Los padres con niños que sufren trastornos autistas son los primeros que notan que sus hijos son diferentes a los demás y quienes antes sugieren a los médicos vagas preocupaciones porque sonríen poco o porque son poco sensibles a los sonidos que les rodean.
Las manifestaciones por trastornos autistas son muy variadas, pero en casi todos los casos son los padres quienes comentan al pediatra sus temores y extrañezas ante el comportamiento de sus hijos, cuando apenas tienen el primer año de vida.
Según el psiquiatra infantil Joaquín Fuentes, jefe del servicio de la Policlínica de Guipúzcoa y coordinador del grupo de estudio de Trastornos del Espectro Autista del Instituto de Salud Carlos III, los pediatras tardan en general más de lo debido en el diagnóstico de esta enfermedad.
Este especialista en autismo hizo un llamamiento para que los pediatras de atención primaria hagan más hincapié en la detección precoz de los retrasos del desarrollo psicosocial de los bebés, lo que permitiría adelantar algunos diagnósticos.
Los niños con estos trastornos tienen al nacer un aspecto sano y los primeros síntomas suelen estar poco definidos y son poco claros, de forma que a veces solo se nota cierta pasividad y poca atención ante las cosas que les rodean y otras lloran sin razón aparente o son muy excitables.
A pesar de todas las dificultades para dar con el problema, un diagnóstico más precoz permite que los niños con estos trastornos puedan beneficiarse antes de un tratamiento integral que puede ayudarles mucho a que tengan una vida mejor en el futuro.
Aunque no existe nada que cure el autismo y el trastorno permanecerá toda la vida, la terapia conductual, la educación especializada, la logopedia y a veces los tratamientos farmacológicos pueden conseguir la mejor integración y adaptación de estas personas.
El autismo aparece en todos los países del mundo y es una enfermedad con base genética, que no tiene que ver con la educación o trato que hayan recibido y que afecta a casi seis personas de cada mil, con mayor prevalencia en los varones.
En los últimos años hay estudios que dicen que puede haber mucho más casos de los que parecía, hasta el punto de que muchos especialistas hablan de una nueva epidemia oculta de autismo.
El 60% de los autistas tienen retrasos mentales más o menos acusados, pero hay otros, encuadrados en el denominado síndrome de Asperguer, que tienen una inteligencia normal y en los que es aún más difícil el diagnóstico porque pasan más inadvertidos, aunque se les considera a menudo como raros y especiales.
Los trastornos de autismo son crónicos y provocan un gran sufrimiento en las familias, que deben hacer frente a muchos problemas.
Muchas de las personas con las formas más graves de autismo tienen un cociente intelectual muy por debajo de la media, son incapaces de hablar y necesitan un gran apoyo social durante toda su vida.
La amplia gama de estos trastornos hace que los especialistas consideren la alteración de la socialización como el síntoma principal que les une a todos ellos.
Los pacientes con autismo son personas a las que les cuesta entender las normas sociales y tienen muchas dificultades para compartir el mundo emocional, no aprecian bien las intenciones del otro y les resulta muy complejo establecer amistades.
A estas dificultades se une el pobre uso de gestos, posturas y expresiones faciales que ayudan a la comunicación humana y por ello son las personas de su entorno, los terapeutas y los médicos quienes deben ayudarles a no sufrir con ese terrible aislamiento que les provoca su enfermedad.
Terra
16/12/2005