Los pulpos son animales solitarios que, a diferencia de otras especies y gracias a su capacidad depredadora, no necesitan organizarse y formar grupos para protegerse, como lo hacen otros invertebrados marinos, ya que tienen los mecanismos de defensa necesarios para afrontar todo tipo de desafíos.
Pese a ello, existen algunas excepciones a esta regla, como es el caso de la especie Octopus tetricus, que durante el día, se retira a su guarida en los arrecifes rocosos de Australia y durante la noche sale a cazar langostas, cangrejos y otras criaturas marinas, que alcanza con sus brazos de cerca de un metro de longitud, y no lo hace siempre solo.
Y es que encontrar comida y un sitio donde proteger las puestas no es siempre una tarea fácil, tal y como reporta un trabajo publicado este mes de septiembre en la revista Marine and Freshwater Behaviour and Physiology . En él, un grupo de científicos desvela el violento comportamiento de esta especie cuando teme por la satisfacción de sus necesidades, una situación para la que, sostienen los expertos, se vale de su capacidad de cambiar de aspecto para informar al resto de pulpos de su estado emocional y de sus intenciones.
El estudio, llevado a cabo en una pequeña bahía ubicada en la costa sur de Nueva Gales del Sur (Australia), conocida como ‘Jervis Bay’, detalla como hasta 16 pulpos se congregan día y noche sobre un extenso manto de conchas desechadas en el que estos cefalópodos se acoplan y protagonizan violentos enfrentamientos con un solo objetivo: comer y asegurarse el futuro de su descendencia.
La investigación ratifica que son los cambios de coloración y de postura los responsables de la comunicación entre estos cefalópodos, en los que los tonos oscuros simbolizan la fuerza y los más claros la debilidad, tal y como reveló en 2012 otra investigación llevada a cabo muy cerca del enclave en el que ahora se han descrito estos enfrentamientos.
En aquella ocasión, los expertos grabaron en vídeo más de cincuenta horas en las que podía verse a 186 pulpos interactuando entre sí con más de 500 acciones distintas, que utilizaron para estudiar la vida social de los pulpos y descubrir que, a esta especie, los cambios anatómicos no sólo les sirven para ocultarse de los depredadores y camuflarse con el sustrato, sino también para comunicarse con ejemplares de su misma especie.
Con todo, las cámaras registraron en esta ocasión fuertes ataques, largas persecuciones y situaciones amenazantes, para las que, una vez más, estos cefalópodos oscurecían su cuerpo con el objetivo de adquirir un aspecto más inquietante y amenazador, gracias al que intimidaban al resto del grupo.
La vanguardia
10/09/2017