Científicos de la Universidad de Bristol, en Reino Unido, evaluaron a los 14.500 participantes en el estudio ‘Niños de los años 90′ y encontraron que, si la abuela materna de una niña fumaba durante el embarazo, la niña era un 67 por ciento más propensa a mostrar ciertos rasgos relacionados con el autismo y comportamientos repetitivos.
El equipo -cuyo trabajo se detalla en un artículo publicado este jueves en ‘Scientific Reports’– también encontró que si la abuela materna fumaba, esto aumentó en un 53 por ciento el riesgo de que sus nietos tuvieran un trastorno del espectro autista diagnosticado (TEA).
Estos descubrimientos sugieren que si una mujer está expuesta al humo del cigarrillo mientras todavía está en el útero, podrían verse afectados los huevos en desarrollo, causando cambios que eventualmente pueden afectar al desarrollo de sus propios hijos. Ahora, se necesita más investigación para averiguar cuáles podrían ser estos cambios moleculares y para ver si existen los mismos vínculos en otros grupos de personas.
A diferencia del análisis de los rasgos autistas, que se basó en más de 7.000 participantes, los 177 diagnosticados con TEA eran demasiado pocos para analizar a los nietos y las nietas por separado. El descubrimiento es parte de un estudio a largo plazo sobre los efectos del tabaquismo materno y paterno durante el embarazo en el desarrollo de sus nietos.
Mediante el uso de información detallada recogida durante muchos años sobre múltiples factores que pueden afectar la salud de los niños y el desarrollo, los investigadores fueron capaces de descartar otras posibles explicaciones de sus resultados.
Muchos factores implicados
La incidencia de TEA ha aumentado en los últimos años y aunque parte de este incremento es indudablemente inferior a un mejor diagnóstico, los cambios en el medio ambiente o estilo de vida también es probable que desempeñen un papel. Los científicos hacen hincapié en que muchos factores diferentes, como la variación genética, es posible que afecten a las posibilidades de un individuo de desarrollar TEA.
Estudios anteriores sobre el tabaquismo materno en el embarazo y los TEA en niños no han sido concluyentes. Ir hacia atrás una generación ha revelado un efecto intergeneracional, que curiosamente es más claro cuando la madre no fumaba durante el embarazo.
Las razones de esto no están del todo claras, pero el profesor Marcus Pembrey, uno de los autores del artículo, señala: “En términos de mecanismos, hay dos amplias posibilidades. Hay daño del ADN que se transmiten a los nietos o hay alguna respuesta adaptativa al tabaquismo que deja al nieto más vulnerable al TEA. No tenemos ninguna explicación para la diferencia de sexo, aunque previamente hemos encontrado que el tabaquismo en las abuelas se asocia con patrones de crecimiento diferentes en nietos y nietas”.
“Más específicamente, sabemos que el tabaquismo puede dañar el ADN de las mitocondrias -numerosos paquetes de energía– contenidos en cada célula y las mitocondrias sólo se transmiten a la siguiente generación a través del óvulo de la madre. Las mutaciones mitocondriales iniciales del ADN a menudo no tienen ningún efecto manifiesto en la propia madre, pero el impacto puede aumentar cuando se transmite a sus propios hijos”.
A ello, profesor Jean Golding, otro de los autores, añade: “Ya sabemos que proteger a un bebé del humo del tabaco es una de las mejores cosas que una mujer puede hacer para darle a su hijo un comienzo saludable en la vida. Ahora, hemos encontrado que no fumar durante el embarazo también podría dar a sus futuros nietos un mejor comienzo. Hemos comenzado a estudiar la próxima generación de participantes, así que finalmente podremos ver si el efecto se transmite desde los bisabuelos a sus bisnietos también”.
EP
5/05/2017