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Se celebró en Madrid una jornada en la que grandes directivos empresariales reflexionaban sobre la conveniencia de incluir en sus plantillas a gente con discapacidad. La organizadora era Adecco, empresa de trabajo temporal líder en España que tuvo que esperar hasta que el ministro de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se dignó a aparecer. No atacaré más a Alfonso Alonso pues me emocionó verle el Día de la Hispanidad cantando a pleno pulmón La muerte no es el fin, supongo que en su doble condición de católico y de ministro del ramo.
El vitoriano recordó que en España hay cuatro millones de personas con algún tipo de discapacidad, y que no podemos desaprovechar todo ese talento. De hecho, el apoyo a este colectivo es una de las fortalezas de España a todos los niveles, y para los más reacios les diré que aquellas empresas que han apostado por esto sin ambages son más competitivas pues el afán de superación que imprimen estos empleados les hace ver los problemas desde otros ángulos.
Por su parte, el presidente de Adecco en España, Enrique Sánchez, sostuvo que él apuesta por el talento sin etiquetas, que esto debe ser un compromiso de la alta dirección que capilarice hacia abajo en la estructura, y que la capacidad de entrega y de trabajo que ha visto en gente con discapacidad es digna de mencionarse. Además, en esto como en tantas otras cosas, son las grandes compañías las que deben dar ejemplo a las pequeñas para que continúen esta senda.
No hay acto de este tipo que se precie sin un vídeo lacrimógeno con una niña (María en esta ocasión) que reveló lo complicada que es la vida de los padres que tienen hijos con problemas de salud. También ahí radica la grandeza de sus vidas y la santidad para los católicos frente a unos médicos que lo único que hacen es encoger los hombros. Francisco Mesonero, un apóstol de estas cuestiones desde su puesto de director general de la Fundación Adecco, desveló un misterio; ¿Qué es la diversidad? Aquello que hace a todas las personas iguales siendo cada una única para su empresa. Es decir, será la compañía la que se comprometa en dar las mismas oportunidades a todos sus empleados pudiendo desarrollar cada uno su potencial al máximo nivel. Ya no valen excusas.
El exministro Manuel Pimentel recordó cómo a lo largo del tiempo hemos pasado de hablar de minusválidos, a discapacitados para acabar en personas con capacidad diversa. Así, quiso pulsar, mediante dos ejemplos, cómo se integran estas personas en las compañías. José Antonio López, CEO de Ericsson España, coincidió con Pedro Montoya, secretario general de Airbus en España, en que es bueno que haya una ley que obligue a que las grandes empresas tengan al menos un 4 por ciento de su plantilla integrada por discapacitados, pues parece que solo mediante real decreto se avanza en este asunto. Luego habrá empresas que se lo crean, estas dos son un ejemplo. De hecho, López y Montoya comentaron que han tenido que sortear barreras y excusas pues no toda la gente entre la alta dirección ve los beneficios de incorporar a estos colectivos, pues siempre se ha dicho que las peores barreras no son las arquitectónicas sino las mentales. Por ello, qué mejor forma, ya que la UE avanza hacia una integración total, que convertir el marco de la discapacidad en un todo único que obligue a todos los países miembros.
También es necesario, para dotar de realismo al relato, un par de ejemplos prácticos de cómo se vive todo esto. Así, pude disfrutar de un hombre que con un metro de altura habla de que Attitude is altitude. Joan Pahisa es deportista de élite con discapacidad que aprendió a tirar las canastas de espaldas pues de frente no tenía fuerza en los brazos. Dejó de esconderse detrás de los coches, pues le daba miedo que la gente le mirara por la calle, y ahora sonríe guasón con la mano a aquellos que se burlan de su cuerpo planteando soluciones creativas ante los múltiples retos que la vida cotidiana le plantea cada día sin comerlo ni beberlo. Desde los baños que no se encienden, pues los sensores de luz están muy altos, hasta las estaciones de tren que se cierran con él dentro pues nadie piensa que una persona de un metro de altura puede salir a la calle pasadas las diez de la noche.
Diario
15/10/2015