El autismo es uno de los trastornos más frecuentes en todo el mundo. En España, uno de cada 68 niños lo sufre, y en Estados Unidos uno de cada 50. Para enfrentar un problema que cada vez gana mayor visibilidad, existen terapias de todo tipo, tanto psicológicas como neuronales. Pero en el Hospital Beaumont de Royal Oak, a las afueras de Detroit (EEUU), han encontrado un método tan original como eficaz de combatirlo: a través de la música.
Lisa Barnett, terapeuta musical, ha potenciado una práctica que aplica a decenas de personas autistas del hospital. A través del aprendizaje de instrumentos y de la improvisación de canciones, sus pacientes consiguen comunicarse de una manera alternativa y fácil para expresar lo que sienten.
El mejor ejemplo de que la terapia funciona es Lance Vardon, de 25 años y diagnosticado de autismo desde los siete. Aunque tiene un grave caso de comunicación verbal limitada –apenas puede negar y afirmar–, gracias a su terapia con el piano ha conseguido establecer relaciones comunicativas con sus compañeros. Así, también ha reducido la ansiedad que le acompaña desde siempre y se ha interesado en una práctica que le hace olvidarse de sus problemas.
“Es un ejemplo para el resto de pacientes”, explica Barnett sobre Vardon. No para menos, ha pasado por todos los pasos de la terapia y ha mejorado muchísimo en sus problemas, a la par que se ha convertido en un gran pianista. De hecho, es capaz de tocar City of Stars de La La Land a la perfección, así como cientos de sinfonías clásicas que ha aprendido en los casi 10 años que lleva junto a Barnett.
La terapia se sustenta con un reciente estudio neurológico de la Western Michigan University. Edward Roth, director y profesor de musicoterapia, analizó el cerebro de varios niños con autismo que estaban improvisando canciones con varios instrumentos. Según las conclusiones preliminares de Roth, al hacerlo, en sus cerebros se activaron partes relacionadas directamente con la comunicación.
“Si observamos los cerebros analizados, no podemos encontrar diferencias entre quienes interactúan a través de la música y la gente que lo hace con palabras. Tienen discusiones verbales a través de la música, y esto sin tener en cuenta que no son músicos, sino niños musicalmente ingenuos”, comenta Roth.
Además, otro estudio de Frontiers in Human Neuroscience asegura que interpretar música improvisada disminuye las hormonas del estrés y aumenta la oxitocina, según análisis de la sangre de voluntarios universitarios. De este modo, algunos de los mayores problemas que arrastran las personas con autismo pueden ser combatidos directamente con la música.
También otras artes pueden ser beneficiosas para ellos. Por ejemplo, en la Michigan State University hay programas de teatro, canto y baile para personas autistas. Al poner a prueba su creatividad se potencia su capacidad cognitiva, se mejora su expresión y lenguaje y “muestra a los niños lo que pueden hacer. Les da la sensación de haber logrado algo bueno”, tal y como explica Martha Hibbs, madre de uno de los participantes en el programa.
Por supuesto, no basta con la música para atacar un trastorno tan repetido en todo el mundo. Pero es un gran útil para ayudarles a superar sus dificultades, además de darles algo por lo que luchar.
Play Ground
3/03/2017