El autismo es un trastorno neurológico que afecta la capacidad de una persona de comunicarse y relacionarse con otros. Una persona autista tiende a centrarse en sí misma, a ejecutar comportamientos
repetitivos y a mostrar hiperactividad o pasividad. Igualmente, y de forma muy positiva, su capacidad de no “ver” a los demás le permite
hiperconcentrarse, visualizar patrones y poner extrema atención a los detalles, logrando desarrollar proyectos específicos de forma extraordinaria.
Pero, ¿qué tiene que ver esto con la empresa familiar? Pues resulta, que al igual que el ser humano, la empresa familiar es, en su conjunto, un organismo; un ente viviente. Como tal, puede presentar ciertas “enfermedades” no sólo en su estructura y funcionamiento operativo, sino también en su propia “psique empresarial”— tradiciones, rutinas, interacciones sociales, valores y cargas emocionales colectivas que, consciente o inconscientemente, afectan el comportamiento del sistema, impactando sus procesos de aprendizaje y su capacidad de adaptación al entorno.
Así, con el fin de conocer y sensibilizarnos más ante estos desórdenes
que sufren las empresas familiares, trataré el tema en ésta y las próximas columnas.
ALGUNOS SÍNTOMAS del trastorno autista en la empresa familiar son:
1.- Nula o deficiente comunicación entre los socios-operadores del negocio.
Aún y cuando se ven diariamente en la empresa y tienen sus puestos de trabajo/ despachos uno al lado del otro, existen quejas generalizadas de que “no se enteran de lo que pasa en el negocio”.
2.- Existencia de anclas que frenan el crecimiento y limitan la adaptación.
Constan casos en que el aprendizaje pasado limita la innovación y el cambio. Tanto es así, que en la empresa puede haber tradiciones y rutinas inalterables— especialmente si fueron instauradas por el fundador— que hoy, no responden al mercado actual, y que impiden la eficiencia ¡OJO!
3.- Indiferencia y falta de empatía organizacional.
Sin duda alguna, un signo de alerta es cuando los colaboradores expresan continuamente que en la empresa “no pasa nada” y “no hay consecuencias”. Y es que, muchas veces, con tal de evitar confrontaciones y no herir susceptibilidades familiares, los socios-
operadores tienden a ignorar las problemáticas y a posponer la toma de
decisiones—aún y cuando esto pueda afectar al negocio.
4.- Empresa rentable con silos de conocimiento.
Sucede que los socios-operadores (esos que no se comunican) son bastante buenos en sus áreas de trabajo— si quisieran, podrían generar sinergia—; no obstante, con la excusa de que “no hay tiempo” o por estar enfrascados en guerras de poder, tienden a “esconder” su potencial. En consecuencia, aunque la empresa va bien, cuenta con tremendas oportunidades de mejora.
5.- Frustración profesional y lealtad reducida.
Las empresas familiares que padecen autismo generalmente tienen
colaboradores en zona de confort, con pocas o nulas posibilidades de
crecimiento profesional y poco cohesionados entre sí—grilla interna y
rotación. No es de extrañarse que no tengan “la camiseta bien puesta” y
que se vuelvan oportunistas.
El autismo en la empresa familiar afecta a todos: Socios, colaboradores,
clientes y proveedores. Por ello, es importante conocer su sintomatología, diagnosticarlo a tiempo y someterse a “tratamiento”.
Sólo si se atiende de manera profesional, la empresa familiar sobrevivirá; de otra forma, el patrimonio se extinguirá y la familia
romperá relaciones ¡Cuidado!
* La autora es Socia de Trevinyo-Rodriguez & Asociados, Fundadora del Centro de Empresas Familiares del TEC de Monterrey y Miembro del Consejo de Empresas Familiares en el sector Minero, Petrolero y de Retail.
El Financiero
25/01/2017