Hoy, al menos el 20% de la industria editorial norteamericana, una de las más importantes del mundo, es ya digital. Los libros electrónicos y su difusión mediante diversas plataformas se han convertido en una innegable opción para el acceso a la información y la cultura.
¿Pero habrá alguna diferencia importante en nuestra manera de leer y aprender, dependiendo del soporte que utilicemos, físico o informático? ¿Aprendemos mejor si lo que leemos está escrito e impreso en papel, que si lo hacemos en un formato electrónico?
A treinta años de iniciarse las investigaciones al respecto, hoy coinciden los especialistas que cuando se trata de artículos, crónicas, historias o descripciones para los que no requerimos poner especial atención, la mente funciona mejor si leemos esa información en pantalla; mientras que cuando requerimos poner especial atención sobre los puntos importantes de lo leído, para valorar los datos que se me están dando, preferimos ver el texto impreso y de conjunto, esto es, físicamente. Lo mismo cuando el texto es abundante. ¿Se deberá esto a que el cerebro opera diferente al leer textos impresos y digitales?
Se sabe que no tenemos un circuito cerebral especializado en la lectura. Lo cual es entendible: se trata de fenómeno sumamente reciente, que no aparece en la evolución humana hasta hace unos seis mil años. Cuando leemos se aprovecha una especie de entretejido de fibras nerviosas en el cerebro, especializadas en la coordinación motora tanto de la visión como del habla; de modo que para aprender a leer y escribir usamos los mismos recursos para visualizar y captar realidades físicas. Esta es la razón por la que a un niño se pide repetir una y otra vez ejercicios de caligrafía en las que escribe una y otra vez las letras para fijar el correcto movimiento de su mano, mientras hace el trazo, ya que necesita identificar en cada una de las letras sus líneas rectas, curvas, espacios etc., para lo que intervienen los ojos y las manos; y la compresión del texto como una totalidad, como si fuera un mapa en un espacio.
Todo ello influye al preferir un texto impreso o digital. Cuando tenemos un libro impreso, por ejemplo, identificamos un espacio completo izquierdo y otro derecho; cuatro esquinas del lado derecho y cuatro del izquierdo. Y podemos ubicar si la información está arriba o abajo; al mismo tiempo que con la mano izquierda advertimos el volumen de lo avanzado; al tiempo que la mano derecha calibra cuánto falta para finalizar la totalidad de la lectura. Eso aún no es posible en un libro digital, pues no hay volumen que nos dé idea sobre qué tanto hemos leído. Otra ventaja competitiva del papel frente a la pantalla radica en su modestia: no tiene elementos distractores que impidan a la mente concentrarse espacio-temporalmente en el mensaje del texto.
Y sin embargo, el formato digital va mucho más allá de la mera imitación del libro: puede mezclar imágenes, vídeo, sonido, etc., con más elementos para acompañar el aprendizaje de los que podrían lograrse en el texto impreso.
Respuesta
Así pues, para responder qué lectura es mejor si la impresa o su versión digital, hemos de preguntarnos antes sobre la naturaleza de la información que buscamos y el motivo que nos mueve a leer un determinado texto. En ello radicará la pertinencia de preferir el papel o la pantalla.
Diario de Yucatán
1/12/2017