Adquirir hábitos de lectura es todavía una expectativa que los adultos tienen sobre los menores. Los padres y los profesores consideran que leer es importante en la vida. No obstante, esta percepción, el esfuerzo por impulsar nuevos lectores, no se ve ni en la administración, por las horas curriculares establecidas para lengua y literatura, ni en las escuelas, ni tampoco en las familias que no compran libros ni acompañan a sus hijos a las bibliotecas. Estas son algunas de las conclusiones que se desprenden de los datos recogidos en el estudio publicado recientemente por la Asociación Española de Comprensión Lectora.
El informe refleja el consenso general entre los maestros de que la ley educativa actual, la Lomce, no dedica tiempo escolar suficiente al aprendizaje de la lectura. A ello se añaden las críticas de algunos maestros sobre el hecho de que las escuelas innovadoras, que brillan en áreas temáticas de ciencias y sociales, no destacan en los medios por sus enfoques de fomento a la lectura, aunque los tengan. Como dice un adolescente de bachillerato, “leer cansa”.
La encuesta de la asociación se realizó sobre casi 3.300 docentes (la mayoría de las primeras etapas educativas) participantes en el Congreso Internacional de Comprensión Lectora Infantil y Primaria, en marzo pasado. Casi la mitad de los maestros aseguró que sus alumnos trabajan la competencia lectora entre una y cuatro horas semanales. Los hay que más de tres (40%) pero también menos (el 9% es inferior a una y el 5%, ninguna).
El 95% de los profesores afirmó que la lectura es básica en el plan de estudios, ya que es una competencia transversal en todas las asignaturas, especialmente en su vertiente de comprensión. Según los padres, los niños leen en términos generales, pero un 20% no supera los cinco al año y un 10%, ninguno. A algunos no les gusta leer y otros tienen un exceso de estímulos que no propician un clima adecuado para la concentración que requiere la actividad lectora. Así, un 37% de los chicos prefiere emplear el tiempo en otros entretenimiento, a un 14% no le gusta leer y un 12% declara no tener tiempo.
En Catalunya, donde la dedicación lectiva a la lectura es mayor que en otras comunidades, según este estudio, con 3 horas en primaria y 6 horas de lengua y literatura en secundaria, no se consigue estimular el hábito de la lectura entre los adolescentes. Así, hay voces de maestros y de autores que reclaman a la Generalitat más tiempo de lectura en horas de clase en la ESO y, especialmente, en bachillerato, cuando la enseñanza de literatura sufre aún más debido a que la prueba de selectividad tiene una orientación lingüística. En este sentido, el Col·lectiu Pere Quart, que ha movilizado 3.340 firmas en la plataforma Change.org, reclama a la administración catalana más horas de clase y que se establezcan “las condiciones para que se imparta de forma que suscite el interés, se fomente la creatividad, la sensibilidad y el conocimiento hacia nuestro patrimonio literario”.
¿Cómo fomentar la lectura en un ambiente de videojuegos, móviles y ordenadores? Llüisa Bruch, profesora de Lengua y Literatura catalana en un instituto barcelonés, señala que a los alumnos les gustan mucho las historias. “Cuando leo en voz alta, les encanta”, explica. “El problema es cuando es una actividad individual porque se enfrentan a sus dificultades para comprender el texto”. Y, como indica el adolescente, se cansan. Las editoriales de libros de texto, conocedoras de este déficit, incorporan material auditivo que reproduce los fragmentos literarios del libro de lengua. “Cada trimestre deben leer un libro de catalán y uno de castellano. Les cuesta horrores. Y eso que solemos elegir contemporáneos para que les interesen más”. Esta semana santa, los alumnos de Bruch leerán Paraules emmetzinades, de Maite Carranza.
La obligatoriedad de la ficha de lectura es lo que mata el placer, según Jaume Cela, escritor que ha recibido el premio Barcanova. Y la pérdida de la oralidad de los cuentos a medida que los niños crecen. “Deberían crearse espacios naturales de lectura donde los niños vieran al maestro leer y las obras se comentaran sin ánimo de controlar. Del mismo modo que en la familia debería hablarse de libros en la cena”. Para Cela, la crisis de la lectura está en el mundo adulto y puede pasar al infantil por falta de referentes.
“A mí no me gusta leer”, exclamó uno de los alumnos de Magisterio al profesor de Pedagogía Enric Prats cuando éste propuso al aula escoger un libro, entre diez, para analizar el trasfondo escolar. El docente, que reivindica conscientemente el amor al papel paseando por el campus con un libro bajo el brazo y es autor del Aprendre de lletres (un diálogo entre literatura y pedagogía), cree en el rol de los maestros como referentes. “En magisterio hay una formación sólida de carácter técnico, tanto en lo que corresponde al conocimiento sistemático de las lenguas (normativa, etcétera) como en lo relativo a su didáctica, a la manera de trabajarla con niños y niñas”, explica. “No tengo tan claro que la formación sea igual de sólida en lo que respecta a las actitudes y valores que implican la lengua y la literatura, y por supuesto a la conciencia lectora. Haría falta mucha reflexión con los estudiantes acerca de qué seríamos sin libros”. Los profesores de secundaria vienen de filología pero se ven obligados a enseñar “aspectos normativos (en lengua) y técnicos (en literatura: estilo, recursos...) y quizás menos en la lectura como actividad genuinamente humana”.
La Vanguardia
22/04/2017