países pero hay administraciones que la reconocen y otras que no la quieren ver, como la nuestra.
El decreto de la educación inclusiva está recién aprobado.
Para temor del profesorado que no está preparado para recibir toda la diversidad existente. Falta mucho para que en la escuela se dé la atención que los niños requieren. Falla la formación, fallan los equipos de orientación psicopedagógica, falla la cultura de la diversidad real.
¿Cual es su propuesta?
Sería muy útil que el pediatra hiciera un seguimiento de la evolución de los aprendizajes, igual que de otros aspectos del desarrollo. La simple revisión sistemática de las notas escolares y la aplicación de determinados cuestionarios serviría para detectar muchos de los casos de los trastornos más frecuentes. Los estudios internacionales señalan que estos trastornos se detectan a los 4 años. Ahora estamos diagnosticando entre los 8 y los 10 de media, igual que hace 15 años. ¡Siguen llegando niños sin diagnóstico que cursan secundaria! Así que pensamos que igual que se trabaja con las tablas de desarrollo del niño sano, su altura y su peso, podrían ampliarse los protocolos hacia la detección de otros problemas.
¿Cómo lo harían?
Existen protocolos de detección y cuestionarios, para padres y docentes, que son herramientas muy útiles para la detección de aquellos niños con riesgo de padecer problemas de aprendizaje. También la adquisición de determinadas habilidades básicas para la lectura o el cálculo pueden valorarse en la educación infantil, para poder activar las ayudas necesarias. Es a estas edades cuando el cerebro del niño puede compensar mejor las dificultades y aprovechar al máximo las medidas de reeducación. Conocer el rendimiento escolar de los padres y hermanos también es un dato muy útil, por el componente genético de la mayoría de estos trastornos.
¿Detectan los pediatras estetipo de trastornos?
En general la red asistencial pública, tanto la sanitaria como la de educación, no da una respuesta adecuada, y los pediatras encuentran problemas a la hora de utilizar circuitos asistenciales efectivos. Los padres con recursos económicos acuden a centros privados, y con ayuda extraescolar y apoyo en casa en muchos casos compensan lo que debería hacerse en la escuela de forma individualizada. En cambio, los grupos sociales desfavorecidos están poco atendidos. Es un problema porque muchos de estos padres parten de la creencia de que en la familia nadie ha sabido estudiar. Y quizás ha sido por un componente genético.
¿Qué tipo de atención escolar necesitan esos niños?
Necesitan una atención distinta e individualizada. Pero no muy complicada ni difícil de ofrecer. Es sorprendente que, por ejemplo, para mejorar la comprensión lectora de alumnos con dislexia o con trastornos de la atención no se faciliten libros adaptados que existen desde hace años en el mercado. La asociación Lectura fácil es una entidad sin ánimo de lucro que los edita desde hace 15 años. El mismo Tirant lo Blanc que leen los demás. El maestro debe saber también aspectos básicos como que alumnos con TDAH tiene una memoria de trabajo corta y pierde el hilo de lo que lee. No basta sólo con repetirles que han de leer más. Muchos recién graduados en magisterio no se les ha ofrecido ninguna formación.
¿Qué expresan los padres en la consulta?
Se desesperan. Cada curso tienen que empezar a explicar lo que sucede a su hijo. Así que los padres acaban rogando que les toque un maestro con un sobrino con TDH. No hay ningún niño que no quiera aprender pero hay niños que ante el fracaso continuado, acaban emocionalmente afectados, y aceptando que ellos no pueden aprender como los demás.
La Vanguardia
8/01/2018