Sobran las palabras. Los emoticonos nos dejan sin ellas. Poco a poco, las caritas, aplausos o rostros llorando de risa han ido arrinconando a la expresión escrita hasta convertirse en un elemento casi imprescindible en la mensajería online. Son el alfabeto de la década, o quizá del siglo.
La mitad de los comentarios de Instagram tiene un emoji y no hay conversación en WhatsApp que no esté salpicada de estos intrusos de la ortodoxia lingüística. Basta uno de estos pictogramas para ahorrarse una frase. En menos de un segundo se ha dicho todo. Parecen inocentes, pero esconden una amenaza -o una oportunidad- para el idioma tal y como lo hemos entendido hasta la fecha. En muy poco tiempo se ha convertido en un fenómeno de masas, capaz de poner de acuerdo a toda la humanidad, sin distinciones sociales, demográficas, políticas o económicas.
"Ante la pobreza léxica, bienvenida sea la riqueza gráfica", dicen algunos de los filólogos consultados, conscientes de que "una cosa y otra avanzan de la mano, apremiados por maneras de comunicar cada vez más inmediatas, estandarizadas y superficiales". Basta un vistazo a cualquier timeline de algún joven usuario de Instagram para certificar el declive las palabras frente a los emoticonos.
Mientras debaten los partidarios y detractores, los lexicógrafos y etimólogos encuentran nuevos ámbitos para su actuación y análisis. Lo que inicialmente eran cuatro signos ahora supera el millar. Los últimos 69 emoticonos en llegar se anunciaron a finales del pasado abril para alborozo de sus acólitos. Unos piensan que es el lenguaje de los nuevos tiempos y otros argumentan que es tan viejo como la comunicación, al tratarse de una versión moderna de la más antigua alfabetización. Los jeroglíficos egipcios no eran más que ideogramas, igual que los que circulan cada segundo en las redes sociales.
Neruda no necesitaría de estos recursos gráficos para expresar emociones, pero desgraciadamente ese no es el caso del común de los mortales. A grandes rasgos, estos signos vienen a cumplir las funciones de los verbos, adjetivos y adverbios, algo que parecía exclusivo de la locución OK. Si este americanismo se considera la palabra más utilizada del mundo, con presencia en más de 600 idiomas, la carita sonriendo podría ser su comparable en los textos reproducidos a través de las plataformas de mensajería instantánea y redes sociales. Todas las personas del mundo entienden dicho signo de forma inequívoca.
Frente a los que piensan que una imagen vale más que mil palabras, se encuentran unos pocos defensores de la pureza y la corrección del idioma. Entre unos y otros se sitúa una inmensa mayoría de la humanidad conectada que utiliza los emoticonos como un recurso más para matizar sus comentarios en entornos en los que ni hay tiempo ni espacio para extenderse en adjetivos. Algunos estudiosos en la materia aseguran que los emoticonos vienen a ser la comunicación no verbal en las conversaciones online. Su ausencia podría interpretarse como hablar en público sin realizar un gesto o cambiar la inflexión de la voz. Dicen que sin emoticonos se pierde gran parte de la riqueza expresiva, teoría que desquicia a los defensores del idioma sin aditamentos.
La Real Academia Española de los Emoticonos es el consorcio Unicode, formado por las principales compañías tecnológicas y cuya tarea consiste en controlar y aprobar las normas universales y diseños para letras e iconos gráficos.
El Oxford Dictionary, en un alarde de tolerancia, consideró el icono de la "cara con lágrimas de alegría" como la Palabra del año 2015. Según Social Media Today, las entradas en Facebook que incluyen algún emoticono generan un 57% más de me gusta y un 33% más de comentarios que los que solo incluyen texto. Un estudio de la agencia MyClever asegura que la probabilidad de que el usuario abra un correo electrónico referido a algún asunto comercial se incrementa el 56% cuando en el asunto aparece un pictograma. Las aplicaciones de Google Play que deslizan un pictograma en el texto de su explicación incrementan las descargas. Los grandes anunciantes de Twitter aprovechan los emojis para segmentar a sus potenciales receptores de sus mensajes.
Economista
21/06/2017