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Un trastorno que puede complicar el aprendizaje

La dislexia es un trastorno del aprendizaje de la lectoescritura, que se da en niños que no presentan ningún déficit físico, psíquico o sociocultural.

Su detección está casi indisolublemente ligada al aprendizaje formal. “Resulta muy difícil establecer con exactitud su presencia antes del ingreso escolar, simplemente porque partimos de la definición de que se trata de una disfunción en la adquisición de la lectoescritura”, explica la licenciada en Psicopedagogía, María Belén Ruiz, profesora en educación especial, especialista en estimulación temprana y miembro de los servicios neuropsicológicos de Apinep. Por su parte, Juan Manuel Ferrer, neurólogo infantil del Instituto Neurológico de Buenos Aires (Ineba), señala que “el diagnóstico es clínico y lo ideal sería que los propios maestros sean quienes orienten hacia este problema, a través de psicopedagoga, con una consulta a un servicio de neurología infantil para descartar causas orgánicas que puedan simular este proceso”. Ferrer aclara que se puede detectar a cualquier edad, pero que mientras antes se hace es mejor para el niño. “De esa forma, evitamos frustraciones, baja auto estima y malos desempeños escolares”.

No es una enfermedad, pero sí un trastorno del desarrollo; por lo tanto, no es común que un estudio neurológico de rutina permita descubrirlo. “Tampoco se puede reducir a un trastorno psicológico, sino que es un modo particular de aprender que merece un mirada y tratamiento también particular”, explica la fonoaudióloga María Elisa Arrebillaga, fundadora, directora de Apinep y terapeuta de Lenguaje y Comunicación.

No implica sólo una dificultad para organizar símbolos gráficos, sino que se puede presentar con características distintas. “Algunas personas suelen tener más dificultad en la construcción del código escrito; otras, en la lectura o en la posibilidad de hacer síntesis semánticas (pobreza de vocabulario). También sucede que los niños entienden, pero no encuentran las palabras para explicar lo que se les solicita”, agrega Arrebillaga, quien además es master en Neuropsicología y formadora de profesionales en Neuropsicología Infantil.

Consultada sobre las causas de la dislexia, la especialista –que es miembro fundador de Slan (Sociedad Latinoamericana de Neuropsicología)– indica: “No son claras las causas y en ocasiones es posible encontrar a un miembro de la familia con características similares. En otras, nacimientos traumáticos, madres sometidas a estrés prolongado durante el embarazo”. Como otros trastornos del desarrollo, es más frecuente en el género masculino. “Por otro lado, algunos métodos, en los que el peso sigue siendo el lógico formal, contribuye al fracaso en el aprendizaje”, señala la neuropsicóloga.

Síntomas y señales

Los especialistas advierten que desde temprana edad es posible detectar datos clínicos que pueden alertarnos. Por ejemplo, fallas en la atención y dificultades en el desarrollo del habla, no sólo en el aspecto fonológico, sino en el contenido, en el uso de un lenguaje rico y pertinente. Además, dificultades en la representación gráfica (dibujo, copia habilidades constructivas). A veces, incluso, se presenta con excelente desempeño oral y disminuido desempeño escrito.

“Los niños con dislexia aprenden de una manera diferente a la convencional, tienen un tiempo distinto y el ingreso de la información es por otras vías, como la auditiva, kinestésica (a través de movimientos o con movimientos corporales) y visual. De esta manera, mejoran significativamente su rendimiento”, explica Débora Choux, psicopedagoga y miembro del equipo de Apinep.

Dentro del aula, es necesario implementar otras estrategias pedagógicas, innovar en recursos, para realizar una intervención específica para los niños y jóvenes que poseen dislexia, asegurándoles de este modo el éxito escolar. La función de la psicopedagoga en el ámbito institucional es la prevención, detectar tempranamente a los niños que la tienen y alertar de manera inmediata para que puedan comenzar a estimular el área semántica del lenguaje. “Todo esto a través del apoyo externo de profesionales que puedan asesorar sobre la problemática a la escuela y a los padres”, aclara Choux. Por eso es indispensable abordarla desde un enfoque multidisciplinario.

