Joaquín tiene 6 años y cursa el segundo año de Educación General Básica (EGB). El pequeño distingue los colores, los números y las letras. Sin embargo, aprender a leer y a escribir le ha costado trabajo. La razón: él sufre de dislexia, un problema que afecta al 80% de personas que sufren un trastorno de aprendizaje, según las estadísticas del Instituto de Salud de Estados Unidos.
Su mamá, Lorena Mideros, recuerda que cuando Joaquín empezó su aprendizaje notó que se ‘comía’ algunas letras. Al inicio -la progenitora- creyó que era algo normal que sucedía en el proceso de enseñanza.
Con el paso del tiempo, Mideros notó que su hijo no mejoraba ni avanzaba en su lectura y escritura. Por ello decidió consultar con un especialista.
El psicólogo infantil Luis Alberto González explica que cuando una persona lee, transforma signos gráficos en silla, mesa, etc. Asocia letras con sonidos. El disléxico tiene dificultades para asociarlos.
Agrega que el lenguaje oral se aprende naturalmente. “La madre no dice hoy vamos a empezar a aprender a hablar”, mientras que con el lenguaje escrito no pasa lo mismo.
El cerebro tiene que activar circuitos que no se encienden naturalmente. “Estos se activan a través de la enseñanza para que la persona pueda leer”.
La terapista Ana Becerra asegura que la dislexia no tiene cura y se puede detectar cuando el menor empieza con el proceso lector. En este punto los padres podrán notar falencias en la lectura o escritura.
En una tomografía, por lo general, no se hace evidente este problema, explica Becerra, por lo que es necesario realizar test neuropsicológicos, donde se pueden ver las alteraciones que se producen en las neuronas.
El diagnóstico temprano ayuda en el tratamiento
El pediatra José Herrera enfatiza que diagnosticar el impedimento es clave porque, además de brindar un tratamiento a tiempo, el menor entiende que no se trata de un problema de capacidades, dado que el no poder realizar una tarea aparentemente tan sencilla como leer fluido, genera frustración y la sensación de no ser lo suficientemente inteligente, o lo que es peor, de no serlo.
Con esto concuerda Becerra. Ella indica que la dislexia no tiene cura, pero un tratamiento correcto y precoz puede mejorar notablemente la capacidad lectora y de comprensión de los afectados por esta alteración.
Recuerda que en muchos casos, los niños pasan años yendo a terapias por baja autoestima o recibiendo apoyo académico, intervenciones que no apuntan a lo que realmente necesitan, que es que se les enseñe a leer y a procesar información escrita activando áreas cerebrales que son la fortaleza para lograrlo.
En ocasiones, este trastorno va acompañado de dificultades de pronunciación, en palabras nuevas, largas o que contengan combinaciones de letras del tipo de las que le producen dificultades en la lectura.
En el aula se puede detectar inicialmente por el retraso en el aprendizaje de la lecto-escritura, las peculiaridades que se dan cuando consigue iniciar el aprendizaje, la lentitud, la tendencia al deletreo, la escasa comprensión lectora debido a la falta de ritmo, la ausencia de puntuación, entre otros.
Según Becerra, a medida que los cursos pasan, los problemas se agudizan, ya que el trabajo escolar se basa en las habilidades que el niño no tiene. Así, la dificultad lectora, la escasez de comprensión, llevan a malos resultados escolares.
La dislexia va unida con otros problemas de aprendizaje escolar como la disgrafía, que es una dificultad para trazar correctamente las letras en las líneas del cuaderno.
Dytective es una nueva aplicación gratuita para dispositivos móviles que integra por primera vez un test de juegos lingüísticos y de atención con inteligencia artificial para la detección temprana del riesgo de padecer este trastorno.
La aplicación -que está disponible tanto para Android como iOS- consiste en una serie de ejercicios con una duración de 15 minutos en los que, tras analizar más de 200 variables, se le notifica al usuario si tiene riesgo o no de padecer dislexia con 89,5% de precisión.
En su página web, la organización internacional Change Dislexia explica que la prueba está dirigida a familias, profesionales y colegios. Se la ha certificado con una muestra de 10.000 personas.
“Se la puede usar para niños a partir de los 7 años, pero no equivale a un diagnóstico médico”, alertan los creadores.
Esta nueva acción forma parte de una campaña que busca eliminar todo tipo de barreras educativas y sociales gracias a la tecnología.
El trastorno es una disfunción neurológica, no visual
Históricamente se ha relacionado a la dislexia con problemas de percepción visual, pero las investigaciones más recientes desmienten dicha asociación. Se calcula que afecta al 5% de los niños.
Una investigación liderada por Ibone Saralegui, licenciada en medicina y cirugía de la Universidad del País Vasco, reveló que los lectores con dislexia parecen tener una red neuronal para la lectura diferenciada de los normolectores y de aquellos con alteraciones de la motilidad (movilidad) ocular.
El estudio indicó que una de las principales causas es una alteración en la ruta fonológica para la lectura de los niños, lo que tiene una gran incidencia en la terapia que se les debe aplicar
El telégrafo
2/07/2017