Es necesario que el equipo pueda reconocer los síntomas de causa de la problemática, no sólo los de superficie. “Y el abordaje es ecológico, considerando al niño o adolescente, la institución educativa y la familia. Una persona con dislexia no es una persona no inteligente, es una persona que aprende de otra manera”, aclara Arrebillaga. Es de suma importancia el acompañamiento a los padres, en general a la madre que suele acompañar a los niños, adolescentes en la tarea áulica. “La frustración que produce el rendimiento bajo, entre lo que estudia en casa y lo que produce en una prueba por ejemplo suele ser frecuente”, cuenta Arrebillaga.

Rol docente

Las especialistas acuerdan en que el docente debe ser amoroso, no enojarse ni gritar, no marcar el error de manera negativa, sino entregando el modelo correcto, haciendo que el error sea puntapié inicial para un aprendizaje.

“Es necesario siempre darles connotaciones positivas sobre lo que pueden hacer bien, reforzando así su autoestima, y dándoles seguridad, enseñándoles a que si uno se equivoca puede corregir y volver a hacer, evaluar el proceso, y no solo resultado. El docente debe aprender a aceptar a su alumno, y adaptarse a sus necesidades, no el niño al adaptarse al adulto”, agregan. “La base de los aprendizajes es la emoción, es el vehículo que transporta las palabras y su significado principal dificultad en los niños que padecen dislexia”, indica Choux. Las instituciones deben capacitar al maestro en neuroeducación. “Próximamente será el eje de la docencia, para entender cómo funciona el cerebro de un niño con dislexia”.

La experiencia de Lautaro

Lautaro Aimaretto (19 años) padece dislexia, terminó su secundaria el año pasado y es estudiante del primer año de la carrera de Agronomía en la Universidad Nacional de Córdoba.

Cuenta que llegó al diagnóstico de dislexia por recomendación de una profesora de geografía del secundario que lo reprobó dos años consecutivos. “Lo que más me molesta al estudiar es no sentir la recompensa de la nota de los profesores”, cuenta. Con las dificultades de los comienzos de la carrera universitaria, decidió retomar el tratamiento con una psicopedagoga. “Me sentía muy estresado y no tenía ganas de comer o me caía mal la comida”, describe. La profesional le enseña técnicas de estudio para aprobar los parciales en la facultad y Lautaro asegura que se siente muy contenido con el tratamiento. “En la lectura de los textos no tengo mucho problema, aunque la verdad nunca me gustó mucho leer. A veces, cuando leía, me confundía en alguna palabra y decía otra parecida”, precisa. “Ahora, me demoro un poco más que otra persona, pero al leer me doy cuenta de que lo hago más de corrido y respeto más los signos de puntuación”, señala. Cuenta que cuando leí con otra persona, lo ganaban los nervios. “Ahora me siento más tranquilo. También salgo a andar en bici o a correr; esto me relaja un poco, pero sigo con la psicopedagoga para mejorar mis técnicas de estudio”.

Recomendaciones

Acudir a la consulta lo más temprano posible.

Incluir a todas las personas que están en contacto con el niño o adolescente en la intervención.

Contener al niño o adolescente. Que se sienta acompañado y que sepa que las personas que están con el desean ayudarlo.

Contemplar el acompañamiento de los pares. Si sus compañeros no saben lo que le sucede, pueden ponerse en un lugar crítico negativo siendo eso desfavorable en sus procesos.

Preservar el derecho a ser respetado en su forma de aprender. Es un derecho a ser respetado en su estilo de aprendizaje y en su potencial.

Mostrar la producción oral más que la escrita. Las personas con dislexia suelen no mostrar sus producciones debido a las dificultades que muestran en la organización gráfica, en la legibilidad de la escritura, en completar sus escritos.

Evitar corregir demasiado y exponerlo a leer en público. Se sugiere que no se corrija sistemáticamente los errores de ortografía en color rojo y con términos como “incompleto” o “desprolijo”.

Mostrar a los niños y adolescentes su capacidad y los logros obtenidos.

Posibilitar y estimular hábitos de orden y organización.

Evitar utilizar textos demasiado largos o con letra demasiado pequeña, así como también espacios demasiados comprimidos.

www.lavoz.com.ar
1/10/2015

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